La conciencia de defensa en Catalu?a
El ministro de Defensa, Federico Trillo-Figueroa, afirm¨® la pasada semana en Barcelona, durante las jornadas sobre seguridad y defensa euroatl¨¢ntica, que Catalu?a carec¨ªa de una cultura de la Defensa y record¨® las manifestaciones de rechazo que se dieron con motivo del desfile de las Fuerzas Armadas del pasado a?o o el amplio eco que han tenido en Catalu?a los movimientos antimilitaristas de objetores e insumisos. La falta de aprecio a las necesidades de la Defensa Nacional o los lamentos por el escas¨ªsimo n¨²mero de j¨®venes catalanes que solicitan ingresar en el ej¨¦rcito profesional es un reproche que repite el actual ministro, pese a que entre sus predecesores en el cargo ha tenido tres ministros catalanes o de familia originaria de Catalu?a: Alberto Oliart Sausols, Narc¨ªs Serra y Eduardo Serra.
?A qui¨¦n le extra?a que Catalu?a encabezara el movimiento de rechazo a la mili, m¨¢s cuando hay un antimilitarismo hist¨®rico con episodios como las revueltas contra las quintas y la misma Semana Tr¨¢gica?
Evidentemente el ministro Trillo no descubre hoy nada nuevo cuando lamenta el poco inter¨¦s que lo militar genera en Catalu?a, cuna de los movimientos de objetores, o se queja que de Catalu?a no surjan apenas soldados profesionales cuando fue CiU la que hace cinco a?os forz¨® al PP a acelerar la profesionalizaci¨®n del ej¨¦rcito. Pero Trillo deber¨ªa preguntarse los motivos de este rechazo. Un rechazo a lo militar en Catalu?a que, en cierta manera, tambi¨¦n se ha dado en el resto de Espa?a. Si analizamos el mensaje y las ideas de los movimientos pacifistas y antimilitaristas de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas y lo comparamos con el de colectivos de objetores e insumisos de otros pa¨ªses de Europa veremos la peculiaridad del caso espa?ol, cuya mili muri¨® por falta de quintos y el auge de la objeci¨®n. El discurso de estos movimientos en Holanda o Alemania hace veinte a?os era en parte distinto al que surg¨ªa en Espa?a. En pa¨ªses europeos donde los soldados pod¨ªan sindicarse, cobraban un sueldo y sus derechos eran respetados, se incid¨ªa sobre todo en el rechazo a los bloques militares y la carrera de armamentos. En Espa?a, en cambio, hab¨ªa un rechazo mucho m¨¢s visceral a un ej¨¦rcito que ten¨ªa un pasado concreto, unas ideas que no evolucionaban suficientemente y un alto ¨ªndice de malos tratos y novatadas. Recuerdo que tanto en la d¨¦cada de 1970 como en la de 1980 conoc¨ª j¨®venes catalanes que iban a la mili sin un especial sentimiento nacionalista catal¨¢n, y volv¨ªan de Melilla, Madrid o Andaluc¨ªa convertidos a un independentismo visceral surgido a costa de sentir una y otra vez de sus mandos comentarios poco agradables sobre Catalu?a y la lengua catalana. ?A qui¨¦n le extra?a que Catalu?a encabezara el movimiento de rechazo a la mili, m¨¢s cuando hay un antimilitarismo hist¨®rico con episidios como las revueltas contra las quintas y la misma Semana Tr¨¢gica?
Lo que s¨ª tiene fuerza en Catalu?a es la concepci¨®n del intervencionismo humanitario. Aqu¨ª es donde se produjeron mayores manifestaciones contra el genocidio de Bosnia, y fue la comunidad que m¨¢s ayuda humanitaria aport¨®. Aunque Trillo tal vez no lo recuerde, el primer convoy de ayuda humanitaria que entr¨® en Pristina junto con las tropas de la OTAN el 11 junio de 1999, fue el procedente de Barcelona y Catalu?a. Y mucha de la investigaci¨®n sobre paz y conflictos que se ha hecho en Espa?a proviene de Catalu?a con instituciones como la Universitat per la Pau de Sant Cugat del Vall¨¨s o investigadores como Vicen? Fisas. Es cierto que pocos j¨®venes catalanes solicitan entrar a formar parte de las tropas profesionales, pero la causa de ello no est¨¢ en la indolencia de la sociedad catalana sino en un pasado cercano.
Xavier Rius-Sant es periodista y autor de varios libros sobre el servicio militar y la objeci¨®n.
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