Eclipse militar
Como estamos viendo, la eliminaci¨®n del servicio militar obligatorio fue una decisi¨®n insuficientemente meditada. La tentaci¨®n de la propuesta electoralista f¨¢cil y exitosa prevaleci¨® sobre el debate sereno y responsable. Emprendimos un importante cambio en la organizaci¨®n de las fuerzas armadas sin haber hecho previamente un adecuado balance de cu¨¢les pod¨ªan ser sus consecuencias. Desde luego, Espa?a no pod¨ªa quedarse al margen de unas pautas de organizaci¨®n del Ej¨¦rcito que ya estaban comenzando a generalizarse en casi todos los pa¨ªses de nuestro entorno. Tanto nuestra adscripci¨®n a la OTAN, con su necesario impulso modernizador, como el propio clamor popular, convirtieron la abolici¨®n del servicio militar obligatorio en una mera cuesti¨®n de tiempo. No fue, por tanto, una decisi¨®n equivocada; pero es muy probable que fuera imprudente en su aplicaci¨®n. Sobre todo porque, como suele ocurrir tan a menudo en la pol¨ªtica democr¨¢tica, se hurtaron gran parte de sus consecuencias a la opini¨®n p¨²blica. Esa conocida frase period¨ªstica, 'no dejes que la realidad te estropee un buen reportaje', tiene tambi¨¦n su correspondiente traducci¨®n en el mundo de la pol¨ªtica: 'no dejes que sus costes ocultos te empa?en una magn¨ªfica propuesta electoral'.
Espa?a pudo haber optado por mantenerse fuera de la OTAN e incluso abolir el Ej¨¦rcito. No hubiera sido lo sensato, pero pudo haberlo hecho. Sin embargo, se inclin¨® por asumir todo un conjunto de compromisos de defensa en dicha organizaci¨®n, que son los que a grandes rasgos se corresponden a un pa¨ªs de su tama?o e importancia estrat¨¦gica. Y esto significa aceptar todo un conjunto de responsabilidades con sus correspondientes costes. Costes que necesariamente se han visto aumentados al decidirnos, adem¨¢s, por una plena profesionalizaci¨®n de la funci¨®n de defensa. Y ya vemos muchas de las consecuencias de no hacerlos frente: insuficiente demanda de profesionales, que quiz¨¢ haya que paliar, en efecto, con inmigrantes de algunos pa¨ªses; el recurso a medidas de ingenier¨ªa y picaresca presupuestaria para financiar las costosas compras de material; por no hablar de curiosas y pat¨¦ticas medidas como la reducci¨®n del cociente intelectual m¨ªnimo para poder ingresar en el Ej¨¦rcito. ?A qui¨¦n puede extra?ar as¨ª la frustraci¨®n de los diversos sectores militares? Cuando al fin parec¨ªa que se hab¨ªan liberado de la hipoteca que el franquismo hab¨ªa levantado sobre su reputaci¨®n, tienen que hacer frente ahora a todo este conjunto de problemas. Una nueva vuelta de tuerca en la disminuci¨®n de su autoestima, que no creo que sea bueno para nadie.
Seg¨²n cifras del a?o 1999, Espa?a dedica a defensa el 1,3% del PIB, un punto por debajo de la media de los pa¨ªses de la OTAN, o sea, casi la mitad, y lejos de los 2,6% y 2,7% del Reino Unido y Francia. No hay nada que objetar a este dato, producto de claras opciones de decisi¨®n p¨²blica. Pero no debemos olvidar tampoco que la defensa es uno de esos sectores o 'pedazos' de la soberan¨ªa que hemos 'puesto en com¨²n' con nuestros aliados y, en consecuencia, nos obliga a asumir los compromisos adquiridos. De forma m¨¢s o menos silenciosa se han venido produciendo importantes transformaciones en la funci¨®n militar. Seguramente estemos ante el final de la defensa nacional tal y como la ven¨ªamos conociendo. No s¨®lo por esta nueva imbricaci¨®n continental y transcontinental de las pol¨ªticas de defensa. Tambi¨¦n por el abandono del modelo republicano de compromiso ciudadano con la defensa de la naci¨®n. Recordemos que ¨¦sta fue siempre la posici¨®n 'progresista' frente al modelo de los ej¨¦rcitos mercenarios. ?stos ya parecen casi inevitables en esta ¨¦poca del Estado posmoderno, e incluso, como en su origen, muy probablemente acaben siendo 'multinacionales' -ecuatorianos en el ej¨¦rcito espa?ol; rumanos en el alem¨¢n, etc¨¦tera-. Lo que no ha cambiado, sin embargo, es la capacidad pol¨ªtica e intimidatoria del potencial militar en la esfera internacional. No deja de ser contradictorio, por lo tanto, que nos quejemos de la dependencia militar europea de los Estados Unidos y seamos reacios a la vez a un incremento de los presupuestos militares continentales.
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