La verdadera paz
En una vieja pel¨ªcula de Joshua Logan, La leyenda de la ciudad sin nombre, un predicador enumeraba exhaustivamente los vicios que reinaban en aquel poblado del Oeste y cerraba su alocuci¨®n con una pregunta dirigida a sus habitantes: '?Quer¨¦is ir al cielo o al infierno?'. 'Al infierno', respond¨ªan a coro. Algo de eso ha sucedido en la reciente campa?a electoral vasca. Los partidos constitucionalistas, que bien pudieran haber elegido la etiqueta de estatutistas, describieron ante el electorado el conjunto de horrores que la mezcla de terrorismo y de nazismo hab¨ªa sembrado en la sociedad vasca, en tanto que el Gobierno de Ibarretxe miraba hacia otro lado y acababa siempre enfrent¨¢ndose a quienes denunciaban la situaci¨®n. Ten¨ªan aqu¨¦llos sobradas razones para decir lo que dijeron, cuando desde el Gobierno nacionalista se frenaba la labor de la propia polic¨ªa y se insist¨ªa en mantener unos objetivos pol¨ªticos comunes con los etarras: la Gran Euskal Herria. Pero una cosa es el fundamento de una cr¨ªtica y otra suponer que va a ser asumida mayoritariamente, sobre todo si se presenta con un ropaje antinacionalista que favorece la tendencia habitual del PNV a actuar como fortaleza sitiada. En un partido a balonazos, sus posibilidades de victoria fueron mucho mayores.
Adem¨¢s, por debajo de los medios de comunicaci¨®n de masas, operaba el control nacionalista de unas tupidas redes de sociabilidad, impregnadas del mensaje maniqueo seg¨²n el cual el triunfo del PP, con el PSOE de comparsa, era el regreso del fascismo y de lo espa?ol. Pero sobre todo Ibarretxe vino a recordar a muchos vascos que viv¨ªan muy bien, con el correlato escondido de que las v¨ªctimas eran s¨®lo de un color. 'Nosotros' estamos de maravilla; en todo caso el infierno es para 'ellos' y por eso mejor olvidarse de ¨¦l. ?nicamente los pol¨ªticos espa?oles y los intelectuales empe?ados en denunciar el terror eran los culpables de 'la crispaci¨®n'. Siniestro, pero eficaz.
Porque una cosa es compadecer a las v¨ªctimas y otra bien distinta vincularse pol¨ªticamente con ellas, cuando la m¨¢quina de matar e intimidar permanece intacta. El PP insisti¨® en la exigencia de vencer a ETA, con el peque?o inconveniente de que durante la campa?a no se registr¨® ¨¦xito policial alguno y s¨ª hubo dos espectaculares atentados. De modo que en vez de asumir lo que las circunstancias de crisis pol¨ªtica provocada por la gesti¨®n del PNV parec¨ªan aconsejar, buena parte de los vascos opt¨® por dar la espalda al frente antiterrorista y apoyar a quien hab¨ªa subido al poder con los votos de ETA, v¨ªa EH. Tal vez su gesto de buen chico compungido reflejaba la impotencia de toda una sociedad para escapar de la violencia; sus responsabilidades fueron olvidadas.
Hay escenas del 13 de mayo que reflejan mejor que ning¨²n otro dato la situaci¨®n en que se encuentra hoy el funcionamiento de la democracia en Euskadi. Resulta ya lamentable que unos energ¨²menos, acreditados adem¨¢s como interventores de una organizaci¨®n legal, interfieran en el acto de emisi¨®n de voto de los dirigentes democr¨¢ticos, y les insulten, exhibiendo contra la ley sus consignas pol¨ªticas, pero el cuadro pasa ya de esperp¨¦ntico si los presidentes de mesa lo toleran y los encargados del orden no act¨²an o lo hacen tard¨ªamente. En especial, el voto de Redondo, flanqueado por dos propagandistas de EH con sus pancartas; fue la imagen viva de qui¨¦n manda en Euskadi y del grado de respeto al pluralismo. No hace falta el 'censo vasco', ni la consiguiente exclusi¨®n de los nuevos 'invasores'. Con la intimidaci¨®n tolerada desde arriba es posible alcanzar los mismos objetivos.
