Cobijo para hombres desamparados
Una fundaci¨®n de Valencia presta ayuda a separados en sus casas de acogida de Mislata y Onda
Las mujeres son las que habitualmente sufren las consecuencias de una relaci¨®n matrimonial traum¨¢tica, pero ?qu¨¦ ocurre cuando es el marido el que vive una experiencia humillante en este sentido? Muchos no se atreven ni a comentarlo con nadie porque les averg¨¹enza otros han intentado pedir ayuda, pero no han encontrado ni d¨®nde ni a qui¨¦n. Para solucionar este problema, la Fundaci¨®n de Ayuda a Familias Separadas y Discapacitados ha creado dos pisos de acogida en el pueblo de Mislata, en Valencia. All¨ª puede acudir cualquier persona que haya sido maltratada, sin discriminaci¨®n de sexo.
Uno de esos pisos est¨¢ ocupado por cinco varones y las hijas de uno de ellos. Todos cuentan que su relaci¨®n se rompi¨® por celos o por falta de trabajo. En los cinco casos, sus esposas se quedaron con el piso y ellos en la calle sin saber ni a d¨®nde ir, ni a qui¨¦n pedir ayuda.
Tres noches durmi¨® Jos¨¦ Luis Fern¨¢ndez debajo del Puente de San Jos¨¦ y dos meses en el albergue de San Juan de Dios. 'Llevo 16 a?os con la separaci¨®n. Un buen d¨ªa , al volver a mi casa, no pude entrar porque mi mujer hab¨ªa cambiado la cerradura. Se asom¨® por la rendija de la puerta y me dijo: 'He recibido la sentencia as¨ª que ya no puedes vivir aqu¨ª'. Sin comerlo ni beberlo me qued¨¦ en la calle, sin trabajo y sin tener a donde ir'.
Despu¨¦s de tantos a?os de tr¨¢mites y papeleos, Fern¨¢ndez se siente enga?ado por todos. Est¨¢ harto. Y critica a jueces, abogados y a las mujeres en general: 'He tenido doce abogados de oficio y no me han servido para nada'.
No entiende qu¨¦ ocurri¨® para llegar a donde ha llegado, aunque sospecha que el motivo fue el quedarse sin trabajo. 'Despu¨¦s de echarme, cuando ya hab¨ªa conseguido trabajo en Tenerife, un d¨ªa estaba viendo la tele y veo mi cara en pantalla. Mi mujer y mis hijos, llorando, buscaban a su padre en Qui¨¦n sabe d¨®nde cuando ellos sab¨ªan perfectamente donde estaba, incluso mis hijos hab¨ªan venido cuatro veces a visitarme'.
Pasado el tiempo, sus hijos tampoco quisieron saber nada de ¨¦l, explica Fern¨¢ndez: 'No s¨¦ qu¨¦ les contar¨ªa mi mujer. Una vez intent¨¦ ver a mi ni?o peque?o y sali¨® huyendo de m¨ª tan r¨¢pido que casi le atropella un autob¨²s. Fue horrible'.
Aunque no ha sufrido malos tratos f¨ªsicos -'con dos metros de altura y m¨¢s de cien kilos de peso, es dif¨ªcil que una mujer me pueda agredir'-, s¨ª que me se ha sentido desesperado. 'Ahora lo llevo con bastante buen humor, pero llegas a sentirte muy solo, muy solo. Y dices: ?a d¨®nde voy? Yo no s¨¦ si a esto se le puede llamar malos tratos psicol¨®gicos pero he llorado mucho, he padecido mucho y he a?orado mucho a mis hijos', confiesa.
Ahora, Fern¨¢ndez ya tiene la sentencia de divorcio, pero no est¨¢ de acuerdo con la resoluci¨®n judicial. Con 54.000 pesetas que cobra del subsidio del paro, tiene que pasarle 20.000 a la que fuera su c¨®nyuge. 'Cuando es mi ex mujer la que cobra un buen sueldo, y mis hijos ya son mayores de edad y no viven con ella', relata.
Ram¨®n Jalle se alegra de no haber tenido ni?os. Tiene 68 a?os y despu¨¦s de m¨¢s de 30 a?os de matrimonio y los tres ¨²ltimos de continuas peleas -porque su mujer 'era muy celosa y le daban ataques de cuernos', cuenta- en 1996 ella lo ech¨® de casa por primera vez. Jalle era ma?tre de hotel, terminaba su jornada laboral sobre las tres de la madrugada, y dorm¨ªan en habitaciones separadas 'para no molestarla cuando volv¨ªa de trabajar'. 'Muchas veces yo hac¨ªa la comida o fregaba. Ella s¨®lo ha trabajado dos a?os en su vida y a¨²n as¨ª me acab¨® tirando de casa', confiesa.
