Por qu¨¦ en Berlusconi se esconde un comunista
La forma en que el Polo ha planteado su campa?a electoral es sin duda eficaz, de modo que muchos se preguntan cu¨¢l es no digamos su secreto, sino su clave y su modelo. Lo primero que se nos ocurre es que el Polo, y sobre todo Silvio Berlusconi (la ¨²nica cara de la campa?a), siguen el modelo publicitario. Del modelo publicitario han reproducido el proponer una y otra vez el mismo s¨ªmbolo y unos pocos esl¨®ganes f¨¢ciles de recordar, as¨ª como una acertada elecci¨®n crom¨¢tica, desde luego vencedora, puesto que es semejante a la de Windows.
La elementalidad de los esl¨®ganes es la misma que la de los productos de gran consumo, y tiene en com¨²n con las campa?as comerciales el principio de que no hay que preocuparse de que el eslogan se considere verdadero. Ning¨²n comprador cree en serio que Scavolini sea la cocina de todos los italianos (las estad¨ªsticas lo desmentir¨ªan) o que tal detergente lave m¨¢s blanco que los otros (el ama o amo de casa saben que, a partir de cierto precio, los detergentes de marca lavan m¨¢s o menos igual): y, sin embargo, cuando los compradores tienen que comprar algo, son m¨¢s sensibles a los productos cuyos esl¨®ganes han memorizado.
En este sentido es completamente in¨²til (o a lo sumo divertido) que sat¨ªricos o pol¨ªticos ironicen sobre el presidente obrero o sobre las pensiones m¨¢s dignas para todos: el eslogan no pretende ser cre¨ªdo, sino s¨®lo recordado. Sin embargo, el modelo publicitario funciona con los carteles u otros tipos de anuncio promocional, pero no, por ejemplo, con las acciones de lucha parlamentaria o en los medios de comunicaci¨®n, que se llevan a cabo a medida que se acercan las elecciones. Es m¨¢s, alguien ya ha observado una aparente contradicci¨®n entre la amabilidad de la propaganda y la agresividad de la acci¨®n pol¨ªtica, tanto como para vislumbrar un error de t¨¢ctica. Y aqu¨ª se ha abierto paso la interpretaci¨®n de Montanelli: al no saber controlar algunas herencias gen¨¦ticas de sus componentes y algunas tendencias psicol¨®gicas profundas de su l¨ªder, el Polo manifiesta sus propias tendencias autoritarias y una nostalgia latente (aunque a¨²n simb¨®lica) por la porra.
Pero tambi¨¦n esta lectura me parece parcial. Explica algunas intemperancias, amenazas y promesas de la alianza, pero no todos sus comportamientos, que creo que siguen, en cambio, de forma muy coherente, otro modelo. Este modelo no es fascista o consumista, sino comunista de la vieja guardia y, en algunos aspectos, del 68. Intentemos (los que tengan edad para hacerlo) recordar cu¨¢les eran las t¨¢cticas y las estrategias propagand¨ªsticas del comunismo de Togliatti. Por muy compleja que fuera la elaboraci¨®n cultural interna del grupo dirigente, el partido se mostr¨® en el exterior a trav¨¦s de esl¨®ganes eficaces y comprensibles, repetidos en toda ocasi¨®n. Ante todo, el ataque al imperialismo capitalista como causa de la pobreza en el mundo, a la Alianza Atl¨¢ntica como su brazo armamentista, al Gobierno como siervo de los estadounidenses y a la polic¨ªa como brazo armado del Gobierno. Aunque no en el ¨¢mbito institucional, se produjo, sin embargo, la deslegitimaci¨®n de una magistratura que conden¨® a los huelguistas inquietos pero no a sus torturadores, o por lo menos se subray¨® una neta distinci¨®n entre una magistratura buena, generalmente jueces de asalto, que se ocupaban de los derechos de las masas, y una magistratura mala, que no condenaba los delitos de la clase dirigente pero era severa con la protesta obrera. Basta con reemplazar