Llamando a las puertas del infierno
Tres polic¨ªas disfrazados de 'yonquis' desmantelaron el mayor punto de venta de droga de Las Barranquillas
El viejo Opel Kadett zigzaguea entre los baches del camino. Son las diez de la noche del mi¨¦rcoles 11 de mayo y una ligera lluvia envuelve el ambiente. En la radio se oye c¨®mo el Real Madrid salta al terreno de juego para disputar la Liga de Campeones al Bayern de M¨²nich. Sobre el salpicadero del veh¨ªculo, restos de papel de plata, una chuta (jeringuilla) y una lata de cerveza a medio doblar delatan que sus ocupantes van en busca de droga. Se trata de un cuarteto de hombres de entre 25 y 30 a?os, de cabellos largos y desali?ados, barba de varios d¨ªas, algunos tiznajos y ropa ajada. Aparentemente, pero s¨®lo aparentemente, cuatro m¨¢s de las casi 3.000 personas que a diario acuden por sus dosis a Las Barranquillas, el mayor supermercado de la droga de Madrid.
'Donde te la juegas es cuando entras. Si te queman la droga en la estufa, te han ganado'
'?Abre, Paco!'. Con voz baja, cal¨¢ndose el gorro de lana hasta los ojos y arriando la mirada, Felipe, el m¨¢s recio de los cuatro hombres, habla con alguien a trav¨¦s de la peque?a y alargada rejilla de la puerta que da acceso al chabolo de Los Mellis. Tras ¨¦l, Jos¨¦ Luis y Alberto hablan con el machaca (vigilante) de la calle -un gallego que vino hace tiempo a comprar droga y ya se qued¨® aqu¨ª para siempre- mientras el cuarto cuida el coche.Zas, zas, zas, zas. Los cuatro cerrojos liberan la puerta de la casa. Una oleada de calor se escapa del interior. En un santiam¨¦n, mientras Felipe mete un pie en el quicio, sus dos compa?eros irrumpen en la vivienda quit¨¢ndose las pelucas al grito de 'polic¨ªa, polic¨ªa'. Son agentes del grupo antidroga de la comisar¨ªa de Villa de Vallecas que, disfrazados de yonquis (drogadictos), se disponen a desmantelar el mayor chiringuito de droga del poblado marginal.
'Las Barranquillas son un fort¨ªn. Cuando entramos sin camuflar, el primer aguador (los encargados de dar la alerta) que nos ve empieza a gritar: 'Chapas, chapas'. Y en un momento todo el poblado sabe que estamos dentro. Por eso, cuando vamos a actuar, tenemos que entrar con un caballo de Troya: un coche viejo, monos o vaqueros viejos, pelucas... En fin, todo lo necesario para pasar inadvertidos. Llevas muchos d¨ªas de vigilancia e informaci¨®n hasta saber los nombres de los que est¨¢n dentro, como para fallar por esto', relata el polic¨ªa Felipe.
'Donde de verdad te la juegas', a?ade su compa?ero Jos¨¦ Luis, 'es cuando entras. Si te queman la droga en la estufa, saben que te han ganado'.
En el interior del chabolo lo primero que se ve es una dependencia de 10 metros cuadrados que comunica a otro cuarto con una tele. Hay tres personas, adem¨¢s del que ha abierto la puerta: La Lucy, Conchi y El Jes¨²s. La Lucy, una mujer de fuerte car¨¢cter que ya estuvo detenida el a?o pasado por tr¨¢fico de drogas, es la que supuestamente lleva el negocio, ya que su marido, El Manuel, dicen que est¨¢ todo el d¨ªa fumando porros. El Manuel, que en ese momento no se sabe por d¨®nde anda, es uno de Los Mellis, que as¨ª le llaman por ser igual que su hermano Antonio, aunque ni nacieron el mismo d¨ªa ni siquiera tienen los mismos apellidos.
Conchi es la mujer de Paco. Tienen dos hijos, de ocho y un a?o, a los que cuida la madre de ella. El trabajo de la pareja es ser machacas de confianza de Los Mellis, ya que, despu¨¦s de seis a?os de estar alejados de la droga, un mal d¨ªa se dieron un homenaje y volvieron a caer. El Jesus es un sobrino de Lucy que a¨²n no ha cumplido los 18.
La Lucy y Conchi, sentadas al fondo, cuentan cientos y cientos de monedas de 20 duros que hay en un balde, junto a un fajo de billetes. En la esquina opuesta y sobre otra mesa, una monta?ita blanca de coca¨ªna y otra marr¨®n de jaco (hero¨ªna), adem¨¢s de una balanza de precisi¨®n, papelinas para envolver y todo lo necesario para despachar la droga. En medio, una caja fuerte con m¨¢s droga y dinero, y una estufa de carb¨®n encendida que produce un calor infernal. Es el sistema para hacer desaparecer la droga en caso de ser sorprendidos por la madera (la polic¨ªa).
Los agentes Jos¨¦ Luis y Alberto se abalanzan hacia las dos mujeres y el muchacho mientras Felipe apresa a Paco. El objetivo es impedir que alguno alcance la droga y la eche a la estufa. Mientras los otros tres no llegan a reaccionar, la Lucy no se amilana. Arroja el balde de monedas sobre el agente Alberto e intenta levantarse a por la droga, pero el funcionario logra echarle el guante mientras la mujer chilla: 'A m¨ª no. A m¨ª no. Que no vivo aqu¨ª. Que ya sab¨¦is que ¨¦sta no es mi casa'.
Instantes despu¨¦s la estancia se llena de otros polic¨ªas. Son compa?eros de los agentes infiltrados y que han llegado al poblado en una furgoneta camuflada, capitaneados por su jefe (el inspector Alberto), que se lo sabe todo sobre los sucesivos poblados marginales que han florecido en la zona: desde La Celsa a La Rosilla, pasando por el Pozo del Huevo. 'En estas operaciones, la investigaci¨®n previa, el factor sorpresa y la rapidez de movimientos son nuestros principales aliados', asegura el jefe.
Horas despu¨¦s, cuando el Real Madrid no ha conseguido remontar el resultado adverso y ya ha sido despachado de la Liga de Campeones, la normalidad vuelve a Las Barranquillas. Al d¨ªa siguiente, otra familia tomar¨¢ el relevo de Los Mellis.
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