El 'poetista' de Hamel¨ªn
Todo el mundo sabe que lo peor de los ni?os es que no vienen con bot¨®n de audio. Sin dispositivo de regulaci¨®n de volumen, vaya. Si un ni?o sollozando es un incordio, dos pele¨¢ndose un agobio y tres berreando una tortura, imag¨ªnense qu¨¦ puede ser cerca de un millar cantando. De suicidio. Y sin embargo...
S¨ª, han le¨ªdo bien. Cerca de un millar, concretamente novecientos y algo. Y porque no caben m¨¢s (miren, miren qu¨¦ apretaditos est¨¢n). De cuarto a sexto de primaria, es decir, entre 10 y 12 a?os, cuando las cuerdas vocales todav¨ªa no han sido atemperadas por los embates de la pubertad y por poco que las fuerces alcanzan con facilidad niveles de agudeza que, reglamento en mano, obligar¨ªan al cierre inmediato del local. Las novecientas y pico voces pertenecen a alumnos de 21 escuelas de Barcelona y cercan¨ªas, y el pasado lunes por la ma?ana estaban colocadas en el escenario y las dos plateas laterales del Auditori barcelon¨¦s (con lo cual sal¨ªamos aproximadamente a dos int¨¦rpretes por espectador), repitiendo una escena que se ha producido siete veces a lo largo del pasado mes de mayo: la interpretaci¨®n de la cantata La tonalitat de l'infinit, con letra de Enric Casasses y m¨²sica de Feliu Gasull. En total, pues, 5.500 infantes de 141 centros de ense?anza. Con pr¨®rroga los pr¨®ximos d¨ªas 9 y 10 de junio en Granollers.
Las letras son interpretadas por la megacoral con un entusiasmo s¨®lo comparable al del propio Casasses, todo ¨¦l puro regocijo
Lo de l'infinit no es una alusi¨®n al n¨²mero desmesurado de gargantas en danza. Es el concepto en que se basa el libreto escrito por el poeta, cuyo serm¨®n, para que se hagan una idea de por d¨®nde van los tiros, empieza diciendo: 'Com poetes, com persones que som, la nostra obligaci¨® ¨¦s trobar, i donar, la tonalitat de l'infinit, que no som animals que en tenen prou amb respirar i punt i ja estan contents'. Y termina: 'Nom¨¦s queda fora sense explicar perqu¨¨ no t¨¦ explicaci¨® ni se sap ben b¨¦ de qu¨¨ serveix, per¨° sempre n'hi ha hagut i sempre n'hi ha, s¨®n les can?ons, ¨¦s l'art, la poesia, l'infinit'. Aparentemente no se trata del tono m¨¢s atractivo para tan pueriles cantores, pero lo cierto es que las canciones y los poemas que vienen a continuaci¨®n son interpretados por la megacoral con un entusiasmo solo comparable al del propio Casasses, un puro regocijo en su papel de flautista de Hamel¨ªn. M¨¢xime cuando, en los entreactos de los ensayos, los ni?os se acercan a ¨¦l al grito de 'ei!, oi que tu ets el poetista?'.
De todos modos, no crean que el celebrado autor de libros como Cal? o D'enamorar-se aix¨ª est¨¢ aqu¨ª gracias a su innegable parecido con el legendario personaje. Su presencia se debe al gusto po¨¦tico de Gasull, el guitarrista y compositor al que el Instituto Municipal de Educaci¨®n encarg¨® la cantata de este a?o, dentro de un programa educativo que va por la d¨¦cima edici¨®n. El objetivo es obvio: involucrar a los colegiales en un proyecto colectivo que... etc¨¦tera, etc¨¦tera. Si Gasull eligi¨® a Casasses para la letra, aun sin conocerle, fue por una raz¨®n de peso: 'Es un animal de la poes¨ªa'. Y ya me los tienes a los dos peregrinando por decenas de escuelas para poner de acuerdo a otros tantos profesores de m¨²sica, que son los que durante el a?o escolar ensayar¨¢n en el aula para no desafinar el d¨ªa del suplicio..., perd¨®n, del espect¨¢culo.
Y a fe que el resultado es espectacular. La composici¨®n de Gasull, que incluye 16 piezas cantadas o narradas m¨¢s otras seis instrumentales, es de una riqueza y una complejidad notorias, al menos para un profano en ambas materias (m¨²sica e infancia), como es el caso. Y adem¨¢s incorpora elementos de instrument¨ªstica popular (tubos de viento, ca?as de lluvia) y escenogr¨¢ficos (un enorme m¨®vil -esos juguetes de colores para neonatos- de cinco piezas colgado del techo) que, agitados al un¨ªsono, producen un efecto crom¨¢tico de impresi¨®n. Efecto que se debe, entre muchos otros, a los buenos oficios de Josep Prats, habitualmente director de corales after-teen como la Cantiga y responsable de que este descomunal guirigay en potencia se convierta en un concierto. Prats, cuya eficaz gesticulaci¨®n manual se queda corta al lado de la facial, hace in¨²tiles las tareas de vigilancia que ejercen los profesores de m¨²sica, apostados entre sus pupilos, y parece inmune al terremoto que podr¨ªa desencadenarse en cualquier momento: 'En realidad todo esto est¨¢ muy preparado, muy estudiado para que salga bien, as¨ª que no hay nada que temer. Saldr¨¢ bien'. Por si acaso, 'para asegurar el tiro', dice, ocho vocecitas privilegiadas del primer curso de m¨²sica del CEPA Oriol Martorell llevan en primera fila, y nunca mejor dicho, la voz cantante.
Las otras novecientas, ordenadas en sus asientos y levant¨¢ndose cada vez que toca intervenir, se apuntan sin escaquearse (que para algo han trabajado todo el curso) a los coros ('va volant una gavina / de Mallorca a Perpiny¨¤'), los trabalenguas casass¨ªsticos ('a mi ja van parir-me enamorat / i mai m¨¦s he parat d'enamorar-me. / Doncs jo vaig n¨¦ixer desenamorada / i no he deixat mai de desenamorar-me') y, c¨®mo no, al pareado final del poema La poesia, con licencia para chillar: 'No em cal cap mot, / s¨¦ dir-ho tot!'.
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