Verdades y mentiras de la crisis israelo-palestina
Se suele decir que la primera v¨ªctima de una guerra es la verdad. ?sta es, sin duda, la primera certidumbre que observamos en la actual crisis entre israel¨ªes y palestinos. La primera falsedad procede de quienes afirman que esta crisis es una guerra, e insisto en ello a pesar de la extrema gravedad que ha alcanzado en los ¨²ltimos d¨ªas, pues no es tanto la calidad del armamento como la irreversibilidad de la situaci¨®n el criterio en que debemos concentrarnos.
Parece como si el p¨¦ndulo de la historia nos quisiera recordar peri¨®dicamente el fatalismo inherente de Oriente Medio. La tragedia vivida estos ¨²ltimos meses dar¨ªa la raz¨®n a tantos esc¨¦pticos que nunca creyeron que la paz y la convivencia fueran posibles en esta parte del mundo. De nuevo, los instintos m¨¢s primarios y las reacciones m¨¢s irresponsables tratan de imponerse sobre la raz¨®n y la visi¨®n de futuro.
Tocar la paz con la punta de los dedos era algo demasiado bello para poder ser realidad. Imaginar un Oriente Medio postconflicto, so?ar con proyectos de cooperaci¨®n regional, eran, para muchos p¨¢jaros de mal ag¨¹ero, ejercicios est¨¦riles y acad¨¦micos. Para todos ellos, la realidad profunda de Oriente Pr¨®ximo no estaba preparada para asumir esta trascendental mutaci¨®n. Ha bastado una serie de incidentes acumulados para que de nuevo las identidades asesinas, como dir¨ªa Amin Maalouff, se desatasen y cabalgaran sin bridas esparciendo violencia, muerte y destrucci¨®n.
El objetivo de este art¨ªculo no es hacer historia, pero s¨ª tratar de denunciar los estereotipos que desgraciadamente est¨¢n siendo hoy divulgados por los distintos c¨ªrculos de poder que dan por v¨¢lidas algunas aseveraciones que no reflejan, en mi opini¨®n, la verdadera realidad de la crisis.
Como testigo privilegiado de los ¨²ltimos episodios de este interminable conflicto, me siento obligado a contar mi verdad, que no ser¨¢, por supuesto, absoluta, pero que s¨ª se apoya en la legitimidad de un profundo conocimiento de los acontecimientos y sobre todo en una apasionada vocaci¨®n por la paz. Al desvelar a mi manera las verdades y mentiras en esta crisis israelo-palestina creo que todos aquellos que todav¨ªa creen que la paz es posible podr¨¢n ver reforzada su posici¨®n.
La primera afirmaci¨®n es clara. La paz era y sigue siendo posible. Es mentira que fuera un sue?o. Al concluir la negociaci¨®n de Taba, las partes quisieron que la UE y su representante especial fueran testigos de los avances que se hab¨ªan producido. Del estudio minucioso de esas posiciones se infiere que exist¨ªa enorme cercan¨ªa en muchas de ellas.
La segunda afirmaci¨®n es que es cierto que el primer ministro Barak hizo en Camp David las concesiones m¨¢s avanzadas que jam¨¢s un primer ministro israel¨ª hab¨ªa hecho en sus negociaciones con los palestinos. Pero es falso que estas concesiones fueran suficientes y pudiesen ser aceptadas por el presidente Arafat. De nada hubiera valido que el l¨ªder palestino se plegara, por ejemplo, a las propuestas israel¨ªes sobre Jerusal¨¦n si ¨¦stas no pod¨ªan ser asumidas por un l¨ªder musulm¨¢n.
Es verdad que, despu¨¦s de Camp David, las partes negociaron y acercaron sus posiciones en muchos de los asuntos conflictivos. Pero es, por ejemplo, radicalmente falso que se dialogara sobre la posibilidad de que cuatro millones de palestinos pudieran retornar a Israel. Esta cuesti¨®n se negoci¨® duramente alrededor de los conceptos, como el del Derecho de Retorno o la responsabilidad hist¨®rica, y se estuvo muy cerca del acuerdo. Lo mismo cabr¨ªa decir sobre territorio o Jerusal¨¦n, donde se vio que era y es posible llegar a un pacto que respete las necesidades de cada parte.
Es verdad que la clase pol¨ªtica y la sociedad israel¨ªes han perdido la fe y la confianza en la Autoridad Palestina en general y en el presidente Arafat en particular. El grado de violencia sufrido en los ¨²ltimos meses les ha confundido y desorientado. Pero es falso y mentira que se pueda salir de la crisis o lograr un acuerdo final sin la participaci¨®n y direcci¨®n del presidente Arafat. Es falso que una Autoridad Palestina d¨¦bil ser¨¢ m¨¢s apta para encontrar una salida a la crisis. Por el contrario, es verdad que un liderazgo palestino reforzado es la mejor v¨ªa para adoptar decisiones dif¨ªciles y asumir compromisos hist¨®ricos.