En consecuencia, desde un punto de vista democr¨¢tico, resulta obligado acatar los resultados de las elecciones y sacar las consecuencias de la victoria abertzale, que afectan a todos. Ello no significa en este caso, empero, proclamar con satisfacci¨®n que vox populi, vox Dei. Tambi¨¦n Silvio Berlusconi, el amigo de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, ha ganado las elecciones italianas y no por eso deja de ser un personaje siniestro. En su periodo de gobierno, Ibarretxe fue incapaz de impedir un grave deterioro de la vida democr¨¢tica vasca. Volvi¨® la espalda a la supresi¨®n de las libertades que impon¨ªa la violencia de los seguidores de ETA a los dem¨®cratas en las ciudades y pueblos de Euskadi. Eligi¨® hasta el 13-M la condici¨®n de l¨ªder del 'pueblo vasco', no del conjunto de ciudadanos vascos. En t¨¦rminos democr¨¢ticos, ha vencido. No por eso su duplicidad, que podr¨ªa resumirse en el dicho 'hitzak ederrak, bihotza paltso', palabras hermosas y coraz¨®n falso, supone un buen augurio de cara al futuro. Recemos a San Ignacio para que cambie. Los primeros indicios son positivos.
A la vista de la derrota en las urnas, la alternativa democr¨¢tica se ha derrumbado. Ser¨¢ dif¨ªcil evitar que este hundimiento afecte tambi¨¦n al pacto antiterrorista por las libertades, ya que el PSOE estar¨¢ sometido a los cantos de sirena de quienes vieron siempre con malos ojos su alianza, y el balance del comportamiento pol¨ªtico del PP, con su err¨®nea aceptaci¨®n de la pelea de carneros desde la prepotencia de Aznar, apuntala las cr¨ªticas. Cabe adivinar asimismo el sentimiento de frustraci¨®n que en estos momentos debe dominar a tantos dem¨®cratas vascos que se han volcado en estos meses para crear las condiciones de un cambio pol¨ªtico, jug¨¢ndose en muchos casos las propias vidas. Ahora, ?para qu¨¦ seguir?, pueden decirse a s¨ª mismos. Por eso hay que insistir en que si la derrota es grave para el futuro de la democracia en Euskadi, no cabe olvidar lo que representa positivamente el aut¨¦ntico plebiscito anti-ETA en que han consistido las elecciones. La propia organizaci¨®n terrorista lo tendr¨¢ en cuenta, debiendo elegir el modo m¨¢s eficiente de impulsar el independentismo que subyace al nuevo gobierno PNV-EA. En el nuevo escenario, no hay que retirarse de una partida todav¨ªa abierta, ya que el triunfo sin mayor¨ªa absoluta obliga al PNV a contar con otros grupos para sacar adelante sus propuestas.
Ahora bien, el camino a recorrer se dibuja ya, una vez que los votos procedentes de EH, con el refuerzo de EA, convierten al PNV en un aut¨¦ntico frente nacional, base del Gobierno Ibarretxe. Desde su propia l¨®gica, llega el momento de poner en marcha la mesa de 'di¨¢logo' tantas veces propuesta anteriormente, con la Constituci¨®n en el margen, el Estatuto como plataforma para su propia 'superaci¨®n' y el ejercicio de la autodeterminaci¨®n como objetivo concreto, tras el que se adivina la independencia, que se ofrece a ETA a cambio de una paz que ser¨ªa indirectamente victoriosa.
Los cr¨ªticos no podremos decir en lo sucesivo que la autodeterminaci¨®n para la independencia resulta incompatible con las preferencias pol¨ªticas de los vascos, aun cuando siga siendo en todas las encuestas una opci¨®n muy minoritaria. Hay, pues, que dar una respuesta democr¨¢tica a lo que se avecina, tanto desde el nuevo Gobierno y el PNV como desde los partidos estatutistas, y no ser¨ªa malo que ¨¦stos intentaran ahora lo que no hicieron en la campa?a: sacar a Ibarretxe de su ambig¨¹edad, exigi¨¦ndole que descubra cu¨¢l es su meta pol¨ªtica, si un autogobierno ampliado dentro de un nuevo marco estatutario o la independencia de la CAV, pr¨®logo del viaje hacia esa ninguna parte llamada Euskal Herria.
Al resolver ese enigma, sabr¨ªamos si Ibarretxe desea sinceramente la concordia o si coincide con Marx en el pensamiento de que la violencia es la partera de la historia, en este caso, las urnas bajo el efecto de la violencia, seg¨²n el ya conocido y eficaz reparto de papeles. De ser as¨ª, la sociedad vasca s¨®lo alcanzar¨¢ 'la verdadera paz' que promete Arzalluz siguiendo el ejemplo del Ulster, al modo que se atreven a descubrir sus voceros auxiliares, mediante 'la plena soberan¨ªa'. Ante esta perspectiva, convendr¨ªa que Aznar renunciase a abordar el conflicto como si se tratara de una pelea de carneros.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.