Urbanidad
El Ayuntamiento de Valencia nos ha construido un campito de juegos y deportes que da gozo verlo, de tan majo y tan nuevo. Pronto fue tomado por futbolistas, petanquistas, baloncestistas, ajedrecistas y hasta patinadores. Los domingos, los escolares en libertad provisional hacen cola para las mesas de pin-pon, pero ya se puede comprobar, ay, lo temprano que ha empezado el deterioro.
Papeles, envoltorios de papas, latas de cerveza y cola y otros t¨ªpicos detritus de la globalizaci¨®n gastron¨®mica festonean ya las porter¨ªas y las pistas ; y tarzanes en ch¨¢ndal trepan por el enrejado o se descuelgan de los cestos por los que se supone tanto suspiraban.
Veo en las librer¨ªas que contin¨²a la moda de recordarnos, en ediciones revival, algunas consignas con las que se nos castigaba a la tierna infancia de los 50 y 60. Carandell ha rescatado las normas de urbanidad, aquella materia que hoy suena a pleistoceno , y es que eran textos rancios, trufados de ?o?ez y misoginia... salvo que en algunos casos indicaban obviedades que parecemos haber enterrado 'heroicamente' bajo la losa de granito del Valle de los Ca¨ªdos.
Sin el menor asomo de nostalgia, reconozcamos que nuestras ciudades est¨¢n enfermas de hostilidad e indiferencia : conductores agresivos, muchachitas en flor que miran hacia otro lado cuando alguien en el autob¨²s necesita 'su' asiento, esa forma de atropellarnos al salir del cine... por no hablar de la ins¨®lita manera de pillar un taxi a la puerta de la Estaci¨®n del Norte o el Aeropuerto.
Ofreciendo ejemplos tan edificantes nos va a ser dif¨ªcil convencer a los chavales de que la buena educaci¨®n no es remilgo, sino actitud c¨ªvica de respeto y convivencia en un espacio compartido. Y de que no se es m¨¢s admirable o 'anticonvencional' s¨®lo por escupir c¨¢scaras de pipas en la acera o destrozar cabinas. A riesgo de que nos llamen plastas, tendr¨ªamos que decir a estos 'rebeldes' de al salir de clase que efectivamente nuestro mundo no estar¨¢ como para sentirse orgullosos, pero tambi¨¦n que las revoluciones o las grandes transformaciones no consisten exactamente en dejarlo hecho una guarrada.
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