De copas con Melit¨®n Manzanas
Queda en el recuerdo la inesperada nevada ca¨ªda en el litoral del Pa¨ªs Vasco aquel invierno de 1966, simple incidente dentro del suave clima que pudo disfrutarse. Fue precisamente en aquellos d¨ªas cuando compart¨ª accidentalmente el aperitivo con un personaje del que ya hab¨ªa o¨ªdo hablar pero del que, a partir de aquel mediod¨ªa y durante los nueve meses que trabaj¨¦ profesionalmente en la Estaci¨®n Fitosanitaria de Ir¨²n, no dej¨¦ de escuchar insistentes y terribles comentarios.
Estando con mi colega Luis Indur¨¢in en un bar de la avenida de la ciudad fronteriza, bebiendo un par de chiquitos, se acerc¨® a saludarle con amables gestos un individuo de anodina apariencia, acompa?ado de un joven de mirada dispersa. Tras la inmediata presentaci¨®n, Luis Indur¨¢in, persona de reconocida simpat¨ªa muy introducido en la sociedad donostiarra, invit¨® a Melit¨®n Manzanas y a su subordinado a tomar copas y pinchos. No podr¨ªa asegurar lo que bebi¨® el aborrecido polic¨ªa, quiz¨¢s algo que entonces me pareci¨® sofisticado, pero no olvido que, tras preguntar por mi procedencia, Manzanas hizo un elogio amplio de Valencia. Por aquellos a?os esta ciudad, todav¨ªa del Cid en la terminolog¨ªa de los m¨¢s adictos al r¨¦gimen de Franco, hab¨ªa sido olvidada por completo como capital de la Rep¨²blica. No en balde, apenas cuatro a?os antes, Valencia fue escogida como escenario del homenaje masivo a Franco, como manipulaci¨®n interna y externa de un desagravio 'espont¨¢neo' por el llamado contubernio de M¨²nich, tambi¨¦n calificado como maridaje contra natura en el l¨¦xico de la prensa oficial de aquel entonces.
En principio, nada de particular en el fugaz encuentro que, afortunadamente, no volvi¨® a repetirse entre otras cosas porque mi compa?ero procuraba eludir al citado comisario. Pero a los dos d¨ªas, saliendo del entrenamiento con el Bidasoa, alguien que me hab¨ªa visto departir con el comisario, en tono amistoso, me aconsej¨® no mantener relaci¨®n alguna con Melit¨®n Manzanas. Estar a su lado supon¨ªa correr un riesgo innecesario ya que un d¨ªa u otro, a decir del sentir popular, cualquiera de sus v¨ªctimas o de los familiares de las mismas terminar¨ªa violentamente con su vida. Es curioso que ahora, tras la incre¨ªble recuperaci¨®n hist¨®rica que ha hecho de dicho individuo el Gobierno de Aznar, nada se haya expresado, salvo error del articulista, respecto a la forma tan peculiar y personal con la que el condecorado comisario practicaba la tortura. Sin embargo, entonces, pude escuchar en numerosas ocasiones, una y otra vez, que Melit¨®n Manzanas se encapuchaba, interviniendo con entusiasmo en las torturas efectuadas con habitual frecuencia. Ciertamente que lo m¨¢s grave era el tipo de violencia que se ejerc¨ªa, sin posibilidad de denunciarse con el menor ¨¦xito, con aquellos a los que se quer¨ªa interrogar y castigar, en su mayor parte los contrabandistas y los ciudadanos sospechosos de erosionar el r¨¦gimen pol¨ªtico. Pero este matiz del sadismo practicado, que constitu¨ªa un clamor p¨²blico y que nadie pon¨ªa en dudas, personas adictas al r¨¦gimen incluidas como pude comprobar, proporciona una imagen todav¨ªa m¨¢s negra, si cabe, de la situaci¨®n y del personaje. Est¨¢ fuera de toda duda que las haza?as de Melit¨®n Manzanas eran sobradamente conocidas en las alturas del Ministerio de Gobernaci¨®n y en el Servicio de Informaci¨®n Militar, tal como corresponde a todo sistema totalitario.
Comentando la cuesti¨®n con Luis Indur¨¢in, ¨¦ste dijo que recientemente hab¨ªa mantenido una conversaci¨®n al respecto con Melit¨®n Manzanas. Sin pesta?ear, el s¨¢dico comisario se lament¨® de lo mala que era la gente ya que era notoria su incapacidad de matar una sola mosca. Sin embargo, absolutamente nadie a lo largo de aquellos meses hizo en mi presencia el menor comentario positivo a favor del comisario. Tiempo m¨¢s tarde, reci¨¦n asesinado Manzanas, trabajando en el Soivre de Santa Cruz de Tenerife coincid¨ª con un polic¨ªa, conocido contrincante m¨ªo de balonmano de la ¨¦poca universitaria en Madrid, que tambi¨¦n hab¨ªa estado por Ir¨²n con anterioridad. ?ste, sin dudarlo, afirm¨® ser cierta una historia alejada de cualquier fantas¨ªa popular, lamentando que semejante individuo hubiera pertenecido al cuerpo de polic¨ªa.
?C¨®mo es posible que el presidente Aznar haya llegado a cometer error tan disparatado, proporcionando honores a tan perverso y criminal funcionario? Resulta inexplicable bajo cualquier consideraci¨®n y las excusas practicadas sobre la extensi¨®n de la norma sin excepci¨®n son tan pueriles como negativas para el Partido Popular. Lo m¨¢s preocupante del caso Melit¨®n Manzanas es que, con absoluta facilidad, se pod¨ªa haber tenido un amplio dossier sobre sus actuaciones, en los propios archivos oficiales o mediante una peque?a investigaci¨®n. ?Prepotencia derivada de la mayor¨ªa absoluta? Es indiferente. Sin embargo no deja de ser una piedra colocada en el camino electoral de Mayor Oreja, bien por falta de rigor o por desidia en el trabajo, bien por el tic de defender el franquismo a ultranza.
Luis Font de Mora es ingeniero agr¨®nomo.
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