El d¨ªa del libro de quinta mano
Los Encantes son el ¨²ltimo refugio del libro de lance. Ejemplares de quinta mano entre los objetos m¨¢s raros...
La semana pasada se produjo en Barcelona un fen¨®meno paranormal: la alianza entre la pluma y las masas. Fue un soleado lunes de Sant Jordi, ?recuerdan?
Luc¨ªa el sol, las banderas cuatribarradas ondeaban incluso sobre las barras de pan, y el libro, por un d¨ªa, cotizaba al alza en la gran bolsa de la actualidad. Hubo autores que se dislocaron la mu?eca de tanto firmar ejemplares y otros que apenas echaron dos modestas r¨²bricas. S¨ª, el 23 de abril es un d¨ªa de rituales colectivos y tribales, pero yo quer¨ªa contarles uno particular e irrelevante. Desde hace unos a?os, antes de sumergirme en ese frenes¨ª de pisotones y dedicatorias, de abrazos y copas, me da un extra?o punto oenegero y tengo un recuerdo para los libros desheredados, los libros desamparados de la fortuna, y dedico las primeras horas del d¨ªa a celebrar mi propio d¨ªa del libro: el d¨ªa del libro de quinta mano. Me levanto pronto (?efem¨¦rides!), me pongo la chaqueta de ir a los Encantes -una vieja on land de pana de color miel, con quemaduras de cigarrillo en las bocamangas- y peregrino en un autob¨²s municipal hasta esa fosa com¨²n de la edici¨®n internacional, con la intenci¨®n de exhumar alg¨²n noble cad¨¢ver literario y darle honrosa sepultura en mi pante¨®n bibliotecario dom¨¦stico. Hoy brilla el sol -fen¨®meno meteorol¨®gico que invita a los vendedores a subir los precios- y el viento hace revolotear las p¨¢ginas de los libros viejos, lib¨¦lulas marchitas. Unos gitanos m¨¢s o menos balc¨¢nicos, calzados con falsas Nike, ofrecen rosas estuchadas en celof¨¢n. 'C¨®mpreme rosa, sinior, c¨®mpreme rosa de Saniordi, pr¨ªnsipe de Catalunia'. La oferta libresca b¨¢sica la componen los autores que ya nadie parece querer leer: Guareschi, Dominique Lapierre y Larry Collins, A. J. Cronin, Pereda, el padre Coloma, Andr¨¦ Maurois, Pearl S. Buck, Vicky (Bu) Baum, Somerset (Sumers¨¦) Maugham, Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Vigil, ?lvaro de Laiglesia... Viejos premios Planeta, muchos vol¨²menes de la Biblioteca RTV y de literatura t¨¦cnica obsoleta. Manuales de obstetricia del a?o 1924 y c¨®digos de circulaci¨®n de la d¨¦cada de 1950. Cavalls forts y Gacetas ilustradas. Alg¨²n Paris Match perplejo... Pero entre tanto libro desahuciado puede brotar, de repente, el libro interesante, la joyita bibliogr¨¢fica, el libro viejo, raro y bonito. Un d¨ªa apareci¨® una primera edici¨®n de El ¨²ltimo pirata del Mediterr¨¢neo, de Manuel Benavides, y otro de feliz recuerdo, los tres vol¨²menes de El mar, editados por las Industrias Gr¨¢ficas Seix y Barral Hnos. en la d¨¦cada de 1930 y firmados por un misterioso Capit¨¢n Arg¨¹ello. As¨ª escrib¨ªa el autor sobre las esponjas: 'Eso que parece un trapo, o todo lo m¨¢s una especie de musgo seco, y que solemos emplear para usos de higiene, es un animal. ?Cu¨¢nta gente ignora que para lavarse emplea los restos de un ser viviente!'. Y se superaba hablando de las perlas: 'Cada una de las perlas que en los collares magn¨ªficos brillan con reflejos m¨¢s puros y tenues que los de la aurora, sobre el pecho de las mujeres elegantes, bellas y poderosas, en las coronas reales e imperiales y en todos los m¨¢s fant¨¢sticos joyeles, es en definitiva el sepulcro de un miserable gusano'. Pero lo que nos hizo tilt en aquella ocasi¨®n, m¨¢s all¨¢ de la belleza de esos tres vol¨²menes y la viveza de su prosa cient¨ªfica, fue el nombre del autor. ?No era Capit¨¢n Arg¨¹ello el nombre de la famosa barca de Carlos Barral? Una noche, en casa de Milena Busquets, Carme Riera nos aclar¨® con su generosa y t¨ªmida ciencia: el Capit¨¢n Arg¨¹ello no era otro que Carlos Barral Nualart, el padre del poeta de las barbas de ballenero.
Pero hoy ser¨¢ un mal d¨ªa para el rescatador de basurillas nobles. No hay nubarrones grises en el horizonte y adem¨¢s detecto la presencia de profesionales del libro antiguo, f¨¢cilmente reconocibles por su pericia al manosear los vol¨²menes b¨¢rbaramente amontonados. Un tipo, a quien Gutemberg maldiga, se me lleva delante de las narices un bell¨ªsimo volumen de la d¨¦cada de 1940, As¨ª son los ni?os de otras razas, ilustrado con magn¨ªficos dibujos y perfumado con el aroma de la m¨¢s c¨¢ndida incorrecci¨®n pol¨ªtica. Una retirada a tiempo no es una victoria como sostienen los esp¨ªritus positivos, pero al menos es una retirada digna. Deambulo dignamente entre los puestos polvorientos, regateo sin ¨¦xito por hacerme con un acordeoncito rojo -instrumento que no s¨¦ tocar, pero con el que me gustar¨ªa entretener a mi gata- y acabo tom¨¢ndome uno de esos caf¨¦s dinamiteros que sirven en el chiringuito de los Encantes, rodeado por tipos con aspecto de trileros y turistas francesitas con los hombros al aire. Para no irme de balde, me hago con una peque?a gu¨ªa ilustrada de la rep¨²blica de San Marino y una colecci¨®n de postales de la d¨¦cada de 1960 de la serie T¨ªpicas tapas espa?olas (Exclusivas C. Rivas): bodegones de tacos de jam¨®n, pinchos de tortilla, banderillas que parecen concebidas por un abuelo de Ferran Adri¨¤ y botellas de moriles con una foto de El Cordob¨¦s en la etiqueta. A la salida de los Encantes recuerdo que es Sant Jordi y cojo dos margaritas en un descampado. A este paso, el a?o que viene me comprar¨¦ un tebeo y una flor de pl¨¢stico.
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