El segundo nacimiento de J. J. Mart¨ªnez
Menos de tres horas de deliberaciones necesit¨® ayer un jurado de Tampa (Florida) para dictar un veredicto de no culpabilidad en el juicio seguido contra el espa?ol Jos¨¦ Joaqu¨ªn Mart¨ªnez por un doble asesinato que le hab¨ªa costado una condena a muerte en una vista anterior. Puede decirse sin eufemismo que Mart¨ªnez ha nacido otra vez y que debe esa segunda vida, fundamentalmente, a sus padres, que no se rindieron a la fatalidad y removieron cielo y tierra para encontrar el dinero (unos cien millones de pesetas) necesario para contratar a un abogado solvente que intentase primero revocar la pena capital y luego obtener un veredicto de no culpabilidad.
Adem¨¢s de la actuaci¨®n del abogado ha resultado decisiva la intervenci¨®n de Amnist¨ªa Internacional y la movilizaci¨®n del Parlamento espa?ol, algo que seguramente ha sorprendido en Florida, donde las condenas a muerte suscitan una emoci¨®n m¨¢s bien escasa. El segundo juicio ha permitido al abogado poner de manifiesto la insolvencia de las pruebas materiales y atribuir a motivos psicol¨®gicos -celos, despecho- los testimonios acusatorios, en particular el de la ex esposa del acusado, que fue quien lo denunci¨®. Un hispano denunciado por su propia esposa les pareci¨® a los polic¨ªas que investigaban el doble crimen evidencia suficiente para abandonar otras l¨ªneas de investigaci¨®n. Pero a la larga ha resultado que las irregularidades de la investigaci¨®n que precedi¨® al primer juicio y del juicio mismo han favorecido al acusado.
Se sab¨ªa por las estad¨ªsticas que el 7% de los condenados a muerte en Estados Unidos es inocente. Pero la revocaci¨®n de la pena capital contra Mart¨ªnez y la celebraci¨®n de un nuevo juicio han permitido a los espa?oles asistir en directo a las singularidades de la justicia norteamericana, en la que las garant¨ªas de los procesados guardan una relaci¨®n directa con el dinero que cuesta un buen abogado. Lo extraordinario del caso desde la perspectiva espa?ola es que lo que se inici¨® como oposici¨®n de principio a la pena de muerte se convirti¨®, a la vista de las irregularidades y la falta de garant¨ªas, en convicci¨®n de la no culpabilidad de Mart¨ªnez cuando el fiscal sustituy¨® la petici¨®n de pena capital por la de cadena perpetua. Ninguna de las pruebas presentadas por el fiscal ten¨ªa fuerza probatoria suficiente, al menos seg¨²n los baremos europeos y seg¨²n el veredicto de ayer.
Resulta escandaloso que en una democracia en tantos aspectos avanzada como la de EE UU se pueda condenar a una persona a la pena de muerte sin que existan puebas gen¨¦ticas de ADN, rastros de sangre, huellas dactilares, etc¨¦tera, que la vinculen directamente con el crimen que se le imputa. Pero en EE UU eso es posible en una proporci¨®n estimable, y el abogado de Mart¨ªnez ha tenido la excepcional oportunidad de poder demostrarlo. Al no existir el menor rastro de prueba material y directa de su participaci¨®n en el doble crimen que se le imputaba, la no culpabilidad de Mart¨ªnez, la absoluci¨®n, era obligada.
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