a Estados Unidos por el Comunismo y sus siervos tontos (que pueden ir hasta el cat¨®lico Scalfaro o el conservador Montanelli) y tener presente la divisi¨®n entre las togas rojas, que investigan los asuntos de Berlusconi, y las togas buenas (a las que se apela cada vez que hay que demostrar que la acusaci¨®n era infundada) y se observar¨¢ que el esquema es el mismo. En segundo lugar, recordemos el uso de esl¨®ganes que atraen de inmediato (mucho m¨¢s simplistas que el proyecto pol¨ªtico que quer¨ªan anunciar): pensemos en las intervenciones a lo Pajetta en las tribunas pol¨ªticas donde, a pesar de la sutileza dial¨¦ctica del orador, la idea central era: 'Hay que cambiar las cosas'. En tercer lugar, la indudable capacidad de monopolizar valores comunes y hacer que se conviertan en valores de una parte: pensemos en la s¨®lida campa?a por la paz, en el uso de t¨¦rminos como 'democr¨¢tico' (que al final acababa por connotar s¨®lo a los reg¨ªmenes del Este europeo). Igual que hoy quien grita 'Forza Italia' en un estadio o habla de valores liberales y de libertad se convierte inmediatamente en partidario del Polo, entonces quien hubiese querido hablar de paz y pacifismo habr¨ªa sido enrolado autom¨¢ticamente entre los compa?eros de viaje del PC, por lo menos hasta que Juan XXIII con la Pacem in Terris (Paz en la Tierra) retom¨® el ideal de la paz como valor no comunista.
Otro elemento de la propaganda y de la pol¨ªtica del comunismo de la vieja guardia (tanto en el Parlamento como en las plazas) era, por un lado, la extrema agresividad, incluso verbal, de forma que cualquier actitud enemiga se denunciaba como antipopular, y al mismo tiempo la denuncia constante de la agresividad de los dem¨¢s y la persecuci¨®n de los partidos populares. Esta actitud pas¨® despu¨¦s, de forma mucho m¨¢s cruenta, de los movimientos insurrectos suramericanos (por ejemplo, los Tupamaros) a los terroristas europeos que persegu¨ªan el proyecto (que se revel¨® ut¨®pico) de poner en marcha provocaciones insostenibles para cualquier Gobierno, con el fin de desencadenar como respuesta una represi¨®n de Estado que despu¨¦s a las masas les parecer¨ªa insostenible.
Pero, sin recurrir a los movimientos violentos, la agresividad al denunciar el complot de los medios de comunicaci¨®n se ha convertido en el arma ganadora de los radicales, que han construido su vasta visibilidad medi¨¢tica sobre acciones de protesta por el silencio que los medios de comunicaci¨®n habr¨ªan tenido respecto a ellos. En efecto, es t¨ªpico del berlusconismo disponer de un enorme aparato medi¨¢tico y usarlo para quejarse de la persecuci¨®n por parte de los medios de comunicaci¨®n. Otros elementos de la propaganda del comunismo de la vieja guardia eran la apelaci¨®n al sentimiento popular (hoy 'la gente'), el uso de manifestaciones s¨®lidas con ondear de banderas y cantos, la fidelidad al color (reclamo de fondo -entonces rojo, hoy azul-) y, por fin, (si damos cr¨¦dito a los an¨¢lisis de la derecha) la ocupaci¨®n m¨¢s o menos rastrera de los lugares de producci¨®n cultural (entonces principalmente casas editoriales y semanarios). Podr¨ªamos incluso citar el intento de la Universale del Canguro [colecci¨®n de una editorial pr¨®xima al PCI en los a?os cincuenta] de adscribir a los grandes del pasado entre los autores progresistas, de Diderot a Voltaire, de Giordano Bruno a las utop¨ªas de Bacon, de Erasmo a Campanella. Y cito estos nombres porque son los que Publitalia [agencia de las cadenas televisivas de Barlusconi], aun en ediciones refinadas y no populares, est¨¢ recuperando.
