El viejo Gil ha vuelto
Nadie escapa a su cuota de culpabilidad en el batacazo, ¨¦ste ya con pinta de definitivo, del Atl¨¦tico. No desde luego Marcos Alonso, por descuidado con los asuntos t¨¢cticos, por contradictorio, por sus alineaciones pol¨ªticas (con gui?os constantes hacia las mafias del vestuario). Tampoco se libra la plantilla, desprovista de calidad, pero sobre todo de sangre caliente para rebelarse al desastre: fue desolador observar su actitud del s¨¢bado, contemplando el drama de brazos cruzados y mirada indiferente. Pero tambi¨¦n ahora, como tantas otras veces, en el reparto una figura se eleva sobre las dem¨¢s. La de Jes¨²s Gil, el due?o, decisivo en el giro repentino que dio el equipo justo cuando, ayudado tambi¨¦n por el miedo de sus rivales, parec¨ªa capaz de ejecutar el milagro de la remontada.
Gil llevaba medio a?o amordazado -desde el d¨ªa en el que el Calder¨®n pidi¨® su propia cabeza tras la derrota ante el Tenerife-, aceptando a rega?adientes que otros tomaran por ¨¦l las decisiones, reprimiendo su sed de portadas. Pero cuando crey¨® pasado el peligro, en cuanto el Atl¨¦tico se acerc¨® a las primeras posiciones, Gil decidi¨® volver al centro del ruedo. Lo hizo como un elefante en una cacharrer¨ªa, disparando mensajes inoportunos. M¨¢s o menos 15 d¨ªas le han bastado para destrozar la terapia que otros hab¨ªan ido aplicando al equipo para sostenerlo aunque con alfileres.
Primero fue lo de anticiparse a la realidad, y pronosticar la jornada exacta en la que el equipo se pondr¨ªa l¨ªder y hablar de la Champions League y publicitar las fiestas de celebraci¨®n del ascenso con una corrida de toros en el Calder¨®n como acto central. Introducir, en suma, la distracci¨®n en momentos que precisaban de m¨¢xima atenci¨®n. Luego fue lo de desmentir el mensaje de estabilidad que transmit¨ªa por una vez el club, objetivo que Futre consider¨® prioritario desde su llegada y que hasta logr¨® hacer cre¨ªble tanto desde dentro -el t¨¦cnico y los jugadores firmaron un armisticio- como desde fuera -la gente observaba at¨®nita c¨®mo el Atl¨¦tico no contestaba a las derrotas con las medidas dr¨¢sticas de costumbre, sino con moderaci¨®n y paciencia-. Pero el mismo d¨ªa que anunci¨® la renovaci¨®n de su director deportivo, Gil aire¨® que el cuadro era falso, que no confiaba en el entrenador, que si por ¨¦l fuera lo habr¨ªa despedido, que no le gustaba lo que ve¨ªa... Y el castillo de naipes se cay¨®: el t¨¦cnico se sinti¨® atacado, la plantilla le comprob¨® desautorizado, los suplentes se sintieron fuertes... El Atl¨¦tico, al garete.
Lleg¨® el ?ibar, y luego el Murcia, y todav¨ªa con siete jornadas por delante y siete puntos de distancia, Gil ha decidido que el Atl¨¦tico se rinde. Que se acab¨® lo de moverse en la sombra, que el club es suyo, y que ¨¦l es quien manda. As¨ª que de un solo disparo se encar¨® con la hinchada porque le pidi¨® explicaciones, despidi¨® a su odiado entrenador y puso a Futre, su gran apuesta, al pie de los caballos: le dej¨® crecerse el s¨¢bado haci¨¦ndole proclamar que hab¨ªa impuesto su criterio para obligarle a desdecirse el d¨ªa despu¨¦s. Jes¨²s Gil ha vuelto.
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