La ministra y la frase del Rey
La entrevista de Arcadi Espada a la ministra de Cultura, Pilar del Castillo, publicada en el suplemento Domingo de este peri¨®dico el pasado 6 de mayo, me ha dejado entre perplejo e indignado. Conozco a Pilar del Castillo desde hace a?os, he compartido con ella aventuras pol¨ªticas en Bandera Roja y el Partido Comunista y, aunque ahora estemos en posiciones pol¨ªticas radicalmente diferentes, la aprecio como una persona sensata e inteligente. Pero sus respuestas a dos interrogantes muy serios sobre el Gobierno del PP, o sea, el l¨ªo en que metieron al Rey sobre la historia y el poder¨ªo de la lengua castellana y los miserables plagios del nuevo director de la Biblioteca Nacional, Luis Racionero, son un ejemplo demasiado f¨¢cil de echar balones fuera. Y, por encima de todo, est¨¢ esa tremenda frase de 'habr¨ªa que ver cu¨¢ndo se ha prohibido una lengua en Espa?a'. Y esta otra: 'El debate originado en torno a la frase del Rey (...) tiene que ver con las aspiraciones pol¨ªticas de las ¨¦lites nacionalistas'.
En cuanto a la primera frase le puedo dar algunas pistas que me conciernen personalmente,como a tantos millones de personas. En mi pueblo, Mollet del Vall¨¦s, en un fr¨ªo d¨ªa de enero de 1939, entraron unas tropas espa?olas, italianas y marroqu¨ªes, despu¨¦s de unos duros bombardeos protagonizados por aviones alemanes, y aquella misma tarde se llam¨® a toda la gente superviviente a asistir a una reuni¨®n en la plaza Mayor. En el balc¨®n aparecieron unos se?ores, todos ellos catalanohablantes, que nos dijeron en castellano que ahora mandaban ellos y que por orden del mando militar el uso p¨²blico de la lengua catalana quedaba totalmente prohibido. A los pocos d¨ªas se public¨® en Barcelona un bando en el que se advert¨ªa a los funcionarios p¨²blicos de que todos los que fuesen sorprendidos hablando o escribiendo en catal¨¢n ser¨ªan inmediamente expulsados de sus cargos. Unas semanas despu¨¦s se reabrieron los colegios y lo primero que se nos dijo, en castellano, fue que el catal¨¢n estaba totalmente prohibido dentro de las aulas y que los que fuesen sorprendidos hablando en catal¨¢n ser¨ªan castigados. Y en seguida empezamos a o¨ªr aquello de 'h¨¢blame en cristiano' cuando se nos escapaba una frase o una palabra en catal¨¢n ante un funcionario, un polic¨ªa o un maestro inflexible. A m¨ª, como a tantos otros, me toc¨® hablar en cristiano muchas veces, y todav¨ªa no se me han olvidado las humillaciones que recib¨ª.
Esto no ocurr¨ªa s¨®lo en mi pueblo, sino en toda Catalu?a, como ya hab¨ªa ocurrido en las Baleares, como ocurrir¨ªa poco despu¨¦s en Valencia y como tambi¨¦n hab¨ªa ocurrido en Vizcaya y Guip¨²zcoa con la lengua vasca. Claro que luego nos rebelamos y hubo mucha gente que batall¨® en la clandestinidad o en su mesa de trabajo para mantener las ra¨ªces de la lengua condenada. Claro que habl¨¢bamos en catal¨¢n en privado y, poco a poco, en p¨²blico. Claro que, a trancas y barrancas, se editaron algunas revistas y bastantes libros. Claro que la aparici¨®n o la reaparici¨®n de grandes poetas y escritores o el surgimiento de nuevos cantantes dieron un fuerte impulso a la literatura y a la canci¨®n en catal¨¢n. Pero todo esto ocurr¨ªa en una semiclandestinidad en la que nunca se sab¨ªa si seguir¨ªamos adelante o nos cortar¨ªan el paso. Un ejemplo bien claro es que en la Universidad y en las escuelas, los profesores y maestros, yo entre ellos, no conseguimos dar una clase oficial en catal¨¢n hasta 1976, unos meses despu¨¦s de la muerte de Franco.
En cuanto a la segunda frase de la ministra, creo que no tiene respuesta sin una seria reflexi¨®n sobre el papel de la Corona en la pol¨ªtica actual. Uno de los cambios fundamentales aportados por la Constituci¨®n de 1978 fue la creaci¨®n de una monarqu¨ªa que romp¨ªa con las anteriores y se convert¨ªa en una monarqu¨ªa parlamentaria moderna, pr¨®xima a las monarqu¨ªas escandinavas, o sea, con un monarca que reina pero no gobierna. Precisamente por esto, a nuestra monarqu¨ªa no se la debe llevar a terrenos que no son los suyos, y menos en nombre de programas pol¨ªticos del partido que ejerce el gobierno. Creo sinceramente que, desde la primera victoria electoral del PP, este equilibrio vacila y corre el riesgo de romperse. Recuerdo como un primer paso en esta l¨ªnea aquella frase de Aznar sobre un posible viaje del Rey a Cuba: 'El Rey ir¨¢ cuando corresponda', es decir, cuando yo lo diga. Creo que desde entonces ha habido demasiados desplantes, en los que se mezclaron y se mezclan el estilo despectivo del propio Aznar y un af¨¢n de ¨¦ste para dejar claro que quien manda es ¨¦l y su Gobierno, y no la Corona.
Me gustar¨ªa que el episodio de la referencia al idioma espa?ol en el discurso del Rey no fuese m¨¢s que un desliz, pero la frase de la ministra de Cultura me demuestra que no es as¨ª, desgraciadamente. Decir, como dice, que la dura reacci¨®n contra el discurso real se debe a '... las aspiraciones pol¨ªticas de las ¨¦lites nacionalistas' no s¨®lo es falsa, sino tambi¨¦n provocadora. Es falsa porque contra el discurso se ha movilizado mucha gente que no tiene nada de nacionalista. Pero, sobre todo, es provocadora y peligros¨ªsima porque hace entrar al Rey en la querella electoral de Euskadi como si fuese un valedor del Partido Popular.
En una monarqu¨ªa moderna, introducir al monarca en la confrontaci¨®n pol¨ªtica es nefasto para la estabilidad del sistema, porque no s¨®lo es rebajar la dignidad de la Corona, sino tambi¨¦n quebrar su estabilidad como instituci¨®n. Cuando en 1982 el PSOE gan¨® las elecciones generales por mayor¨ªa absoluta, se produjo una situaci¨®n in¨¦dita en la historia de nuestro pa¨ªs: era la primera vez que un partido de izquierda gobernaba en una monarqu¨ªa. Pero el experimento funcion¨® y con ¨¦l aument¨® la estabilidad pol¨ªtica del pa¨ªs. Y ser¨ªa tr¨¢gico que con un Gobierno de derecha esa estabilidad se debilitara por maniobras de bajo techo.
Dicho todo esto, el lector entender¨¢ que no me detenga ni un segundo m¨¢s a discutir el ¨²ltimo de los temas, a saber: la dignidad o la indignidad de Racionero como director de la Biblioteca Nacional. S¨®lo me preocupan dos cosas. La primera es que el nuevo director tenga a su disposici¨®n tantos libros para plagiar que no pueda ocuparse de hacer funcionar la instituci¨®n. La segunda es que la ministra pueda avalar sin pesta?ear un asunto tan cutre.
Jordi Sol¨¦ Tura es senador por el PSC-PSOE.
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