A pesar de todo, su esposa le pidi¨® tres o cuatro veces que volviera y ¨¦l acepto. 'La ¨²ltima vez fue hace dos a?os. Como era Navidad volv¨ª y le di la paga extra que hab¨ªa cobrado. Me acababan de diagnosticar un c¨¢ncer de pulm¨®n y se lo dije, pero a ella le dio lo mismo. Me volvi¨® a echar a la calle a pesar del fr¨ªo que estaba haciendo'. Ram¨®n no puede reprimir las lagrimas cuando recuerda los malos tiempos.
Ahora ha superado la enfermedad, cobra m¨¢s de 80.000 pesetas de pensi¨®n y se encuentra muy bien en el piso de acogida. 'Aqu¨ª est¨¢s con compa?eros que te entienden porque han pasado por experiencias similares. Entre todos tenemos la casa muy cuidada: nos organizamos para hacernos las comidas, cada uno limpia su habitaci¨®n y nos entendemos muy bien', asegura.
Los ni?os siempre se llevan la peor parte en estos casos. J. M. tiene dos hijas gemelas de 13 a?os que ahora viven con ¨¦l, pero ha tenido que pasar un tiempo hasta conseguir traerlas desde M¨¢laga. 'Aguant¨¦ durante mucho tiempo por mis hijas. Yo no pensaba separarme, pero al final ya no pude m¨¢s. A los cuatro o cinco a?os de convivencia mi mujer cambi¨® de car¨¢cter, se volvi¨® muy agresiva y por cualquier discusi¨®n cog¨ªa un cuchillo y me amenazaba', cuenta J. M. 'Nunca lleg¨® a pegarme, pero s¨ª me maltrataba ps¨ªquicamente. Me montaba broncas continuas por cualquier cosa: por levantarme temprano, por ir a tomar una cerveza, por estar viendo la televisi¨®n... por todo. Aquello era insufrible y al final tuve que plantearle la separaci¨®n. Mis hijas decidieron quedarse conmigo', indica.
J. M. ha comprobado que los hombres no suelen tener mucha ayuda en estos casos. 'Me decid¨ª a denunciar mi situaci¨®n y lo que m¨¢s me doli¨® es que la Administraci¨®n de M¨¢laga no me hizo ning¨²n caso. Ni en el Servicio de la Mujer, ni en Servicios Sociales. Nada. En todos los sitios me dec¨ªan que ellas estaban all¨ª para ayudar a la mujer ?Y si es un hombre el maltratado?', se pregunta, y diagnostica: 'Existe una satanizaci¨®n medi¨¢tica y por el hecho de ser hombre, te discriminan'.
Por eso, J. M. decidi¨® venir a Valencia: 'Es el ¨²nico sitio de Espa?a que existe una fundaci¨®n que ayuda tanto a hombres como a mujeres, sin tener en cuenta ni sexo ni condici¨®n y adem¨¢s se han preocupado de traer a mis hijas desde M¨¢laga y de encontrarles un colegio'.
A. G. es otro de los ocupantes del piso. Dice que por casarse perdi¨® su juventud: 'Me cas¨¦ ilusionado con 20 a?os. Yo constru¨ª la casa donde viv¨ªamos, un terreno que era de mi suegra, pero al quedarme sin trabajo mi mujer me dijo: 'Qui¨¦n te va a querer si no tienes ni un duro''. Hace cinco a?os que se separ¨® y encuentra muchos obst¨¢culos para ver a su hijo de 16 a?os.
Aunque no lleg¨® a ser agredido, A. G. estuvo a punto de sufrir malos tratos f¨ªsicos: 'Mi mujer intent¨® atizarme dos veces, pero consegu¨ª frenarla. Cuando me ech¨® de casa s¨®lo me llev¨¦ el carnet de identidad'.
As¨ª llego a la casa de acogida de Mislata. Ahora, entre todos intentan llevar una nueva vida, aunque para algunos resulta muy dif¨ªcil rehacerse. 'No estamos cerrados a una nueva relaci¨®n', argumenta A. G., 'pero por el momento no me veo en condiciones para tener una nueva pareja', y sentencia: 'El gato escaldado del agua fr¨ªa huye'.
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