?Cambiamos de voto?
Como los sondeos de intenci¨®n de voto parecen encontrarse siempre con serias dificultades para acercarse a la respuesta, les propongo un juego para saber si cambiaremos de voto. El juego consiste en lo siguiente: utilicen un folio en blanco y traten de hacer tantos palotes como les sea posible. Tienen diez segundos. Pero antes de empezar piensen cu¨¢ntos palotes ser¨¢n capaces de hacer en esos diez segundos y an¨®tenlo. Ahora hagan los palotes. Una vez pasados los diez segundos, piensen cu¨¢ntos creen que han hecho y an¨®tenlo tambi¨¦n. Por ¨²ltimo, cuenten los palotes que ha hecho de verdad. Si repiten esta secuencia al menos diez veces, ver¨¢n que existen diferencias entre lo que pensaban conseguir, entre lo que creen que han hecho y lo que realmente han conseguido hacer. Hay personas que tienden a pensar que har¨¢n menos de lo que realmente hacen; son los que tienen miedo al fracaso. Esperan hacer pocos palotes y as¨ª es seguro que conseguir¨¢n hacer m¨¢s de lo esperado. Una estrategia que asegura el ¨¦xito. Otros, por el contrario, tienden a exagerar sus posibilidades y dicen que har¨¢n muchos m¨¢s palotes de lo que realmente consiguen hacer. A estas personas les falla la percepci¨®n de la situaci¨®n, perciben mal el ambiente. Son maximalistas y valoran exageradamente sus capacidades. Y los hay tambi¨¦n del otro lado, los pesimistas y con una mala valoraci¨®n de s¨ª mismos. Son los que dicen haber hecho menos palotes de los que realmente han hecho. En cierto modo, son como los maximalistas, salvo que a estos lo que les traiciona es la mala percepci¨®n de s¨ª mismos.
?Cu¨¢ntos palotes esperan conseguir los partidos pol¨ªticos en las pr¨®ximas elecciones vascas? Las expectativas de lo que podr¨ªa cambiar, el recuerdo de conductas pasadas y la conducta actual se acerca mucho al juego que comentamos: son los palotes que esperamos hacer, los que creemos haber hecho y los que de verdad hemos conseguido realizar. Algunos ciudadanos, quiz¨¢ por miedo a equivocarse, no esperan grandes cambios en su juicio pol¨ªtico, otros exageran sus posibilidades de variar, y algunos otros no tienen conciencia de los cambios que realmente han realizado. Los primeros necesitan sentir que tiene influencia y eficacia pol¨ªtica, los segundos exageran su eficacia y perciben mal el ambiente y situaci¨®n pol¨ªtica, mientras que los ¨²ltimos fracasan en su grado de realismo, se perciben mal a s¨ª mismos.
Pues bien, cuando se tienen en cuenta esas tres fuentes de informaci¨®n y generalizamos los diferentes comportamientos individuales, nos encontramos con un perfil caracter¨ªstico de comportamiento pol¨ªtico. El votante parece guiarse por un impulso o necesidad b¨¢sica de mantener una alta consistencia pol¨ªtica. El votante tiende a infravalorar el cambio de sus decisiones pol¨ªticas. Normalmente no ve excesivas posibilidades de cambiar su juicio e intenciones pol¨ªticas, cuando la verdad es que cambia m¨¢s de lo que dice. A¨²n m¨¢s, es tal la necesidad de consistencia que es bastante deficiente el recuerdo de los cambios anteriores. Es decir, que recuerda poco los vaivenes que realiz¨® en el pasado. En definitiva, el ciudadano espera cambiar menos de lo que realmente ocurre y no recuerda bien los cambios que se produjeron en ocasiones anteriores.
Podemos aventurar si este principio de consistencia pol¨ªtica del votante se confirma en el h¨¢bito pol¨ªtico del votante vasco. Las fuentes de informaci¨®n sobre lo que espera cambiar, lo que cambia de verdad y los cambios que ha realizado en ocasiones anteriores se obtienen a partir de la evoluci¨®n de las elecciones vascas, los sondeos de intenci¨®n y el voto real.
Las posiciones de los principales partidos ya nos indican algunos puntos de partida iniciales sobre las posibilidades de cambio en las elecciones vascas. Mientras que el PP adopta la postura maximalista, indicando y mencionando continuamente las posibilidades de cambio, la necesidad de dar un giro en la pol¨ªtica vasca, los partidos nacionalistas y sus m¨¢ximos representantes lanzan el mensaje de no cambiar, de seguir actuando como vienen haci¨¦ndolo hasta ahora. El dirigente de EH, Otegi, en una reciente rueda de prensa apel¨® a continuar dando la cara y hacer frente a las tendencias no nacionalistas, como se hizo ante el franquismo o en el ¨²ltimo Aberri Eguna. Ibarretze ironizaba sobre el 'cambio alav¨¦s' del que habla el PP. Apela a la experiencia previa y recuerda que en 20 a?os han seguido la misma l¨ªnea de ac-tuaci¨®n. Por el contrario, el partido socialista escapa al problema y plantea abiertamente la necesidad de que cambien otros, sobre todo el discurso y las reivindicaciones de los partidos nacionalistas. Si los respectivos militantes siguen las directrices de sus partidos, habr¨ªa que empezar a pensar en que los cambios m¨¢s viables, a fecha de hoy, se producir¨¢n sobre todo en los partidos nacionalistas. Son precisamente aquellos que esperan cambiar poco, los que en realidad m¨¢s cambian, mientras que los que ven grandes posibilidades de cambios, los que tienen altas expectativas y esperanzas suelen obtener resultados m¨¢s bajos de los esperados. Son las posiciones iniciales las que marcan el realismo de los juicios. Los que m¨¢s radicalizan sus posturas tienden a cambiar menos de lo que dicen.
El perfil del votante nacionalista parece necesitar de esa percepci¨®n de constancia, recuerda mal sus cambios pol¨ªticos del pasado y no parece dispuesto a variar su juicio pol¨ªtico. Y mientras la necesidad imperiosa de saberse y sentirse eficaces domina el terreno de los socialistas, que desconfiando de s¨ª mismos apelan al cambio en los dem¨¢s, el Partido Popular amparado en el ¨¦xito apuesta por el cambio, claro que puede verse traicionado si contin¨²a confundiendo informaci¨®n pol¨ªtica con informaci¨®n emocional. Raz¨®n y deseo van juntos, pero hay que saber distinguirlos.
Unos y otros, por una vez, deben aprender del silencio de los votantes. Leer en su silencio, detenerse y valorar si deben animar sus posibilidades de cambio o, por el contrario, recordarles lo que hicieron en elecciones anteriores, porque es en ese juego de fuerzas donde el ciudadano est¨¢ tejiendo su decisi¨®n actual. Entre la memoria y las posibilidades actuales anda el juego. Y hoy, siguiendo los sondeos de intenci¨®n de voto y la evoluci¨®n de las elecciones vascas, unos, los abertzales y peneuvistas, se olvidan de los cambios que han experimentado y otros, los populares, exageran los que pueden conseguir. Mientras tanto, los socialistas esperan que el cambio se produzca en los dem¨¢s.
Adela Garz¨®n es directora de la revista Psicolog¨ªa Pol¨ªtica. garzon@uv.es
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