Malraux, en la panza del buey
El viernes me llegaron un par de libros de Francia. El primero acaba de salir del horno: Services sp¨¦ciaux, Alg¨¦rie 1955-1957, del general Paul Aussaresses (?ditions Perrin). En segundo, Andr¨¦ Malraux, de Olivier Todd (Gallimard), lleva ya un par de semanas en las librer¨ªas.
Curiosa coincidencia. ?Por qu¨¦? Pues porque mientras el, a la saz¨®n, comandante Aussaresses torturaba en Argel bajo las ¨®rdenes de Massu, en la metr¨®poli, en Par¨ªs, y m¨¢s despu¨¦s de la publicaci¨®n por Jer?me Lindon (Les ?ditions de Minuit) de La question, de Henri Alleg, Malraux firmaba, junto a Roger Martin du Gard, Fran?ois Mauriac y Jean-Paul Sartre, una carta dirigida al presidente Ren¨¦ Coty en la que, en nombre de la declaraci¨®n de los derechos del hombre y del ciudadano, conminaban a los poderes p¨²blicos a 'condamner sans ¨¦quivoque l'usage de la torture, qui d¨¦shonore la cause qu'elle pr¨¦tend servir'.
Jaques Chirac est¨¢ que trina: acaba de aparecer en Francia un libro del general Paul Aussaresses en el que explica que torturaba en Argel por patriotismo
Esa carta se hac¨ªa p¨²blica a mediados de abril de 1958 (Le Monde, donde la le¨ª, la public¨® el 18 de abril). Dos meses despu¨¦s, Andr¨¦ Malraux era nombrado por De Gaulle 'ministre d¨¦l¨¦gu¨¦ ¨¤ la presidence du Conseil', encargado de Informaci¨®n. Malraux aspiraba a convertirse en ministro del Interior o de la Guerra, pero mejor era Informaci¨®n que nada. El 24 de junio, Malraux convoca a la prensa. Y como era de esperar, habla del tema tab¨², de la tortura. Y dice: 'Aucun acte de torture ne s'est produit ¨¤ ma connaissance, ni ¨¤ la v?tre, depuis la venue ¨¤ Alger du g¨¦n¨¦ral De Gaulle. Il ne doit pas s'en produire d¨¦sormais'. Jean Lacouture, bi¨®grafo de Malraux, en vida de Malraux, dir¨¢, con raz¨®n, que la 'connaissance' del ministro era insuficiente: la tortura no fue abolida en Argelia con la llegada al poder del general De Gaulle, tan s¨®lo se suaviz¨®, por un breve espacio de tiempo.
De todos modos, Malraux no dur¨® mucho como ministro de Informaci¨®n. Apenas un par de meses. En el Journal Officiel del 27 de julio de 1958, el flamante ministro de Informaci¨®n pasaba a ocuparse de 'l'expansion et du rayonement de la culture fran?aise'. Al parecer, los militares no quer¨ªan un ministro de Informaci¨®n que un d¨ªa se cargaba la tortura y el otro se callaba, se hac¨ªa el sordo, por amor hacia De Gaulle -la hija de Malraux, Florence, sol¨ªa decir de su padre: 'Il n'a aim¨¦ qu'une femme ¨¤ la folie, c'¨¦tait De Gaulle'.
El general Aussaresses es un torturador, un especialista en lo que se conoce como la guerra sucia, la m¨¢s sucia. Pierre Vidal-Naquet no se anda con bernardinas y (Le Monde, 3 de mayo) lo dice muy claro: 'Il faut prendre ce libre pour ce qu'il est, les m¨¦moires d'un assassin'. Chirac, presidente de la Rep¨²blica francesa, est¨¢ que trina. ?Qui¨¦n le manda a un general de 83 a?os, h¨¦roe de Indochina, comendador de la Legi¨®n de Honor, asumir por patriotismo -?por patriotismo!- sus torturas en Argelia? S¨ª, Chirac est¨¢ que trina. Porque, como jefe del ej¨¦rcito franc¨¦s, en virtud de su cargo, y como gran maestro de la orden de la Legi¨®n de Honor, tambi¨¦n en virtud de su cargo, le incumbe escandalizarse y tomar las medidas oportunas para que el general Aussaresses sea severamente amonestado y pierda, por el momento, el disfrute de los derechos -m¨¢s morales que otra cosa- que lleva consigo la concesi¨®n de la m¨¢s alta condecoraci¨®n de la Rep¨²blica francesa.
