?Todo por el progreso!
Aquel tipo estaba estupefacto. En el breve trayecto que separaba la gran urbe de la peque?a ciudad de provincias, poco m¨¢s de una hora en el autob¨²s de l¨ªnea, no menos de una docena de veces unas musiquillas rid¨ªculas o unos pitidos estridentes procedentes del nuevo invento que causaba furor hab¨ªan dejado paso a conversaciones de distinto pelaje que invariablemente comenzaban con una explicaci¨®n geogr¨¢fica: 'Estoy en Villatempujo', 'Ya estamos en Matilla del Ajete', 'Acabamos de salir de Torre Donmelones'.
A continuaci¨®n, y ya puestos en faena, el ejecutivo sentado a su derecha, sinti¨¦ndose incapaz de esperar a llegar a casa para continuar su trabajo, hac¨ªa sesudos comentarios sobre reuniones inaplazables y gestionaba sus negocios y sus citas mientras la jovencita del asiento de atr¨¢s explicaba con todo desparpajo a su interlocutor al otro lado de las ondas que verdaderamente no hab¨ªa derecho a que Pepita la llamara gorda delante del novio de Piluca. En un momento dado, pitidos, musiquillas, todo tipo de comentarios, llenaban el limitado habit¨¢culo del autob¨²s de l¨ªnea. Hab¨ªa tambi¨¦n individuos que prefer¨ªan hacer m¨¢s llevadero el trayecto acopl¨¢ndose unos artilugios a los pabellones auriculares escuchando un chunda-chunda machac¨®n; dichos artefactos, otro prodigio de la tecnolog¨ªa, no deb¨ªan de estar bien dise?ados, sin embargo, pues, siendo su cometido te¨®rico que el sujeto que los portara pudiese descerebrarse solo si as¨ª lo deseaba, el zumbido chirriante que produc¨ªa pod¨ªa percibirse a metros de distancia. Por su parte, el conductor, queriendo aportar su granito de arena al fenomenal guirigay, entreten¨ªa al respetable con la radio, que durante toda aquella hora daba cumplida cuenta de las haza?as sin igual de sufridos personajes del mundo del balompi¨¦. Aquel tipo amaba el silencio y en su ingenuidad hab¨ªa imaginado que podr¨ªa dedicar aquella hora de viaje a leer el libro que acababan de regalarle. Pronto desisti¨®. La ira cedi¨® paso al estoicismo y se pregunt¨® si todo eso era un precio que exig¨ªa el progreso. Porque, ante el progreso, ya se sabe, ?todo por el progreso! Lleg¨® a la conclusi¨®n de que aquellos cacharros no ten¨ªan la culpa y que seguramente habr¨ªan de ser muy ¨²tiles en determinados momentos. Se dijo que se necesita un m¨ªnimo de inteligencia, sentido com¨²n, sentido del pudor y de la intimidad y unas gotitas de sensibilidad para con los dem¨¢s hasta para manejar esos inocentes aparatos.
Y lleg¨® a la conclusi¨®n de que la tecnolog¨ªa est¨¢ convirtiendo a muchos en aut¨¦nticos papanatas.-
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