El plagio de Jorge Luis Borges
Jorge Luis Borges, en el momento de justificar las evidentes similitudes que existen entre su cuento El otro y la narraci¨®n de Giovanni Papini Dos im¨¢genes en un estanque, escribi¨®: 'Le¨ª a Papini y lo olvid¨¦. Sin sospecharlo, obr¨¦ del modo m¨¢s sagaz; el olvido bien puede ser una forma profunda de la memoria'. Dudo mucho que a Papini, escritor y periodista de sarc¨¢stico ingenio, esta explicaci¨®n borgiana lo hubiese satisfecho. Convendr¨¢n que el hecho de que alguien manifieste p¨²blicamente que te ha olvidado y que eso explica el plagio, es cuanto menos poco reconfortante. Papini, al que le gustaba realizar entrevistas ap¨®crifas a sus escritores y fil¨®sofos favoritos (inolvidable la entrevista de Papini a Freud), hubiese hecho sin duda una divertida narraci¨®n de un imaginario encuentro con el vanidoso autor de El Aleph. Sobre todo si hubiese podido leer la opini¨®n de Borges sobre su obra: 'Sus libros m¨¢s famosos -Historia de Cristo, Gog, Dante vivo, El diablo- fueron escritos para ser obras maestras, g¨¦nero que requiere cierta inocencia por parte del autor'.
En definitiva, Borges olvid¨® a Papini porque era -utilizaremos una de sus palabras favoritas- balad¨ª. No obstante, no olvid¨® ('actu¨® del modo m¨¢s sagaz') el argumento de uno de sus cuentos, y como otros escritores cuyos procedimientos se cuestionan estos d¨ªas, hizo uso sin problemas de su historia. Papini ten¨ªa gran afici¨®n a los argumentos fant¨¢sticos, y en su cuento Dos im¨¢genes en un estanque explica c¨®mo un joven se encuentra consigo mismo, pero ya entrado en a?os, e inicia una conversaci¨®n: 'Me volv¨ª bruscamente: un hombre se hab¨ªa sentado a mi lado y se reflejaba junto a mi en el estanque. Lo mir¨¦ sorprendido,volv¨ª a mirarlo y me pareci¨® que se me asemejaba un poco. (...) Al instante comprend¨ª la verdad: ?su imagen se parec¨ªa perfectamente a la que yo reflejaba siete a?os antes!'. En El otro de Borges, el argumento -incluso el estilo- es el mismo: 'Sent¨ª de golpe la impresi¨®n (que seg¨²n los psic¨®logos corresponde a los estados de fatiga) de haber vivido ya aquel momento. En la otra punta de mi banco alguien se hab¨ªa sentado. Yo hubiera preferido estar solo, pero no quise levantarme enseguida, para no mostrarme incivil. El otro se puso a silbar. Fue entonces cuando sucedi¨® la primera de las muchas zozobras de aquella ma?ana'. En efecto, 'el otro' silbaba una canci¨®n de una manera que reconoci¨® 'con horror'.
Sin duda, si Papini denunciase ahora a Borges por plagio, el autor de El Aleph lo tendr¨ªa muy mal. De poco le servir¨ªa la ret¨®rica. Tampoco le ser¨ªa de gran utilidad el hecho que Dostoievski hubiese escrito un cuento con un argumento muy similar, titulado El doble. O que tambi¨¦n Poe, Hoffmann o Stevenson hubiesen ideado historias semejantes. Las similitudes entre el relato de Borges y Papini indican claramente que hubo algo m¨¢s que una influencia, que hubo un pr¨¦stamo. Y, sin embargo, lo realmente interesante de esta historia, no es la repetici¨®n (y apropiaci¨®n indebida) de una idea ajena, sino, a mi entender, el distinto desenlace que sobreviene en cada narraci¨®n.
Durante estos d¨ªas en los que la comunidad cient¨ªfica debate acaloradamente la posibilidad de legalizar la clonaci¨®n humana, los relatos de Papini y de Borges resultan sorprendentemente actuales. Cuando los escribieron, encontrarse con uno mismo era un argumento fant¨¢stico, que Borges explica por su afici¨®n a los espejos. En cambio, ahora 'ya' es posible encontrarse con uno mismo, m¨¢s joven o m¨¢s viejo. Incluso las edades del hombre, ese tema tan recurrente de los pintores del renacimiento, alg¨²n d¨ªa podr¨ªa realizarse 'con s¨®lo uno mismo'. Y por eso, ya digo, lo realmente sugerente de las dos historias, es el desenlace final. Sobre todo si realmente es cierto -y as¨ª lo creo en honor a su probidad- que Borges plagi¨® inconscientemente a Papini. Veamos el desenlace del cuento del autor de Gog: 'Cuando nuestros dos rostros aparecieron juntos sobre el espejo sombr¨ªo del agua, me volv¨ª r¨¢pidamente, aferr¨¦ a mi yo pasado por los hombros y lo arroj¨¦ de cara al agua, en el sitio donde aparec¨ªa su imagen. Empuj¨¦ su cabeza bajo la superficie y la sostuve quieta con toda la energ¨ªa de mi odio exasperado'. ?Ah! ?Se imaginan a Jorge Luis Borges ahogando, estragulando, acabando con la vida de su otro yo! ?Claro que no! 'Respond¨ª que lo sobrenatural -escribe Borges-, si ocurre dos veces deja de ser aterrador. Le propuse que nos vi¨¦ramos al d¨ªa siguiente, en ese mismo banco que est¨¢ en dos tiempos y en dos sitios. (...) Nos despedimos sin habernos tocado. Al d¨ªa siguiente no fu¨ª. El otro tampoco habr¨¢ ido'.
Borges plagi¨® a Papini, pero a pesar de todo fue ¨¦l mismo. Su alter ego, ese clon suyo, sin duda le sorprendi¨®, pero no le disgust¨® en exceso. 'Eramos demasiado distintos y demasiado parecidos. No pod¨ªamos enga?arnos, lo cual hace dif¨ªcil el di¨¢logo', escribi¨® con una cierta indiferencia. En cambio, Papini no pudo soportarlo y, enfurecido, ahog¨® en el estanque su otro yo. Con uno hay suficiente, debi¨® pensar. Qui¨¦n sabe si en un futuro se nos juzgar¨¢ por nuestras reacciones al encontrarnos con nosotros mismos. M¨¢s joven o m¨¢s viejo, en un banco, ante un estanque, cara a cara, ahora todo eso 'ya' es posible. Y es que la realidad siempre acaba superando a la ficci¨®n.
Mart¨ª Dom¨ªnguez es escritor.
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