?Qui¨¦n bebi¨®, Fuentes o Gala?
Dos escritores, el mexicano Carlos Fuentes y el espa?ol Antonio Gala, han mantenido sendas charlas a traves de Internet con los lectores de elpais.es.
En el peri¨®dico del viernes se dio amplia noticia de ambos encuentros cibern¨¦ticos, pero alg¨²n lector pudo despistarse porque un titular de la informaci¨®n aseguraba que Fuentes 'chate¨® ayer....'.
La informaci¨®n se ilustraba con una fotograf¨ªa en la que pod¨ªa verse a Carlos Fuentes junto a un vaso que conten¨ªa l¨ªquido oscuro. Hechas las oportunas averiguaciones, puede informarse de que el vaso conten¨ªa coca-cola. Gala, durante su charla, bebi¨® agua. O sea, que los dos bebieron pero ningun¨® chate¨®, ni siquiera prob¨® un solo vaso de vino.
Para empeorar las cosas, el texto publicado incluso tergiversa el significado de chat en ingl¨¦s, que no es otro que 'charla', al decir que el novelista mexicano 'respondi¨® en el chat a todo tipo de preguntas', con lo que se convierte la charla en el objeto o el mecanismo inform¨¢tico.
M¨¢s a¨²n: en la misma informaci¨®n, ya puestos, se inventa un sustantivo y se habla de chateadores para referirse a los participantes en los sucesivos di¨¢logos con el escritor. Menos mal que se escribi¨® en cursiva, lo mismo que los tiempos verbales del inexistente chatear, dejando claro que se trata de t¨¦rminos de alg¨²n idioma ignoto.
A los ingleses, a los norteamericanos, no se les ha ocurrido inventar nada en esta ocasi¨®n. ?Y para qu¨¦ lo habr¨ªan de inventar? Dicen charla y charlar con toda naturalidad, pero por lo visto aqu¨ª la pantalla produce alguna suerte de atracci¨®n reverencial que nos lleva a reinventar lo ya sabido, lo m¨¢s com¨²n.
Ocurre, por ejemplo, con el sambenito que le hemos colgado a Javier Solana al llamarle, de modo casi incomprensible, m¨ªster PESC -?que ya es llamar!- sin darnos cuenta de que los angloparlantes dicen m¨ªster PESC, como dir¨ªan m¨ªster Rodr¨ªguez o m¨ªster G¨®mez, es decir, se?or Rodr¨ªguez, se?or G¨®mez o se?or PESC.
?Qu¨¦ misterioso mecanismo nos lleva a cambiar el tratamiento com¨²n de nuestra lengua para decir m¨ªster en esta ocasi¨®n?
?Qu¨¦ misterioso mecanismo nos lleva a dejar de hablar o de dialogar o de charlar, tal y como siguen diciendo los ingleses en su lengua, para decir o escribir chatear, que, para colmo de males, designa en nuestra lengua una actividad tan habitual como distinta del di¨¢logo a trav¨¦s de Internet? ?No nos basta con cibercharla, o ciberforo, si es que queremos hacer una distinci¨®n que en muchas ocasiones resulta innecesaria porque el contexto ya nos dice que estamos en la Red inform¨¢tica?
Hemos desterrado casi por completo a los malvados hackers ingleses y nos hemos quedado con nuestros piratas de siempre para hablar de los que arramblan lo que pueden en la Red, pero a la hora de charlar, de hablar, parece que tropezamos y no somos capaces m¨¢s que de balbucir un extravagante chateo.
Racismo estadounidense
No salimos del ¨¢mbito anglosaj¨®n, pero esta vez para algo mucho m¨¢s sutil, tambi¨¦n relacionado con el lenguaje.
La peripecia judicial que est¨¢ sufriendo en Estados Unidos el espa?ol Joaqu¨ªn Jos¨¦ Mart¨ªnez tiene conmocionada a la opini¨®n p¨²blica de nuestro pa¨ªs, sobre todo cuando se ha sabido que un m¨¦dico forense es capaz de falsear su testimonio en un proceso que acab¨® con la condena a muerte del acusado.
Pero no es ¨¦se el asunto. El jueves, en una cr¨®nica de Javier Valenzuela desde Tampa, donde se vuelve a juzgar a Mart¨ªnez, se hablaba de la selecci¨®n del jurado y se escrib¨ªa que est¨¢ integrado por 10 hombres y 2 mujeres, 'ocho de ellos blancos, dos hispanos y dos negros'.
Juan Andr¨¦s llam¨® por tel¨¦fono al Defensor para hacerle notar, con consideraciones muy interesantes, que hab¨ªamos ca¨ªdo en la trampa del racismo estadounidense.
Hispanos puede haber que sean blancos, negros o mestizos, pero contraponer blancos y negros con hispanos es aceptar la sutil -o no tan sutil- muestra de racismo que se desliza a diario en el lenguaje de muchos estadounidenses.
Andr¨¦s suger¨ªa que debemos sostener 'una doctrina, como espa?oles', para salvaguardar la realidad ante 'esta forma anglosajona de interpretar la clasificaci¨®n de las personas'.
Sin duda -y el propio lector estaba convencido de ello por haber residido varios a?os en Estados Unidos-, la expresi¨®n se desliz¨® de forma involuntaria, arrastrada del lenguaje del entorno y sin ¨¢nimo racista.
Otra vuelta de tuerca
En alguna ocasi¨®n se ha explicado en esta columna lo que en el argot profesional se entiende por dar una vuelta de tuerca a un titular.
Se trata de evitar matices que resten fuerza a la informaci¨®n; se intenta y se persigue lo rotundo, sin claroscuros.
Lo malo es que la realidad impide que esto sea posible en muchas ocasiones; y lo peor es que, pese a todo, se fuerzan las cosas en m¨¢s de una ocasi¨®n.
As¨ª ocurri¨® el pasado jueves cuando en las p¨¢ginas de Econom¨ªa se public¨® este titular: La Comisi¨®n Europea considera ilegal el impuesto de Rodr¨ªguez Ibarra a los bancos.
De ah¨ª al texto de la noticia hab¨ªa un largo trecho. Tanto como que su tercer p¨¢rrafo conclu¨ªa que la Comisi¨®n 'de momento no dispone de informaci¨®n suficiente para pronunciarse definitivamente sobre el asunto'.
Se trataba de informar de la respuesta dada por la Comisi¨®n Europea a una pregunta del eurodiputado popular espa?ol Jos¨¦ Garc¨ªa-Margallo, sobre el impuesto que la Junta de Extremadura planea aplicar a los dep¨®sitos de los bancos que operan en su territorio.
En la respuesta, la Comisi¨®n asegura que tal impuesto 'puede constituir una discriminaci¨®n que distorsiona la competencia', pero concluye, y as¨ª se recog¨ªa en la informaci¨®n, que 'ser¨ªa prematuro realizar consideraciones m¨¢s amplias habida cuenta de que se refiere a un anteproyecto de ley'.
Total, que ni hay impuesto ni puede haber declaraci¨®n de ilegalidad, por mucho que la respuesta huela a reproche para el intento.
Cuando llegue la ilegalizaci¨®n, si llega, la realidad coincidir¨¢ con el titular; ahora, no.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 913 377 836.
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