Habr¨ªa que hacer un discurso m¨¢s complejo y sutil a prop¨®sito de la 'doblez de Togliatti', pero dejo al lector el descubrimiento de interesantes analog¨ªas. Mientras le hablaba a alguien de estas semejanzas, me hicieron observar que, sin embargo, a pesar de su agresividad hacia el Gobierno, el PC de la ¨¦poca cl¨¢sica intent¨® apoyar muchas de las leyes que el Gobierno propon¨ªa (desde el art¨ªculo 7 de la Constituci¨®n hasta muchas reformas), mientras que parece t¨ªpico del Polo oponerse, incluso mediante un desde?oso abstencionismo, a reformas gubernativas que tambi¨¦n ¨¦ste habr¨ªa podido apoyar en parte. Desde luego, Togliatti, una vez aceptada la idea de que despu¨¦s de Yalta no se pod¨ªa, o quiz¨¢ no se deb¨ªa, pensar en una soluci¨®n revolucionaria, acept¨® consecuentemente la idea de una larga marcha a trav¨¦s de las instituciones (cuyo cap¨ªtulo final ser¨ªa, mucho despu¨¦s de su muerte, el asociacionismo). En este sentido, la pol¨ªtica del Polo no parece t¨ªpica del comunismo de la vieja guardia. Pero he aqu¨ª que, en el modelo propagandista y en las estrategias y las t¨¢cticas de lucha pol¨ªtica del Polo, se ramifica el modelo de los grupos extraparlamentarios del 68.
Es posible encontrar en el Polo muchos de los elementos del modelo del 68. Ante todo la identificaci¨®n de un enemigo mucho m¨¢s sutil e invisible que Estados Unidos, como las multinacionales o la Trilateral, denunciando su permanente complot. En segundo lugar, el no conceder nunca nada al adversario, satanizarlo siempre, fueran cuales fuesen sus propuestas, y, por lo tanto, rechazar el di¨¢logo y la confrontaci¨®n (rechazando cualquier entrevista de periodistas constitutivamente siervos del poder). De aqu¨ª la elecdel extraparlamentarismo. Este rechazo a cualquier compromiso estaba motivado por la convicci¨®n, reiterada a cada momento, de que la victoria revolucionaria era inminente. Y, por lo tanto, se trataba de debilitar a una burgues¨ªa acomplejada, anunci¨¢ndole a cada paso una victoria indiscutible tras la cual no se har¨ªan prisioneros y se tendr¨ªan en cuenta las listas de proscritos que aparec¨ªan en los carteles. Con la t¨¦cnica del luchador de catch que aterroriza al contendiente con gritos feroces, se intimidaba al adversario con esl¨®ganes como 'Fascistas, burgueses, s¨®lo pocos meses' y 'Ce n'est qu'un debut' ('No es m¨¢s que el principio'), o se los deslegitimaba al grito de '?Memo, memo!' (la arteriosclerosis de Montanelli). La marcha hacia la conquista del poder se sosten¨ªa a trav¨¦s de la imagen triunfal de un rostro carism¨¢tico, fuese el del Che o el de la tr¨ªada Lenin-Stalin-Mao Zedong; a ning¨²n l¨ªder menor se le conced¨ªa el honor del retrato.
