Enervamiento
A poco que se observe con alg¨²n inter¨¦s e imparcialidad la actualidad pol¨ªtica valenciana ser¨¢ forzoso convenir que su aspecto m¨¢s llamativo no es tanto la serie de conflictos menores que salpican las p¨¢ginas de los peri¨®dicos como su falta de tensi¨®n. Esto no quiere decir que vivamos en una Arcadia ins¨®lita ah¨ªta de bienestar, que eso obviamente no es cierto, como revelan los par¨¢metros econ¨®micos y la necesidad de poner el cazo en los fondos europeos de cohesi¨®n en tanto que regi¨®n menos desarrollada. Pero tambi¨¦n es verdad que ninguna sima social, ning¨²n problema perentorio sacude al vecindario. Incluso es notable la opini¨®n felicitaria que esta autonom¨ªa suscita en otras comunidades, deslumbradas o susceptibles ante la bonanza y el futuro que perciben por estos pagos.
En tales circunstancias no ha de sorprendernos que el estamento gobernante y sus principales mandatarios se recreen en la suerte y en la pereza. Han de pensar, y lo pueden hacer con fundamento, que nadie les achucha y que tienen tiempo sobrado para emprender nuevos proyectos, sea en esta o en la pr¨®xima legislatura. Tanto m¨¢s cuando hoy por hoy se les ha cortado, por pr¨®digos, el flujo presupuestario y la v¨ªa del endeudamiento. As¨ª las cosas, les basta, o le basta al menos al presidente Eduardo Zaplana, con airear peri¨®dicamente un manojo de iniciativas novedosas para sacudir la modorra y seguidamente, echarse a la bartola. Ya nos vamos habituando a este juego de galvanizaci¨®n y siesta.
La oposici¨®n, por su parte, se pliega a este rigod¨®n enervado y se limita a representar su papel con m¨¢s ruido que aliento. Ayuna de propuestas y de argumentos, exprime los asuntos menores que van aflorando en los medios de comunicaci¨®n. A este respecto basta ver con qu¨¦ obstinaci¨®n intenta sacar muertos de ese armario que es el Instituto Valenciano de la Exportaci¨®n (Ivex) y el contrato con Julio Iglesias. Llevamos meses con esta tabarra y, despu¨¦s de tanta tinta vertida y de tanta sospecha aireada, resulta chocante que no hayan empapelado al citado organismo y al gobierno en pleno. A mayor abundamiento, si hay alg¨²n encausado por la volatizaci¨®n de mil millones es el ex director del repetido ente, Jos¨¦ Mar¨ªa Tabares, y un empresario franc¨¦s contra quienes se ha querellado la Generalitat. Muy otra cosa ser¨ªa que el Consell hubiera querido maquillar el descalabro y las responsabilidades.
Pero ocurre que, sin mermar el derecho y a¨²n la obligaci¨®n de escudri?ar en este enredo, se van soslayando otras tareas de m¨¢s calado e importancia para el colectivo ciudadano. De vez en cuando se las cita, pero como mero recordatorio de las asignaturas pendientes. El modelo de gesti¨®n de la radio televisi¨®n auton¨®mica, por ejemplo, de cuyo debate parece que los socialistas se desentienden; o la reforma de la funci¨®n p¨²blica, si es que cabe imaginar tan imposible tarea; o la ley nunca abordada de la organizaci¨®n del territorio, y etc¨¦tera. Pero entre la desgana de unos y la flaqueza de otros tenemos la casa sin barrer y nos vamos entreteniendo con rifirrafes insignificantes. La pol¨ªtica, en su m¨¢s noble versi¨®n, ha quedado aparcada. Digo yo si ser¨¢ por consenso t¨¢cito de los partidos en liza. O por mera impotencia.
Por fortuna, para solaz y entretenimiento del personal se vaticinan nuevas convulsiones en el seno del Valencia CF. En esta entidad apenas hay oportunidad para digerir triunfos o derrotas. Sin metabolizar todav¨ªa la decepci¨®n de la Champions League, ya suenan los tambores de guerra provocados por los episodios judiciales que se avecinan (decantados por la ampliaci¨®n de capital de la sociedad deportiva) y por las apetencias de poder. Los mandatarios merengues s¨ª son un paradigma de vida en tensi¨®n permanente, ya sea por la precariedad del gol, ya sea por el acoso de los cr¨ªticos o de la oposici¨®n. Aunque, eso s¨ª, dudamos que tanto desasosiego sea recomendable para el buen gobierno. Ni tanto desasosiego, ni tanto dolce far niente. Lo ideal ser¨ªa un surtido de ambos componentes.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.