Abstenci¨®n
La abstenci¨®n no tiene el valor destructivo que se le suele dar en las democracias donde el voto no es obligatorio (cuando lo es, hay menos democracia). El treinta y siete por ciento del censo brit¨¢nico se ha abstenido, m¨¢s que nunca desde la guerra mundial, cuando los soldados no votaban. Es una expresi¨®n importante: no creen en el sistema que les hace elegir entre una falsa izquierda y una derecha bestial, marcada por el apoyo de Thatcher a Pinochet y el discurso de ella misma en la campa?a.
Se ha extendido la l¨ªnea americana: la oferta al elector limitada a dos personas o a dos partidos. Es el sistema de los hombres fundamentales, heredado de los aut¨®cratas que nos preceden. Es m¨¢s terrible de lo que parece el arrastre del pasado en los pueblos. Los caciques, los feudales, los se?ores. No s¨¦ si una de las razones de las autonom¨ªas espa?olas est¨¢ anclada en el feudalismo.
Entre los abstencionistas, a los que se concede poco en las estad¨ªsticas y los an¨¢lisis, hay una cantidad importante de j¨®venes. No ha votado la mitad de quienes han llegado a la mayor¨ªa de edad desde las elecciones anteriores. Tienen la sensaci¨®n de que es igual quien gane. No hay izquierda, aunque el partido liberal-dem¨®crata se considere as¨ª: pero su nombre es malo, y su tradici¨®n, rid¨ªcula. Est¨¢ destinado a la extinci¨®n, como el mismo Partido Conservador. Ha dimitido su candidato derrotado; se barajan nombres de conservadores conservados, antiguos. El Times (que ayud¨® a los laboristas, contra su tradici¨®n) pregunta a los abstencionistas por qu¨¦ no han votado, pero no les da opciones: s¨®lo pueden contestar afirmativamente a 'estaba ocupado', 'no estoy censado', 'me importa poco qui¨¦n dirija el pa¨ªs', 'el resultado era inevitable' o 'ning¨²n partido me representa': no s¨¦ si estas tres ¨²ltimas son la misma.
La abstenci¨®n no es grata, y compensa poco a quien la practica: es el reconocimiento de que se ha perdido la capacidad de participar en la gobernaci¨®n. La democracia que se alz¨®, y a¨²n presume de ello, contra los colectivismos, se obliga a la pluralidad, el individuo, los matices, las peculiaridades. Pero los partidos se han arruinado como representantes de la poblaci¨®n, se han contra¨ªdo: las opciones disminuyen. Y se acogen con entusiasmo los pactos, los arreglos, los consensos: la muerte del Parlamento.
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