De Mundo a Kempes, de Claramunt a Mendieta
Cuando los chavales de los a?os setenta acud¨ªamos a Mestalla, escuch¨¢bamos de nuestros padres el relato de las proezas de la delantera el¨¦ctrica. Muchos crecimos con aquel estribillo que, al igual que los cromos de futbolistas que cambi¨¢bamos en el colegio, se nos qued¨® grabado en nuestras memorias de adolescentes. Las glorias deportivas de Epi, Amadeo, Mundo, Asensi y Gorostiza estaban tan asociadas a la posguerra como las cartillas de racionamiento, el estraperlo o los cines de sesi¨®n continua. Es m¨¢s, aquellos jugadores fueron el lado amable y gozoso de una ¨¦poca de plomo. Por eso, las generaciones de ni?os de los a?os cuarenta mantuvieron la nostalgia de aquel Valencia triunfador de la delantera el¨¦ctrica. No s¨®lo por a?oranza de la infancia, sino sobre todo por la esperanza en tiempos mejores.
Hubo que esperar un par de d¨¦cadas para que renaciera la ilusi¨®n futbol¨ªstica de nuestros padres. Los turistas comenzaban a llegar, el pa¨ªs se llenaba de 600 y los televisores sustitu¨ªan a los aparatos de radio como altares de la vida dom¨¦stica. Entretanto, Valencia hab¨ªa dejado de ser un pueblo grande, rodeado de huerta, para convertirse en una urbe ca¨®tica donde los bloques de cemento y las industrias aplastaban los cultivos. En el f¨²tbol comenzaban a pagarse contratos millonarios y los domingos sonaban irremediablemente a carrusel deportivo.
Una calurosa tarde de la primavera de 1971, las calles de Valencia aparecieron desiertas mientras estridentes voces de locutores narraban, desde multitud de balcones abiertos, las peripecias de una ¨²ltima jornada de Liga de infarto. Una carambola de resultados favorables permiti¨® al fin que el Valencia se alzara con un campeonato que no hab¨ªa ganado desde 1947. La euforia estall¨® y abri¨® un nuevo cap¨ªtulo de la historia valencianista. Los nombres de Abelardo, An¨ªbal, Ant¨®n, Claramunt, Poli, Paquito o Forment ocuparon el lugar de la delantera el¨¦ctrica en el imaginario colectivo. Pero la alegr¨ªa dur¨® poco en un club que ya consolidaba una bien ganada fama de irregular y de indolente, de ser capaz de vencer al Madrid o al Bar?a, pero que se revelaba impotente para ganar a equipos modestos. Ni siquiera la ¨¦poca dorada del argentino Kempes, el matador, pudo rescatar al Valencia de puestos anodinos en la clasificaci¨®n liguera. Una afici¨®n que entonaba, con m¨¢s coraz¨®n que cabeza, aquello de 'ya tenemos equipo', tuvo que conformarse con saborear alguna Copa del Rey o la Recopa europea de 1980 como premios de consolaci¨®n.
Lleg¨® el declive inevitable de la quinta del Matador -que reuni¨® a jugadores como Arias, Tendillo, Bonhoff, Saura o Subirats- y se produjo el apag¨®n. Ante la incredulidad de una afici¨®n que asist¨ªa resignada a un desfile de directivas, entrenadores y jugadores que gastaban toda la p¨®lvora en salvas, el equipo descendi¨® a Segunda Divisi¨®n en la temporada 1985-1986.
Por fortuna la penitencia apenas dur¨® un a?o y el club regres¨® de nuevo a una Primera Divisi¨®n en la que hab¨ªa militado desde 1931. Pero poco pod¨ªan imaginar los ni?os que tuvieron la paciencia de frecuentar Mestalla en los aciagos ochenta que el cambio de siglo iba a ser testigo de una explosi¨®n colectiva. Inspirado por unas directivas que abandonaron la fanfarroner¨ªa para concentrarse en una tarea a largo plazo, alentado por un entrenador serio y competente como C¨²per y animado por unos jugadores que apuestan m¨¢s por el esfuerzo colectivo que por el lucimiento individual, el Valencia CF ha tocado el cielo deportivo de disputar dos a?os seguidos la final de la Liga de Campeones. Gane o pierda hoy en Mil¨¢n, el equipo que capitanea Mendieta ser¨¢ recordado durante generaciones como parte de esa memoria sentimental que el f¨²tbol representa para mucha gente.
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