Todo esto podr¨ªan parecer s¨®lo analog¨ªas, debidas al hecho de que todos los comportamientos propagandistas son parecidos, pero es bueno recordar cu¨¢ntos tr¨¢nsfugas, tanto del comunismo de la vieja guardia como del 68, han confluido en las filas del Polo. Por lo que no es descabellado pensar que Berlusconi ha prestado atenci¨®n a estos consejeros, m¨¢s que a los expertos en publicidad y los sondeos de primera hora. Adem¨¢s, escuchar a expertos en la relaci¨®n con las masas parece especialmente inteligente desde el momento en que, en la geograf¨ªa pol¨ªtica actual, el verdadero partido de masas es el Polo, que ha sabido individualizar, en la ruina sociol¨®gica de las masas ideadas por el marxismo cl¨¢sico, a las nuevas masas, que ya no se caracterizan por el censo, sino por una gen¨¦rica pertenencia com¨²n al universo de los valores medi¨¢ticos, y, por lo tanto, ya no son sensibles al argumento ideol¨®gico, sino al reclamo populista. El Polo se dirige, a trav¨¦s de la Liga, a la peque?a burgues¨ªa poujadista del norte; a trav¨¦s de Alianza Nacional a las masas marginadas del sur que desde hace cincuenta a?os votaban a los comunistas y neofascistas; y, a trav¨¦s de Forza Italia, a la misma clase trabajadora de entonces, que en gran parte asciende al nivel de la peque?a burgues¨ªa y que tiene sus mismos temores -ante la amenaza que viene de los nuevos lumpen- por sus propios privilegios; y adelanta las peticiones a las que puede responder un partido que haga suyas las consignas de cualquier movimiento populista: la lucha contra la criminalidad, la disminuci¨®n de la presi¨®n fiscal, la defensa ante el poder estatal y la capital, fuente de todo mal y corrupci¨®n, la severidad y el desprecio frente a cualquier comportamiento desviado.
No olvidemos que algunos de los argumentos con los que las personas tambi¨¦n de condici¨®n humilde manifiestan su atracci¨®n por Berlusconi son de molde populista. Los argumentos son que, siendo ¨¦l rico, no tendr¨¢ que robar (argumento que se basa en la identificaci¨®n inconsciente entre pol¨ªtico y ladr¨®n), el conflicto de intereses (a m¨ª, qu¨¦ m¨¢s me da que cuide de sus intereses, lo importante es que se ocupe tambi¨¦n de los m¨ªos, que son distintos a los suyos) y la persuasi¨®n m¨ªtica de que un hombre que ha sabido hacerse inmensamente rico tambi¨¦n puede distribuir bienestar al pueblo que gobierna (sin tener en cuenta que esto no ha ocurrido nunca ni con Bokassa ni con Milosevic). Hay que destacar que este convencimiento es t¨ªpico del teledependiente (quien se acerca a la retransmisi¨®n millonaria tiene muchas posibilidades de hacerse millonario), pero es una actitud que tiene sus ra¨ªces en creencias primitivas y quiz¨¢ arquet¨ªpicas. Pensemos en el culto del cargamento, fen¨®meno religioso que se ha manifestado entre las poblaciones de Ocean¨ªa desde el inicio del colonialismo hasta por lo menos el final de la II Guerra Mundial: como los blancos llegaban a sus costas, por barco o por avi¨®n, descargando comida y otras mercanc¨ªas (que obviamente serv¨ªan al invasor), nac¨ªa la espera mesi¨¢nica de un barco antes y de un avi¨®n de carga despu¨¦s que habr¨ªan llegado a llevar esos mismos bienes tambi¨¦n a los nativos.
Cuando se individualizan en el propio electorado estos impulsos profundos, se es un partido de masas, y se adoptan las consignas y t¨¦cnicas de cualquier partido de masas cl¨¢sico. Y quiz¨¢ uno de los pecados originales de la izquierda, hoy, es el de no saber aceptar del todo la idea de que el verdadero electorado de un partido que se considera reformista ya no est¨¢ hecho de masas populares, sino de clases emergentes y de profesionales del sector terciario (que no son pocos, siempre que se sepa que es a ellos y no a la m¨ªtica clase obrera a quienes hay que dirigirse). Por lo tanto, uno de los descubrimientos de esta campa?a electoral podr¨ªa ser que el pol¨ªtico m¨¢s 'comunista' de todos es probablemente Berlusconi. En realidad, las t¨¢cticas del antiguo comunismo y del 68 ser¨¢n las mismas, pero se ponen al servicio de un programa que puede irles bien a muchos estratos de la Confindustria, a los que en otros tiempos les fue bien el programa corporativista. En cualquier caso, adelante, pueblo.
Umberto Eco es novelista y semi¨®logo italiano.
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