Estampas de la a?eja tauromaquia
Los toros de Victorino Mart¨ªn, y con ellos Luis Francisco Espl¨¢, a la saz¨®n director de lidia, revivieron estampas de la a?eja tauromaquia y protagonizaron los instantes de mayor emotividad y belleza de la feria. La feria se redim¨ªa en su ¨²ltima representaci¨®n, cap¨ªtulo 31? -se dice pronto- tras cerca de un mes de vulgaridades y de aburrimientos mortales.
El toro de casta y el torero cabal: eso es lo que convirti¨® en memorable la ¨²ltima corrida de feria.
Colabor¨® el picador ?nderson Murillo, que le hizo bien la suerte al cuarto toro. Tampoco es que fuera como para lanzar cohetes; mas la cotidiana iniquidad de la acorazada de picar, sus desafueros y tropel¨ªas, hicieron que simplemente por el contraste de hacer decorosamente la suerte el p¨²blico estuviera a punto de elevar a ?nderson Murillo a los altares.
Victorino / Espl¨¢, Caballero, Uceda
Toros de Victorino Mart¨ªn, de irreprochable trap¨ªo y la mayor¨ªa bella estampa; sin excesiva fuerza y varios flojos; poco bravos e incluso algunos mansos pero con mucha casta; casi todos desarrollaron sentido. Serios y emocionantes en conjunto, Luis Francisco Espl¨¢: estocada corta ladeada y rueda de peones (escasa petici¨®n, gran ovaci¨®n y salida a los medios); media (escasa petici¨®n y clamorosa vuelta al ruedo, acompa?ado por el picador Anderson Murillo en su segunda mitad). Manuel Caballero: estocada trasera ladeada, rueda de peones y dos descabellos (algunos pitos); pinchazo y estocada corta ca¨ªda (pitos). Uceda Leal: cuatro pinchazos -aviso-, estocada corta baja y rueda de peones (aplausos y salida al tercio); estocada trasera ca¨ªda (silencio). Plaza de Las Ventas, 9 de junio. 31? y ¨²ltima corrida de abono. Lleno.
?nderson Murillo es colombiano. Y Efr¨¦n Acosta, que puso en la cumbre el arte de picar en la pasada Feria de Oto?o, mexicano... Los picadores espa?oles tienen aqu¨ª tema para el estudio, la meditaci¨®n y el examen de conciencia.
La recreaci¨®n de las estampas de la tauromaquia cl¨¢sica se produjo nada m¨¢s comparecer el primer toro, un c¨¢rdeno terciado de irreprochable trap¨ªo que el p¨²blico salud¨® con una ovaci¨®n, y Luis Francisco Espl¨¢ dio la r¨¦plica trazando una media ver¨®nica ante el rebrincado arre¨®n de la res, y esa rara suerte reproduc¨ªa las que ilustraban los sugestivos carteles de toros de principios de siglo.
Lidi¨® Espl¨¢ al toro, que ten¨ªa casta. No bravura, por lo que sobr¨® ponerlo lejos del caballo para la suerte de varas. La verdad es que el p¨²blico lo ped¨ªa. Isidros al margen (pues a ¨¦stos hay que echarlos de comer aparte) hay un nuevo p¨²blico en Las Ventas que se gu¨ªa por los t¨®picos y confunde la velocidad con el tocino. Por ser victorinos exig¨ªa que a todos los pusieran lejos del caballo, aunque hubiesen cantado su mansedumbre, como el aludido o m¨¢s llamativamente el que se corri¨® en sexto lugar.
Banderille¨® Espl¨¢ con acierto a ese primer toro si bien el par sensacional lo prender¨ªa, de poder a poder, al que hizo cuarto. Y construy¨® una faena merit¨ªsima, variada, con empleo de la t¨¦cnica y el ojo avizor precisos para no verse desbordado por el toro.
La suerte de varas del cuarto constituy¨® un fant¨¢sico espect¨¢culo. Tardeaba el toro antes de arrancarse al galope, y ?nderson Murillo lo recib¨ªa galanamente tir¨¢ndole arriba la vara. Menos en el primer encuentro, pues clav¨® trasero y tap¨® la salida, rectificando despu¨¦s para desplegar su estilo de varilarguero.
La faena de muleta de Espl¨¢ a ese toro, un avisado ejemplar de casta agresiva, adquiri¨® caracteres ¨¦picos. Despu¨¦s de castigarlo toreramente por bajo, instrument¨® dos redondos grandiosos de temple indecible, y al engendrar el tercero, el animal le alcanz¨® con el pit¨®n y le tir¨® dos fieros derrotes que lo lanzaron por los aires a bastantes metros de distancia.
Maltrecho f¨ªsicamente Espl¨¢ pero an¨ªmicamente recrecido, volvi¨® al toro con la intenci¨®n de torearlo por naturales lo que ya era el colmo de la heroicidad. No pudo ser, ya que el toro ya hab¨ªa aprendido lat¨ªn, de manera que hubo de cuadrar y cobr¨® media estocada en la yema.
La emoci¨®n de los momentos vividos con la casta del toro y la proeza de Espl¨¢, recreaci¨®n de la fiesta viva -la verdadera, la eterna- convirtieron los tendidos en un manicomio y la plaza era un delirio mientras el veterano diestro daba la vuelta al ruedo, en su ¨²ltimo tramo acompa?ado por el picador, a quien hizo bajar a la palestra para que saboreara las mieles del ¨¦xito.
Tuvo otros rasgos interesantes la tarde. Por ejemplo, un exquisito toreo en redondo de Uceda Leal al tercer toro, que desarroll¨® nobleza, si bien discontinua. El toro embest¨ªa fijo y humillado, o se quedaba parado, seg¨²n. Claro que Uceda Leal toreaba hondo y cruzado o se quedaba fuera cacho, seg¨²n. Y el toro embest¨ªa en el primer caso, mientras se quedaba mirando a Getafe en el segundo.
Toros nobles le correspondieron a Manuel Caballero, que ten¨ªa la tarde obtusa y no consigui¨® hacerles el toreo. El sexto sac¨® enormes dificultades por reserv¨®n e incierto, y Uceda leal se lo quit¨® pronto de encima. Un deslucido final que, sin embargo, no desdijo de la importancia de la corrida: interesante, seria, marcada por los riesgos que comporta la casta y la emoci¨®n que produce la disposici¨®n responsable y heroica de los toreros valientes. Y ese fue Espl¨¢: un pedazo de torero, como le gritaron desde el tendido.Un torero cabal a la antigua usanza. Una especie en extinci¨®n.
Babelia
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