Europa se resfr¨ªa
La preocupante combinaci¨®n de desaceleraci¨®n en el ritmo de crecimiento econ¨®mico y tensiones inflacionistas est¨¢ resurgiendo en Europa, y m¨¢s concretamente en el ¨¢rea euro. En algunos pa¨ªses m¨¢s que en otros, pero los ¨²ltimos indicadores de las econom¨ªas m¨¢s poderosas de la eurozona invitan a la preocupaci¨®n. La evoluci¨®n en las ¨²ltimas jornadas del tipo de cambio del euro refleja con precisi¨®n esa mezcla adversa. El pasado mi¨¦rcoles se cotiz¨® al m¨ªnimo desde noviembre del a?o pasado (0,8563 d¨®lares) y ayer, jueves, repunt¨® levemente hasta 0,8586. Es cierto que esa depreciaci¨®n ha vuelto a poner sobre la mesa su estrecha asociaci¨®n con el encarecimiento del petr¨®leo, que se factura en d¨®lares. La resistencia de la OPEP a incrementar su producci¨®n y el conflicto en Oriente Pr¨®ximo han empeorado las cosas.
Las razones para la inquietud provienen m¨¢s de la disminuci¨®n de las expectativas de crecimiento que del riesgo de desbordamiento de la inflaci¨®n. Alemania, la mayor econom¨ªa de la zona, no deja de dar signos de debilidad; los m¨¢s recientes, como el ¨ªndice IFO, que mide el grado de confianza de las empresas, est¨¢n muy por debajo del m¨¢ximo de hace un a?o, y el desempleo aumenta de forma preocupante. Ya nadie asume que la econom¨ªa alemana crecer¨¢ este a?o al 2%, como el Gobierno hab¨ªa previsto, frente al 3% del a?o pasado. De hecho, no cabe descartar su revisi¨®n oficial a la baja. La evoluci¨®n de los precios alemanes tampoco facilita las cosas: el IPC preliminar de mayo se ha situado en un valor m¨¢ximo desde finales de 1993. Francia, la segunda econom¨ªa del ¨¢rea, que hab¨ªa tenido un comportamiento muy favorable, presenta s¨ªntomas de debilidad en el crecimiento y cierta abrasi¨®n inflacionista. El aumento del PIB en el primer trimestre se sit¨²a en tasa interanual en el 2,7%, frente al 2,9% anterior.
En esta situaci¨®n de enfriamiento incipiente, el margen de maniobra del BCE es reducido. Y es presa de sus indecisiones. Aunque se ha ocupado preferentemente de la inflaci¨®n, no ha podido conjurar las amenazas de los precios. En la medida en que las tensiones inflacionistas en las grandes econom¨ªas tienen causas externas, estrechamente asociadas al aumento de precios del petr¨®leo y a la propia depreciaci¨®n del euro, la resistencia a relajar la pol¨ªtica monetaria no ha favorecido el control de la inflaci¨®n. Tampoco ha contribuido a restaurar el crecimiento. El retraso en bajar los tipos y la cuant¨ªa tan min¨²scula en que lo han hecho equivalen a una actitud de neutralidad, a sabiendas de que Europa no se iba a librar del enfriamiento de la econom¨ªa mundial.
El caso de Espa?a es diferente de los de Alemania y Francia, porque, mucho antes de que se combinaran la elevaci¨®n del precio del petr¨®leo y la depreciaci¨®n del euro, nuestra tasa de inflaci¨®n se hab¨ªa disparado respecto al promedio. La desaceleraci¨®n de la econom¨ªa tambi¨¦n es evidente, como ha revelado la ¨²ltima EPA. Los datos de actividad, ocupaci¨®n y empleo del primer trimestre de 2001 nos retrotraen a ¨¦pocas de estancamiento en el proceso de reducci¨®n del paro. La creaci¨®n de empleo ya no es la que se exhib¨ªa en los a?os del c¨ªrculo virtuoso en que el empuje internacional se convirti¨® en el origen de ese milagro espa?ol del que hac¨ªa gala Aznar.
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