Homenaje a Lindberg

En 1927, el aviador Charles Lindberg es el primero en realizar la traves¨ªa entre Nueva York y Par¨ªs sin escalas, pero su famoso viaje se convierte en tragedia cuando, tiempo despu¨¦s, su hijo es secuestrado y asesinado por un loco. Setenta y cinco a?os m¨¢s tarde, en La hora de la ara?a, otro maniaco, variante del tradicional serial killer, secuestra a la peque?a hija de un senador norteamericano para repetir una fechor¨ªa similar y hacerse famoso.

Con este punto de partida, tomado de una novela del especialista James Patterson de la serie protagonizada por el detective Alex Cross, el guionista Marc Moss construye una nueva variante de la cada vez m¨¢s habitual historia del delincuente al que s¨®lo le interesa que sus actos tengan la mayor repercusi¨®n posible, y que s¨®lo es detenido por su mala conciencia, por su inter¨¦s en que un conocido detective se ocupe de ¨¦l.

Sin embargo, en La hora de la ara?a este esquema tan habitual -que hace que las producciones policiacas norteamericanas sean tan iguales a s¨ª mismas que, al acabar el primer rollo, todo, absolutamente todo su desarrollo, sea completamente previsible por cualquier aficionado medio al g¨¦nero-, tiene una curiosa variante en su parte final que la hace ser menos convencional y m¨¢s interesante que la mayor¨ªa.

Bien dirigida por Lee Tamahori, un neozeland¨¦s vampirizado por los d¨®lares de Hollywood a ra¨ªz del ¨¦xito de su primera pel¨ªcula y convertido en un h¨¢bil especialista en el g¨¦nero policiaco, sigue con ma?a las l¨ªneas del juego y consigue un producto de alta solvencia profesional, pero que pod¨ªa haber llegado bastante m¨¢s lejos.

Dada la absoluta carencia de historias sentimentales que desde hace tiempo padecen las pel¨ªculas de acci¨®n norteamericanas, no se explota en absoluto la posible relaci¨®n entre el detective negro Alex Cross, encarnado por el veterano Morgan Freeman, y su ayudante rubia, a la que da vida la joven Monica Potter, que hubiese dado al final mucha mayor fuerza de la que tiene.

Dentro de La hora de la ara?a destaca con fuerza propia la excelente m¨²sica de Jerry Goldsmith, uno de los grandes compositores de cine en activo. Frente a una mayor¨ªa de pel¨ªculas que se limitan a utilizar canciones m¨¢s o menos conocidas cuya letra tiene algo que ver con la trama, Goldsmith ha escrito una compleja y excelente partitura que subraya cada una de las escenas de persecuci¨®n o misterio que se incluyen en el relato y les da tanta o m¨¢s fuerza de la que transmiten sus im¨¢genes.