S¨ª, Chirac est¨¢ que trina. Pero en el fondo, en el fondo del fondo, hay algo que debe divertirle. En el libro del general Aussaresses se cuenta que cuando este buen hombre, a la saz¨®n comandante en Argel, torturaba por patriotismo, contaba con el benepl¨¢cito del, tambi¨¦n a la saz¨®n, ministro de Justicia de la Rep¨²blica francesa, Fran?ois Mitterrand, y de su hombre en la capital argelina, el juez Jean B¨¦rard, el cual maquillaba astutamente las torturas y los asesinatos de Aussaresses y sus sicarios convirti¨¦ndolos en rifirrafes y suicidios. En otras palabras, m¨¢s mierda para Mitterrand, que el 10 de mayo de 1981 -el pr¨®ximo jueves se cumplen 20 a?os- llegaba al poder en la Francia de los derechos del hombre y del ciudadano. Un Mitterrand educado en Vichy y curado en salud que, en su ocaso de aquellos d¨ªas, a?os de vino y de rosas -rojas-, le confesaba al periodista Jean-Pierre Elkabbach: 'La principale qualit¨¦ d'un chef d'?tat est l'indiff¨¦rence'.
Y qu¨¦ pinta, me preguntar¨¢n ustedes, con raz¨®n, Andr¨¦ Malraux, Georges-Andr¨¦ Malraux, nacido el 3 de noviembre de 1901 en Par¨ªs, 73 Rue Damr¨¦mont, al pie de la colina de Montmartre, y de cuyo nacimiento se celebra este a?o el centenario. Pues que mientras Aussaresses torturaba, Malraux no se callaba, pero cuando era otro el que torturaba y Malraux era ministro de Informaci¨®n, hac¨ªa como que no sab¨ªa, o se callaba, o -peor- dec¨ªa que no se torturaba. Como cuando, durante nuestra guerra civil, luchaba con la Rep¨²blica espa?ola, contra Franco, y silenciaba lo que los estalinistas hac¨ªan con Nin y el POUM.
Tras la muerte de De Gaulle, Pompidou, 'pour ne lui faire de la peine', dice Lacouture, no le propone ning¨²n ministerio a Malraux. Y Malraux, en el mes de enero de 1973, conversando con el propio Lacouture, le confiesa: 'Vous me voyez restant avec eux apr¨¨s le d¨¦part du g¨¦n¨¦ral? C'est comme si, ¨¤ la fin d'une guerre d'Espagne qu'on aurait gagn¨¦e, Negr¨ªn m'avait demand¨¦ de devenir colonel de la Guardia Civil!'.
Resumiendo: la mierda del patri¨®tico general Aussaresses salpica al presidente-rey sol, y rojo, Mitterrand, y de rebote salpica al golista presidente Chirac, que en 1996 mand¨® al Pante¨®n al revolucionario, estalinista y 'mirobolant' Malraux. Vive la France ¨¦ternelle! Para terminar, me gusta esa imagen p¨®stuma de Malraux coronel de la Guardia Civil de Negr¨ªn. S¨®lo que Malraux, el proteico Malraux, adem¨¢s de coronel en potencia -y en la realidad: se pon¨ªa los galones como quien se pone un echarpe, dice Todd-, era muy notable escritor. L'Espoir, pese a todas las infidelidades, pese a todas las estalinidades, sigue siendo un gran relato. ?Novela, cr¨®nica? Qu¨¦ m¨¢s da. La verdad, no me imagino a Malraux como coronel de la Guardia Civil de Negr¨ªn. Mejor est¨¢ en el Pante¨®n, que viene a ser como estar en la panza del buey catal¨¢n. Donde no hace ni fr¨ªo ni calor.
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