La Barcelona roja de 1936
Hay libros que llegan con un considerable retraso, pero que, por suerte, acaban llegando. ?ste es el caso del Cuaderno rojo de Barcelona, de la brit¨¢nica de origen australiano Mary Low, que Alikornio Ediciones acaba de publicar. Se trata de un libro escrito por una militante trotskista entre agosto y diciembre de 1936, de un libro de alguien que quiso dejar testimonio de una Barcelona revolucionaria y que, lejos de fijarse en los grandes hechos hist¨®ricos, lo hizo fij¨¢ndose en los peque?os detalles, en la vida cotidiana. A trav¨¦s de los ojos y de las palabras de Mary Low, la ciudad de Barcelona aparece, en 1936, como una capital roja en la que los taxis han sido suprimidos, en la que los camareros no admiten propinas, en la que los anarquistas han emprendido una cruzada contra los sombreros y en la que los organillos tocan machaconamente La Internacional.
Se acaba de publicar 'El cuaderno rojo de Barcelona', memorias de guerra de la miliciana trotskista brit¨¢nica Mary Low
Mary Low describe en su Cuaderno rojo la llegada de los hombres que regresan del frente de Arag¨®n, 'la corriente de simpat¨ªa que flotaba en el aire' y 'la bronca cortes¨ªa, una correcci¨®n nacida del sentimiento de igualdad'. Habla tambi¨¦n con detalle de un mitin en el viejo teatro Price, con los palcos a rebosar y un p¨²blico de lo m¨¢s receptivo, la mayor¨ªa con el uniforme de los milicianos. Merece especial atenci¨®n, por su testimonio de primera mano, el retrato que hace de la intervenci¨®n de Andreu Nin (1892-1937): 'Nin se puso en pie. Era un hombre corpulento, no muy alto y fornido. Llevaba una guerrera azul de miliciano, y eso y su pelo rizado le daban un aire juvenil y entusiasta, inclinado sobre la mesa, con un pu?o fuertemente apoyado en ella y la otra mano agit¨¢ndose en el aire. Al principio, las aclamaciones se o¨ªan por encima de su voz, ahog¨¢ndola, pero cuando por fin se hizo el silencio, se escucharon sus palabras, profundas y potentes. Nin hablaba como el hombre de la calle. No le hab¨ªa escuchado jam¨¢s floritura alguna en sus frases. Pasa de una idea a otra ordenadamente, y te las machaca, y toda su eficacia se basa en la simplicidad y el aplomo con que las expresa (...). La gente reacciona apasionadamente a los discursos de Nin. Su pasado en Rusia avala sus palabras y las respalda'.
En el cap¨ªtulo titulado Un d¨ªa completo, Low ofrece una excelente visi¨®n de un d¨ªa normal en la vida de una ciudad revolucionaria. 'Las ma?anas eran vivificantes y hermosas', escribe, 'y el fresco de la noche se posaba sobre las baldosas de las habitaciones. En la cocina se serv¨ªan tazas de caf¨¦, y en el bar de milicianos de enfrente del local, bocadillos de pescado o de longaniza'. Habla tambi¨¦n Low de los vales que se repart¨ªan para el almuerzo ('todo el mundo pod¨ªa comer en Barcelona'), de las emisiones de radio y de la vida de caf¨¦, donde los camareros afirmaban que no aceptaban propinas y donde 'adviertes con alivio y deleite que la vieja costumbre de arrastrarse a cambio de calderilla y el servilismo que eso comportaba se han acabado para siempre'. Los limpiabotas tampoco aceptaban propinas y mostraban orgullosos su carnet del sindicato. Tambi¨¦n describe Mary Low el ambiente de los caf¨¦s de Barcelona: del Oriente, del Autom¨¤tic, del Euskadi, del American Bar y del Moka, 'del que se dec¨ªa que estaba lleno de fascistas camuflados' y adonde iban a tomar el sol y contemplar La Rambla los milicianos que regresaban del frente.
En primera persona, exhibe Mary Low sus logros revolucionarios y habla de cuando 'tomamos' el Banco de Catalu?a y el Museo de la Virreina, 'que no conten¨ªa m¨¢s que cuadros horribles, a cual m¨¢s ins¨ªpido y bochornoso'. Escribe tambi¨¦n con orgullo de la liberaci¨®n de las mujeres de Barcelona y de la norma impuesta por Andreu Nin, entonces consejero de Justicia, en los certificados matrimoniales. Un p¨¢rrafo dedicado al marido dec¨ªa textualmente: 'Deber¨¢s recordar que tu mujer va al matrimonio en tanto que tu compa?e-ra, con los mismos derechos y privilegios que t¨²'.
Una de las quejas de Low en medio de su fervor revolucionario va en contra de los 'burgueses' de la Generalitat, a quienes acusa de caer en la burocracia y en el viejo vicio del 'vuelva usted ma?ana'. 'No he venido a la revoluci¨®n para esperar en las antesalas', llega a echarles en cara. Y a?ade como cr¨ªtica que en la Generalitat, en vez de regir el 'camarada' que se oye en las calles, se tiene que tratar de 'usted' a todo el mundo. Low tiene palabras elogiosas, sin embargo, para Jaume Miravitlles, 'consejero de Propaganda', con quien trabaj¨® durante un tiempo. Y tambi¨¦n para el poeta franc¨¦s Benjamin P¨¦ret, con el que coincidi¨® en Barcelona.
Otro hecho hist¨®rico del que fue testigo Mary Low es el entierro del anarquista Buenaventura Durruti, muerto por un francotirador en la ofensiva sobre Madrid. All¨ª comenta algunas an¨¦cdotas 'c¨®micamente aut¨®ctonas', como que 'el hoyo que hab¨ªan cavado era demasiado peque?o para el ata¨²d', y se burla de una pancarta de Esquerra Republicana de Catalunya. Un compa?ero trotskista llamado Arquer llega a comentar: '?Querido hermano, dicen! Los de Esquerra Republicana tienen suerte de estar en su funeral, y no en otra parte. De estar vivo, ¨¦l mismo les hubiera respondido con una ametralladora'.
Mary Low se march¨® de Barcelona, con su Cuaderno rojo, en diciembre de 1936. 'Quedaba una guerra por ganar', escribe, 'pero a nosotros lo que nos interesaba era la revoluci¨®n. Daba la sensaci¨®n de que la hab¨ªan congelado'. Muchos a?os despu¨¦s, seg¨²n indica Agust¨ªn Guillam¨®n en el pr¨®logo de Cuaderno rojo de Barcelona, Low es una anciana de cerca de 90 a?os que vive en Miami, despu¨¦s de que en 1964 huyera de Cuba, desenga?ada de la revoluci¨®n de Fidel Castro. Su Cuaderno rojo, en cualquier caso, queda como un excelente testimonio de aquella Barcelona que, en 1936, a¨²n cre¨ªa en una revoluci¨®n que no fuera solamente de palabras y discursos, sino que afectara tambi¨¦n a las personas, al vivir de todos los d¨ªas.
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