El Rey Sol
Si ayer Enrique Ponce reinaba en compa?¨ªa de caballeros, hoy, en este reino taurino, el monarca absoluto es Jos¨¦ Tom¨¢s, que tiene la virtud de estar presente aun cuando no toree. Poco importa que, tras su manto de armi?o, aparezcan sayas cardenalicias o becas de seminarista, porque Jos¨¦ Tom¨¢s no comparte poder con nadie, ni con el posterior diluvio.
Ayer, el p¨²blico volvi¨® a ponerse de pie, esta vez, s¨ª, con raz¨®n, porque hab¨ªa entonado la liturgia de lo vertical, la glorificaci¨®n del n¨²mero uno, relajado, desmayado, dando un cursillo progresivo de toreo al natural, sin levantar la mano que lleva la muleta en el pase de pecho m¨¢s all¨¢ del coraz¨®n, abrochando los redondos cada vez hasta obligarse al de pecho, llevando el toro anestesiado en la muleta, siempre en los medios; mientras, el p¨²blico no pod¨ªa hacer otra cosa, se levantaba y aplaud¨ªa. A todo esto, el toro fue bravo, si bien acab¨® escarbando. A la hora de matar, pinchazo arriba y estocada algo desprendida, m¨¢s un rosario de descabellos y dos avisos.
Coger una borrachera en Jerez es m¨¢s olor a la ciudad que m¨¦rito de bebedor, pero para cogerla de toreo hace falta que acompa?e el toro; precioso de pinta, alunarado, pero algo cojitranco de condici¨®n. Si no hay enemigo con embestida continua, se le va esperando poco a poco, de lejos, adelantando la muleta y empapando al natural, imponiendo la velocidad, hasta torear con extrema lentitud, aprovechando el l¨ªmite de la posibilidad de temple. A la hora de matar, m¨¢s lentitud en la ejecuci¨®n y, a la hora de triunfar, el chocolate espeso, porque las cosas ya est¨¢n claras.
Finito ech¨® mano de suavidades para compensar la falta de fuezas del primero; todo seda, uno a uno, a derechas, evitando la huida a tablas. En el cuarto, mientras el torero estaba en la plaza, la muleta se paseaba por los barrios extremos de Jerez.
Morante no pudo con el tercer novillejo y abrevi¨®. El Sol lo calent¨® en el sexto y dibuj¨® la ver¨®nica y la media, tanto en el recibo como en el quite. Con la muleta empez¨® con claras pinceladas y termin¨® en el m¨¢s puro abstracto, a merced del toro, que le perdon¨® una muy seria. Afortunadamente, no tuvo consecuencias, pero habr¨¢ que mirar a ver qu¨¦ pasa, no sea que nos quedemos sin torero. Morante de la Puebla lleva incorporado mucho dolor, cosa totalmente innegable, pero tambi¨¦n es innegable que otros como ¨¦l y mejores que ¨¦l quedaron en la estacada precisamente por estas cosas tan duras que tiene la fiesta.
Se podr¨¢ discutir, y es bueno hacerlo, el mandato de Jos¨¦ Tom¨¢s, y seguro que muchas tardes no podr¨¢ mantener el nivel. Hist¨®ricamente, las grandes broncas han sido para los grandes toreros, pero tambi¨¦n hay que reconocer que la disposici¨®n con la que este matador sale a la plaza es totalmente distinta a la de sus compa?eros, que, posiblemente, pueden acabar por borrarse de la lista para torear con ¨¦l.
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