Los tramoyistas abren el primer espect¨¢culo de la Bienal
'?El espect¨¢culo! ?El espect¨¢culo!' La pruebas de sonido y el ensayo general para el desfile de modelos que debe rasgar esta noche el ojo del Hemisf¨¦rico desataron la euforia de varios transe¨²ntes que visitaban ayer el recinto de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.
El equipo t¨¦cnico de la Fura dels Baus ofreci¨® el primer espect¨¢culo de la Bienal de Valencia cuando ultimaba los preparativos de La navaja en el ojo, un sorprendente desfile de modelos que cuenta con la colaboraci¨®n de diez dise?adores del m¨¢s alto prestigio internacional. La vocaci¨®n transgresora del grupo catal¨¢n bebe en esta ocasi¨®n del impactante fotograma de Le chien andalou, pieza ¨²nica del surrealismo cinem¨¢tografico que elaboraron al alim¨®n Salvador Dal¨ª y Luis Bu?uel en 1928, en el que la atenta mirada de un ojo que llena la pantalla es rasgada por el filo de una navaja.
Enormes gr¨²as, gigantes maniqu¨ªes y mucho, mucho ruido, constituyeron el proleg¨®meno de la serie de eventos culturales que convertir¨¢n la ciudad de Valencia en un inmenso escenario sobre el que se expresar¨¢n en diversos lenguajes los vicios y las virtudes del ser humano.
Una madre trasladaba a sus dos peque?as una versi¨®n para menores: 'Por ah¨ª se van a descolgar unos se?ores'. Mientras que un grupo de jubilados entrecerraba los ojos para identificar a distancia La Falla de la Bienal, del equipo de Na Jordana, que otros operarios retocaban junto al Museo de las Ciencias.
Las tareas de montaje se extend¨ªan a ocho espacios de la ciudad, desde los tinglados del puerto hasta el museo de L'Almod¨ª, que acoger¨¢n eventos de diverso pelaje. Las aportaciones de m¨²sicos como David Byrne, directores de cine y teatro como Emir Kusturica o Robert Wilson, y escultores como Miquel Navarro interpelar¨¢n a los vecinos. Las evoluciones de los t¨¦cnicos provocaron las primeras interrogaciones: '?La Bienal?, ?eso es nuevo, no?'.
Carles Santos abre hoy la vertiente oficial de la representaci¨®n con Fanfarria. A continuaci¨®n sonar¨¢ 11.509 notes per a 2001 m¨²sics una creaci¨®n con vocaci¨®n de permanencia, seg¨²n el autor, quien prev¨¦ 'la participaci¨®n de 100.000 m¨²sicos en la edici¨®n de la Bienal del a?o 100.000'.
De fondo, el blanco ya afeado del ejercicio creativo de Calatrava llamado Museo Pr¨ªncipe Felipe. De frente, una galer¨ªa inevitablemente distante por el obst¨¢culo insalvable de uno de los estanques de la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Ah¨ª est¨¢ plant¨¤ una composici¨®n a modo de teatro de quita y pon en el que se escenifica con fina iron¨ªa la comuni¨®n entre las artes y los pecados que las definen. Es, en realidad, una falla inspirada en las que poblaban las esquinas de Valencia en la d¨¦cada de los a?os veinte. Es, de veras, un ejercicio concebido en un mes, ingeniado art¨ªsticamente por Sigfrido Mart¨ªn Begu¨¦, modelado en el taller de Manolo Mart¨ªn y convertido en real alegor¨ªa por Ferran Mart¨ªn -quien el pr¨®ximo viernes inaugura exposici¨®n en Nueva York y entre tanto practica un performance que juega con el espacio y las identidades por las calles de Valencia-, Xavier Montsalvatje y ?scar Mora, entre otros, y con la documentaci¨®n de Antonio Ari?o.
Sobre la tarima, o sea el escenario, una bailarina de puntillas imposibles y ataviada con mallas propias de la huerta representa El lago de las alcachofas, una singular combinaci¨®n entre la supuesta exquisitez cultural y el elemento r¨²stico. La m¨²sica de fondo la pone un hombre orquesta con una viola por cors¨¦ y un piano a modo de falda de vuelo. Y completa el primer plano de la representaci¨®n un arquitecto que casi levita sobre los pelda?os de su propio ego.
Por la estructura que soporta el teatrillo se asoman el presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana, el Consejero de Cultura, Manuel Taranc¨®n, y subsecretaria de Promoci¨®n Cultural, Consuelo Ciscar. En los tres, como en el resto de las figuras, es com¨²n una boca a modo de bocina por la que se pregona Valencia por el mundo entero, en esta ocasi¨®n bajo el pretexto de la Bienal. Alrededor de la reminiscencia de un pret¨¦rito teatro popular se sit¨²a el dise?ador de moda -que ya no practica la t¨¦cnica de patronaje del Burda sino que consigue convertir a Mondrian o a Mir¨® en traje de alta costura- y que en lugar de hilo, agujas y dedales garabatea con paleta de pintor.
La literatura, montada en todoterreno, camina en apariencia ajena a las nuevas tecnolog¨ªas, cegada por la inspiraci¨®n y obviando el netaismo. El pintor minucioso, el T¨ªo Pepe, sobrevive con la inequ¨ªvoca referencia del toro de Obsborne. Cerca de ¨¦l, de una c¨®moda de cajones desajustados y asim¨¦tricos se escapan, o se esconden, los guiones y fantas¨ªas del cine, entre el espect¨¢culo hollywoodiense de m¨¢s taquilla y el chirriante cine de autor. Atentos al celuloide el aut¨®mata parlante crecido en la carta de ajuste y el tenor castrato entre divo emplumado y arleq¨ªn itinerante.
Eso es lo que se ve en la Falla de la Bienal de Valencia, pensada para ser transportada -de hecho viajar¨¢ probablemente a Cuba y Buenos Aires y arder¨¢ en un destino indeterminado- y concebida para retratar convivencias bien y mal soportadas entre disciplinas art¨ªsticas, sobre algunas de las cuales planea la duda de la raz¨®n que las hace llamarse art¨ªsticas.
La parte m¨¢s alta de la falla, en el frontis del teatrillo, es una grupa valenciana que no escatima en detalles -?ngela Moura, responsable del atrezzo, ha hecho para la ocasi¨®n las joyas de rigor- custodiada por las Torres de Serranos o la barraca a lo Blasco Ib¨¢?ez.
Las bambalinas, o tal vez tramoya, se dividen entre la instituci¨®n y la academia. De obligado protocolo era referirse -aunque no fuera propio de los teatrillos y rompa con la est¨¦tica- a las autoridades competentes: un lado dedicado a los rectores de las universidades de la Comunidad y otro a la orla de la promoci¨®n que ha dado a luz la I Bienal de Valencia, desde la ministra Pilar del Castillo a la alcaldesa Rita Barber¨¢. La funci¨®n va a comenzar.
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