Merecen nuestra solidaridad

Ah¨ª est¨¢n, acampados en el Paseo de la Castellana, enfrente del Ministerio de Ciencia y Tecnolog¨ªa. Los d¨ªas y las noches pasan para ellos, y las semanas, y los meses, la lluvia se precipita sobre las tiendas de pl¨¢stico que no les defienden de las peores agresiones de la intemperie, el fr¨ªo de la madrugada les despierta de sue?os inquietos que no restituyen las energ¨ªas de sus cuerpos exhaustos. Nada de esto ha podido vencer hasta ahora la f¨¦rrea voluntad que anima a estos hombres. Vendr¨¢n los grandes calores de Madrid y, de ser necesario, all¨ª seguir¨¢n, a la espera de que la justicia y el respeto les pidan perd¨®n, por haber tardado tanto y por haberles abandonado. Son los trabajadores de Sintel, v¨ªctimas de la antihumana l¨®gica capitalista que convierte las personas en material de desecho.

A su vez, las mujeres y las hijas de estos hombres ya llevan m¨¢s de cien d¨ªas encerradas en la catedral de la Almudena, empe?adas en la misma lucha, tan firmes como sus maridos y sus padres. Esperan, tambi¨¦n ellas, que el respeto y la justicia se manifiesten al fin, como ¨²nica compensaci¨®n aceptable en pago de las pruebas de dignidad individual y colectiva que, d¨ªa tras d¨ªa, nos vienen dando. Merecen nuestra solidaridad. Generosa. Total.