Deporte, salud y riesgo
Entre someter a nuestros hijos a situaciones f¨ªsicas l¨ªmite y cuidarlos dentro de una burbuja est¨¦ril que les proteja de los virus existe un amplio espectro de actitudes educativas adecuadas.
Es humano que cuando una irreparable desgracia nos golpea, el dolor y la rabia nos empujen a buscar culpables en personas, instituciones o simplemente en la fatalidad. Pero, simult¨¢neamente, aparecen voces de todos los ¨¢mbitos aportando soluciones a lo que ya no tiene remedio.
En mi infancia, en los a?os 60, andar por el monte, trepar por los ¨¢rboles, construir caba?as y ba?arse en los r¨ªos, muchas veces sin saber nadar, eran actividades cotidianas de los ni?os y ni?as urbanitas en los pueblos de veraneo. Los riesgos que corr¨ªamos y los lamentables accidentes que ocurr¨ªan eran muy superiores a los que desgraciadamente acontecen en los actuales deportes de aventura. Los primeros eran fruto de la mala suerte y del azar, actualmente se pretenden buscar culpables en incumplimiento de normativas.
En nombre del deporte se han cometido barbaridades entre la poblaci¨®n infantil. Desde actividades consentidas por los propios estados, como el entrenamiento precoz en gimnastas, al dopaje de ciclistas infantiles
En el contrapunto estar¨ªa la frivolidad con la que se enfrentan muchos ciudadanos a la naturaleza y al deporte, fruto del desconocimiento, la temeridad o la especulaci¨®n econ¨®mica. No es raro ver a parejitas de aventureros azorados y casi congelados en una poza de un ca?¨®n del Pirineo, vestidos de Indiana Jones y sin traje de neopreno. En verano hay motos acu¨¢ticas que embisten a alg¨²n ba?ista, o alg¨²n surfista se pierde mar adentro. Recientemente unos remeros ingleses se ahogaron en un entrenamiento al volcar su bote en el r¨ªo Ebro. El deporte est¨¢ arrastrando el lastre de bondad intr¨ªnseca que sus ide¨®logos de los siglos XVIII y XIX le imprimieron (Ling, Amoros, Gus -Muts o el propio Coubertain). Como siglos antes los griegos, lo consideraban un instrumento al servicio de la salud y de la formaci¨®n de unas elites sociales. Hoy, la pr¨¢ctica del deporte se ha democratizado, pero adem¨¢s es ocio, negocio, espect¨¢culo de masas y elemento cultural b¨¢sico del nuevo orden que estamos viviendo.
En nombre del deporte se han cometido barbaridades en sectores de la poblaci¨®n infantil. Desde actividades consentidas por los propios estados, como el entrenamiento intensivo precoz en gimnastas o tenistas, pasando por el dopaje infantil entre ciclistas o deportistas de los antiguos pa¨ªses del Este. Recientemente las televisiones nos mostraban sin pudor a peque?os de menos de 10 a?os en competiciones de culturistas con una musculatura imposible de desarrollar sin administrar grandes dosis de hormonas y anabolizantes.
Pero esto es s¨®lo la punta del iceberg, detr¨¢s est¨¢n numerosas ofertas de actividades l¨²dicodeportivas que no est¨¢n reguladas. ?Cu¨¢ntas horas puede entrenar un ni?o? ?A qu¨¦ edad puede comenzar a hacer pesas? ?Qu¨¦ responsabilidad se le puede pedir frente a un entrenamiento o competici¨®n? Poner un gimnasio depende del dinero del que se disponga y el contenido de las actividades de la demanda del mercado.
No obstante, por mucho que se regulen las actividades, no se podr¨¢ eliminar el riesgo. El medio natural es incierto, y las acciones deportivas casi infinitas. Resultar¨¢ imposible prevenir la picada de un escorpi¨®n, un cambio de tiempo inesperado o un paso nevado del Pirineo o golpearse la cabeza con el poste de la porter¨ªa o con una piedra tras un tropiezo fortuito en un sendero.
Considero que es el momento para afrontar el fen¨®meno deportivo en todos sus ¨¢mbitos y no esperar a que sucedan nuevas desgracias para que el dolor y la presi¨®n social, empuje a la Administraci¨®n a emitir un decreto regulador parcial y esperar nuevos accidentes en otros ¨¢mbitos para intervenir de nuevo parcialmente.
El deporte es un medio educativo e higi¨¦nico extraordinario; los medicamentos, un instrumento maravilloso para vivir mejor. Pero, del mismo modo que un laxante no es adecuado para el dolor de cabeza, no toda pr¨¢ctica deportiva es v¨¢lida para todas las personas ni en todos los ¨¢mbitos. Hay que asumir que el deporte, al igual que los medicamentos o la gastronom¨ªa, corre el riesgo de provocar efectos secundarios; pero tambi¨¦n hay que tener un conocimiento lo m¨¢s preciso posible del riesgo de cada actividad.
Una regulaci¨®n de las pr¨¢cticas deportivas pasa por una tipificaci¨®n de actividades, una clasificaci¨®n de posibles grupos de usuarios y una valoraci¨®n de los riesgos a corto, medio y largo plazo. Una vez conocidas las actividades, los grupos de poblaci¨®n y el riesgo, solamente entonces ser¨¢ posible regular eficazmente el conjunto de las actividades f¨ªsico-deportivas.
Este accidente me ha afectado por partida doble. La primera por mi dedicaci¨®n al estudio de los efectos de la actividad f¨ªsica y del deporte sobre la poblaci¨®n infantil y juvenil, y la segunda porque ha ocurrido en la Riera de Merl¨¨s, tierra natal de mis abuelos y espacio natural donde acud¨ª regularmente con grupos de j¨®venes durante m¨¢s de 15 veranos.
Joan Rius i Sant es profesor de Educaci¨®n F¨ªsica en el IES Rovira i Virgili de Tarragona y especialista en entrenamiento infantil.
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