Votos contra el terror
S¨®lo los vascos votan hoy, pero todos los espa?oles est¨¢n concernidos por lo que se juega en Euskadi. As¨ª lo vino a recordar ETA ayer con su brutalidad habitual: apenas dos horas despu¨¦s de que un orador enfurecido protestase por la dimensi¨®n espa?ola que han adquirido las elecciones vascas, ETA hac¨ªa estallar un coche bomba en el centro de Madrid.
Los terroristas se atribuyen el derecho a asesinar a cualquiera, y quieren que quede claro que quien les vote avala esa pretensi¨®n; no les interesa otra clase de votos. Raz¨®n de m¨¢s para que los vascos respondan llenando las urnas de papeletas contra el terror. Frente al intento de ETA de relativizar el papel del voto y de deslegitimar a las instituciones, lo decente es legitimarlas ejerciendo el derecho al voto, y hacerlo en favor de las formaciones que cada cual juzgue m¨¢s eficaces para acabar con el sistema de coacci¨®n organizado en torno a ETA.
Cualquiera que sea el resultado que salga de las urnas, la responsabilidad primera de los pol¨ªticos vascos ser¨¢ intentar agrupar el m¨¢ximo de fuerzas democr¨¢ticas para hacer frente a ETA y garantizar la libertad de todos los ciudadanos. Los electores deciden qui¨¦n participar¨¢ en esa tarea desde el Gobierno y qui¨¦n desde la oposici¨®n, es decir, qui¨¦n tendr¨¢ la responsabilidad de liderar, y sobre qu¨¦ bases, el intento de recomponer la unidad democr¨¢tica. De una manera muy concreta, ello supone optar entre convalidar o censurar al Gobierno de Ibarretxe. Es decir, entre la continuidad del Gobierno nacionalista o la alternancia. Que ambas posibilidades aparezcan como veros¨ªmiles es ya una novedad indicativa de los cambios producidos en la sociedad vasca. Ning¨²n partido tiene un derecho inmanente a gobernar, haga lo que haga y diga lo que diga.
Se juzga lo hecho por el Gobierno de Ibarretxe, que naci¨® en la estela del Pacto de Lizarra. El lehendakari en funciones se ha esforzado en los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a en distanciarse de EH. Su compromiso de no contar con los votos del brazo pol¨ªtico de ETA para su investidura es demasiado solemne como para ponerlo en duda. Aunque fue un compromiso arrancado, y precisamente para puntualizar a Arzalluz, que hab¨ªa sembrado la duda. Evitar que EH tenga la llave de la gobernabilidad del Pa¨ªs Vasco deber¨ªa ser un compromiso posible entre las fuerzas democr¨¢ticas, cualquiera que sea el resultado electoral.
Ibarretxe ha dicho que, si es reelegido, su primera iniciativa ser¨¢ convocar a los partidos para iniciar un di¨¢logo por la paz. El problema es que, si las bases de ese di¨¢logo son las de su programa electoral, obtendr¨¢ la misma respuesta que en la anterior legislatura. Los partidos que aspiran a encarnar la alternancia sostienen que la ¨²nica posibilidad de restaurar el consenso pasa por la aceptaci¨®n del marco definido por la Constituci¨®n y el Estatuto. A su favor est¨¢ la evidencia de que el intento de Lizarra supuso en la pr¨¢ctica pasar de un consenso del 80% a una divisi¨®n en dos mitades incomunicadas. Reconocer el fracaso de Lizarra, como exigen socialistas y populares al PNV, no pasa tanto por una autocr¨ªtica sobre las intenciones como por admitir que no hay una salida al terrorismo en t¨¦rminos de cambiar paz por objetivos pol¨ªticos. Sobre todo cuando tales objetivos implican que los no nacionalistas hagan suyo el programa nacionalista.
Izquierda Unida se presenta como la alternativa a los dos frentismos, pero lo que ha hecho hasta ahora ha sido avalar uno de los frentes, el nacionalista de Lizarra. Es algo ingenuo suponer que su presencia en ese foro bastaba para redimirle de sus contenidos excluyentes. En su descargo s¨®lo pueden alegar que ellos desconoc¨ªan la existencia de un pacto previo entre los nacionalistas y ETA. ?sa era una carta no visible en 1998. Ahora todas est¨¢n a la vista y nadie podr¨¢ alegar ignorancia sobre lo que est¨¢ en juego.
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