Para quien lleva siguiendo el Proceso de Paz desde su inicio es obvio que la violencia no aporta soluciones. Dicho esto, resulta igualmente obvio que no puede ser cierto que el cese de la violencia pueda significar por s¨ª solo el fin de la crisis, una lamentable confusi¨®n entre condici¨®n y condiciones; entre ellas no se puede ignorar la necesidad de una soluci¨®n pol¨ªtica.
La verdad es que en este momento s¨®lo hay dos hombres que puedan asociarse para hacer la paz: el primer ministro Sharon y el presidente Arafat. No cabe esperar, ni manipular, ni ganar tiempo. Tan s¨®lo recuperar la confianza, jugar limpio y mostrar voluntad pol¨ªtica para acabar con la violencia y continuar una negociaci¨®n seria del Estatuto Permanente.
Es cierto que los acuerdos de Oslo han sido positivos y han logrado muchos de sus objetivos. Pero tampoco debemos sacralizarlos. Estos acuerdos sirvieron para dar impulso a las negociaciones entre israel¨ªes y palestinos despu¨¦s de la Conferencia de Madrid. Fueron ¨²tiles para abrir las puertas de las negociaciones. Pero no han sido suficientes. No han logrado cerrar el cap¨ªtulo final de la paz.
Pero es mentira que podamos ahora volver de nuevo al punto de arranque de todo este proceso como si nada hubiera pasado. No podemos borrar de nuestra memoria colectiva diez a?os de intenso trabajo diplom¨¢tico y pol¨ªtico.
Aunque es verdad que se necesitar¨¢ un tiempo para recrear la confianza, resta?ar las heridas y restablecer unos nuevos mecanismos negociadores, un nuevo proceso interino sin fecha l¨ªmite es algo impensable. Los periodos interinos son algo del pasado. La calle palestina y la direcci¨®n pol¨ªtica ¨¢rabe piden una negociaci¨®n final, y la propia sociedad israel¨ª deber¨ªa a su vez reclamar el final del conflicto. La interinidad s¨®lo aporta inseguridad, y la mejor garant¨ªa de seguridad para Israel ser¨ªa alcanzar una paz definitiva con sus vecinos palestinos y ¨¢rabes.
Es verdad que toda soluci¨®n s¨®lo se alcanzar¨¢ cuando las dos partes decidan asumir sus propias responsabilidades hist¨®ricas y se comprometan a tomar decisiones dif¨ªciles. A ellas les corresponde la m¨¢xima responsabilidad. Pero es falso que la comunidad internacional no tenga y no deba intervenir.
Su intervenci¨®n debe ser de impulso y de acompa?amiento positivo. De vigilancia y seguimiento para que la situaci¨®n no se deteriore o se modifique negativamente. Toda acci¨®n unilateral que cambie el status quo de los territorios debe evitarse, pues har¨ªa imposible en el futuro un acuerdo pol¨ªtico. Debe ponerse fin a la pol¨ªtica de asentamientos.
Es verdad que Estados Unidos son los principales actores en la regi¨®n, pero es falso que puedan ellos solos aportar soluciones definitivas. Es falso que la UE es s¨®lo el banquero de la zona y que no desempe?a un papel pol¨ªtico. Su alto representante, se?or Solana, y su enviado especial est¨¢n cada d¨ªa m¨¢s involucrados en todas las etapas del proceso pol¨ªtico.
Desde Europa no podemos aceptar que se excluya o postergue a largo plazo la b¨²squeda de una definitiva formulaci¨®n de un acuerdo de paz entre Israel y los palestinos, sirios y libaneses. Sin una paz global no podemos poner punto final a este proyecto de paz. No basta mantener vivo un proceso, hay que concluirlo, y cuanto antes. Cuando el humo de las armas y la violencia de los discursos enmara?a tanto la atm¨®sfera es necesario recordar que el Proceso de Paz se asienta sobre unos principios claros, el di¨¢logo como medio de soluci¨®n y las resoluciones de las Naciones Unidas, reiteradas en la Conferencia de Madrid, como ¨²nica referencia. Urge que las partes dejen de utilizar un lenguaje que confunde a la comunidad internacional, pero, sobre todo, les lleva a enga?arse a s¨ª mismas, y que recuerden y reiteren estos principios antes de que sea demasiado tarde.
Y es que el debate de las verdades y las mentiras refleja una falta de confianza entre las partes que s¨®lo la reiteraci¨®n de los principios puede permitir recuperar. Podemos recordar c¨®mo en la antig¨¹edad cl¨¢sica el hundimiento de los valores llev¨® al escepticismo de Pirr¨®n de Elis, que propon¨ªa la abstenci¨®n del juicio y la opini¨®n, la indiferencia. Sin embargo, habr¨ªa que recordar, como hace Plat¨®n en el Men¨®n, que la verdad -la confianza mutua, que es el capital fundamental del Proceso de Paz- es alcanzable para todos a trav¨¦s de la anamnesis sobre los principios fundamentales.
Miguel ?ngel Moratinos es enviado especial de la UE en Oriente Pr¨®ximo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.