Ahora, Jaruzelski
El general Wojciech Jaruzelski, ex jefe del Estado de Polonia, est¨¢ siendo juzgado en su pa¨ªs por su presunta responsabilidad en la represi¨®n de uno de los numerosos levantamientos obreros que se produjeron durante el r¨¦gimen comunista, el habido en la ciudad portuaria de Gdansk en 1970. Aunque el juicio ha sido suspendido provisionalmente por cuestiones de procedimiento, el debate sobre la revisi¨®n pol¨ªtica y judicial del pasado comunista ha vuelto a su cenit en Polonia, y no s¨®lo all¨ª. ?Procede o no juzgar y condenar a un miembro del aparato represivo, cuya libertad de decisi¨®n era en todo caso muy limitada y que d¨¦cadas despu¨¦s colabor¨® en el desmantelamiento pac¨ªfico del r¨¦gimen dictatorial al que sirvi¨®? Esta pregunta se ha planteado siempre en los diversos procedimientos iniciados contra el general Jaruzelski y en los casos de otros ex l¨ªderes comunistas del este europeo.
Como en 1956 y en 1968, en aquel a?o los obreros polacos salieron a la calle para protestar contra las condiciones de vida y trabajo en que se hallaban. La temida polic¨ªa especial, conocida como los 'zomos', reprimi¨® las protestas con dureza y caus¨® 44 muertos y cientos de heridos. Diez a?os m¨¢s tarde, en 1980, se produjo un nuevo levantamiento en el mismo foco de protesta, los astilleros de Gdansk, que result¨® ser a la postre el inicio del fin del sistema polaco, que se hundi¨® al fin en 1989 junto con todos los reg¨ªmenes comunistas de Europa oriental.
El general Jaruzelski ocupaba en 1970 el cargo de ministro de Defensa. La cuesti¨®n que se plantea en este nuevo juicio es en qu¨¦ medida tuvo el general opci¨®n de actuar de otra forma en aquel contexto hist¨®rico. Sin duda, es positivo para la reafirmaci¨®n de la sociedad democr¨¢tica polaca el debate sobre el pasado y la b¨²squeda de responsabilidades hist¨®ricas y pol¨ªticas. Pero tambi¨¦n es cierto que el juicio de Jaruzelski viene muy bien a una derecha polaca m¨¢s revanchista cuanto m¨¢s reveses electorales sufre. Se ha llegado a comparar este juicio con el de Pinochet. La comparaci¨®n es absurda. Pinochet dio ¨®rdenes directas y concretas de matar y torturar a miembros de la oposici¨®n.
Jaruzelski dirig¨ªa, con mayor o menor escr¨²pulo, un aparato represivo que utiliz¨® sus armas cuando ve¨ªa tambalearse un poder impuesto por la potencia exterior hegem¨®nica, cuyas ¨®rdenes eran indiscutibles. Un debate tan intenso sobre pasado, memoria y olvido y su papel en las transiciones de reg¨ªmenes dictatoriales a democracias tiene, sin duda, importancia pol¨ªtica y pedag¨®gica, y las verdades hist¨®ricas siempre ayudan a la reconciliaci¨®n. Pero en la misma medida que tiene car¨¢cter de terapia para sociedades con un largo pasado de sufrimiento, puede ser objeto de abuso por parte de intereses pol¨ªticos muy actuales.
El r¨¦gimen polaco que mat¨® a los obreros era esencialmente perverso. Pero sacar los hechos de 1970 de su contexto hist¨®rico puede a la postre generar tanta injusticia interesada como sucedi¨® no hace mucho en Alemania, donde una derecha postrada en la impotencia quiso criminalizar al ministro de Exteriores, Joschka Fischer, por su militancia en la ultraizquierda en la d¨¦cada de los setenta. En 1970, el general era un vasallo de sus vecinos. No es un papel heroico, sin duda, y menos comparado con las actitudes de la disidencia en su pa¨ªs. Pero, llegada la hora, Jaruzelski puso por delante su patriotismo a la defensa de la dictadura. Renunci¨® a ejercer la violencia cuando Mosc¨² le permiti¨® hacerlo. Quien no quiera recordarlo no puede estar haciendo ret¨®rica sobre la memoria.
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