En cristiano
En la pel¨ªcula Aguirre, la c¨®lera de Dios, el personaje del conquistador que interpreta Klaus Kinski intenta que un indio escuche la voz divina a trav¨¦s de una caracola. En un barco fantasma un grupo de fan¨¢ticos exploradores remonta el r¨ªo Orinoco en busca de El Dorado. Perplejo y sorprendido, sin entender el castellano en el que brama el conquistador, el aborigen naturalmente no oye ning¨²n eco de la palabra de Dios. Enfurecido por la falta de fe del presunto evangelizado, Lope de Aguirre decide lanzar por la borda al ind¨ªgena. Aquella pel¨ªcula de Werner Herzog, sobre la novela de Ram¨®n Sender, puso en im¨¢genes todo el terror de una conquista basada, como siempre, en las leyes implacables de la espada, la religi¨®n y la lengua. Negar a estas alturas -como ha hecho el Rey en su discurso de entrega del Premio Cervantes a Francisco Umbral- que cualquier imperio impone un idioma por la fuerza a los pueblos colonizados raya en el rid¨ªculo cient¨ªfico o en la intencionalidad pol¨ªtica. Pero si la rotunda afirmaci¨®n del monarca de que 'a nadie se le oblig¨® nunca a hablar en castellano' resulta falsa a la vista de la historia de la Am¨¦rica hispana, para los cerca de ocho millones de espa?oles que hablan una lengua materna distinta del castellano esta tesis significa directamente una afrenta.
En 1998 asist¨ª a la inauguraci¨®n de un complejo cultural en la ciudad germano-suiza de Lucerna. El solemne acto concluy¨® con una intervenci¨®n del entonces presidente de Suiza, Flavio Cotti, que se dirigi¨® al auditorio con un discurso donde altern¨® el alem¨¢n, el franc¨¦s y el italiano. A algunos personajes suele molestarles esta comparaci¨®n ling¨¹¨ªstica de Suiza con Espa?a y acostumbran a exclamar que no se pueden equiparar lenguas europeas habladas por muchos millones de personas con el catal¨¢n, el gallego o el euskera. ?Son aplicables, pues, los derechos ling¨¹¨ªsticos s¨®lo a comunidades numerosas? ?Ten¨ªan m¨¢s m¨¦ritos culturales el castellano, el ingl¨¦s o el franc¨¦s que los idiomas ind¨ªgenas? ?No ser¨¢ que las letras entraron con fuego en Am¨¦rica?
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