La chota
El Palacio Vistalegre se acredit¨® como palacio de las cabras y ahora va a por la chota, que es una nueva marca. Palacio de la Chota: suena bien.
La verdad es que suena bien palacio de la chota. Y, sobre todo, que lo principal para la buena marcha del negocio es acreditarse con algo. Por ejemplo, aquello de "el toro de Bilbao" ha quedado como marca de la casa, da igual si es mentira.
A Las Ventas le colgaron el sambenito de "plaza de los elefantes con cuernos". Era otra mentira, por supuesto, mas hay gente que se lo cree y hasta algunos aficionados se apresuran a manifestar que, por ellos, los toros pesar¨ªan 100 kilos menos de lo habitual, para que no los tomen por elefantistas.
El origen de la vaina -aquello de que en Madrid exigen elefantes con cuernos- es antiguo. Fue una tarde que soltaron para Palomo Linares en Las Ventas un toro de Atanasio Fern¨¢ndez que rebasaba los 600 kilos y los aficionados lo protestaron indignados.
Acabada la corrida, los apoderados del torero -los hermanos Lozano, a la saz¨®n- y la corte que gravita en torno a los coletudos, se manifestaron escandalizados de que en Madrid se hubiese protestado un toro de m¨¢s de 600 kilos. Varios de ellos soltaron estas declaraciones en TVE, donde ejerc¨ªan influencias. Y ya que les brindaban la oportunidad, aprovecharon para insultar a determinados periodistas. Sin embargo la verdad ten¨ªa distinto fundamento: lo que protest¨® la afici¨®n no fue el tama?o del Atanasio sino sus astas, que parec¨ªan afeitadas hasta las orejas.
El Atanasio, Palomo, los que insultaban, la vesan¨ªa de los cargos de la TVE de entonces, provocaron tal esc¨¢ndalo, que el propio ente intent¨® repararlo dando satisfacci¨®n a los periodistas agraviados, aunque ¨¦stos (exactamente dos) no aceptaron. Pero esa es otra historia...
El sambenito de los "elefantes con cuernos" sigui¨® y ha llegado a nuestros d¨ªas, pues ya se encargan de ello los gacetilleros ¨¢ulicos.
Claro que hablar de elefantismo cuando la realidad exigir¨ªa referirse al raquitismo queda un poco surrealista. Lo que soltaron en el Palacio Vistalegre constituy¨® la apoteosis del fraude; la total aniquilaci¨®n del toro, su estampa, su casta y su fortaleza. Y en su lugar sali¨® el borrego.
Seis borregos de ¨ªnfima presencia les soltaron a tres que van por la vida de matadores de toros -?y figuras!-, si bien se quedaron en anodinos e incompetentes matadores de borregos.
A Joselito le dieron una oreja. Y ni ¨¦l ni ninguno de la terna consiguieron cortar m¨¢s orejas pese a que hab¨ªa en los tendidos un p¨²blico orejero, festivalero y triunfalista, que se comportaba como si le hubiesen regalado la entrada. No se descarta que fuera as¨ª, desde luego. Lo que explicar¨ªa el raro fen¨®meno, habitual del Palacio Vistalegre, donde al empezar la funci¨®n hab¨ªa menos de un cuarto de entrada y, mediada, aparec¨ªa triplicado el aforo.
Joselito, aparte perder el capote y luego enmendar el desaire mediante unas ver¨®nicas lentas, le hizo al toro de la oreja la ficci¨®n del toreo desmayado, que consiste en que uno da un pase y va y se desmaya. No exactamente sino que hunde los ri?ones, descuelga la anatom¨ªa, baja la mano cual si se desmayara, y semejante porte le vale para dar medio pase con el pico de la muleta como si se tratara de algo grandioso. Eso por la derecha pues por la izquierda el toreo no le sali¨®. Mat¨® Joselito de fulminante estoconazo, con el toro pegado a tablas, y le vali¨® la oreja.
Al quinto, especie de becerro harto de porros, Joselito lo mulete¨® desde la mediocridad supina. Lo que no llam¨® la atenci¨®n pues sus colegas, no le iban a la zaga. Espartaco hizo el voluntarioso toreo de su especialidad, fuera de cacho. Y Morante de la Puebla se emple¨® en pinturer¨ªas, figuras flamencas, aires de duendes y pellizcos, mientras a la hora de la verdad ni mandaba ni ligaba. Y, encima, oy¨® tres avisos. Dos de ellos, en su segunda chota, con la que no pudo.
Chotas, borregos, mediocridades, avisos... La virgen, c¨®mo est¨¢ el patio.
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