Ravel y el Bolero
Termin¨® el ciclo Ravel con dos de las obras m¨¢s estremecedoras del compositor: el Concierto para la mano izquierda y el Bolero. Tienen ambas una dimensi¨®n tr¨¢gica que las une estrechamente, y no s¨®lo por esos infernales, obsesivos y engullidores efectos de la caja. Efectos que se apuntan ya en el Concierto y se apuntalan definitivamente en el Bolero. El resto del programa, ante la atm¨®sfera de esas partituras, qued¨® limitado -bendita limitaci¨®n, seg¨²n como se mire- al ¨¢mbito de lo bello, lo delicado y lo ex¨®tico: la Alborada del gracioso y las canciones de Don Quichotte ¨¤ Dulcin¨¦e (lo espa?ol), la Pavana para una infanta difunta (los universos periclitados), y las M¨¦lodies h¨¦bra?ques (lo antiguo en el tiempo y lejano en el lugar). Frente a todo ello, el Bolero (por m¨¢s que se presente como ritmo casi tribal) y el Concierto para la mano izquierda, son obras rabiosamente modernas, no tanto por las audacias arm¨®nicas o constructivas como por la profundidad en el reflejo de ese siglo XX apenas comenzado. El Concierto no surge ¨²nicamente para el lucimiento de un pianista manco (Paul Wittgenstein), sino que suena como un grito de rabia ante todos los tullidos de la Primera Guerra Mundial. Y el Bolero, lejos de limitarse a un divertimento en torno al arte de orquestar, traduce la evoluci¨®n y el cataclismo final de las obsesiones conc¨¦ntricas. Jos¨¦ Luis T¨¦llez, en el programa de mano, hablaba de un rascacielos dinamitado a la altura de su d¨¦cimonovena planta. Vigorosa imagen que, quiz¨¢s, podr¨ªa complementarse con la de un remolino que todo lo absorbe y destruye.
Ciclo Ravel (IV)
Symphonieorchester des Bayerischen Rundfunks. Jean-Ives Thibaudet, piano. Fran?ois Le Roux, bar¨ªtono. Lorin Maazel, director. Palau de la M¨²sica. Valencia, 30 de Mayo.
Maazel ley¨® el Concierto con esa mirada demoledora. Le ayudaron -y mucho- tanto la maravillosa orquesta de la Radiodifusi¨®n B¨¢vara como el joven pianista Jean-Ives Thibaudet. Pero ante el Concierto todo el mundo tuvo que tragarse la amargura que corresponde. En el Bolero, sin embargo, mucho m¨¢s angustioso que er¨®tico pese a todo lo que se haya filmado, Maazel opt¨® por dar una visi¨®n festiva. Tanto es as¨ª que la salvaje modulaci¨®n final, de tan preparada, no caus¨® el efecto deseado. Quiz¨¢s no le apetec¨ªa correr riesgos despu¨¦s del Bolero desastroso que hizo en Madrid con la Filarm¨®nica de Viena, y opt¨® por tocarlo, simplemente, bien. Lo cual no es poco.
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