Bush, en la OTAN
La declaraci¨®n de George Bush en la sede de la OTAN seg¨²n la cual los aliados europeos de EE UU se acercan a su proyecto estrat¨¦gico antimisiles, es m¨¢s una muestra de la operaci¨®n encanto emprendida por el nuevo presidente que una afirmaci¨®n apoyada por los hechos. La actitud estadounidense sobre el asunto, como sobre otros que chirr¨ªan en Europa, ha cambiado de tono, aunque no de contenido. Es cierto que en algunos de los socios transatl¨¢nticos de Washington se va abriendo camino la idea de que es necesario revisar el modelo militar concebido para un mundo bipolar, pero la corriente fundamental se encamina a mejorar los acuerdos existentes y no a cancelarlos. El paraguas nuclear para el que Bush dice buscar la aquiescencia aliada necesitar¨¢ de intensas y prolongadas discusiones en el marco de la Alianza. Francia y Alemania han ido m¨¢s lejos, al solicitar que se establezca una posici¨®n com¨²n sobre seguridad nuclear entre los miembros de la Uni¨®n Europea.
Europa no comparte la posici¨®n de Bush sobre un nuevo apocalipsis en forma de gobiernos incontrolados capaces de descargar sus cohetes sobre Washington o sus amigos. Y no parece haber un solo argumento de peso en favor de la liquidaci¨®n del tratado ABM -como quiere el l¨ªder estadounidense-, que ha dado seguridad al mundo durante treinta a?os, cuando ni siquiera est¨¢ a la vista una tecnolog¨ªa que haga eficaz el pretendido escudo. M¨¢s razonable es que Washington renegocie la relaci¨®n estrat¨¦gica con Rusia -y todo indica que Putin est¨¢ por la labor- basada en la mutua reducci¨®n de arsenales nucleares y una limitada defensa antimisiles.
El escepticismo europeo sobre el paraguas at¨®mico es tan firme como el de Estados Unidos a prop¨®sito de la fuerza de intervenci¨®n de la que quiere dotarse la UE, vista en Washington como amenaza de sustituci¨®n de una OTAN que hoy controla por completo y cuya nueva ampliaci¨®n debe discutirse el a?o pr¨®ximo en Praga. De ah¨ª la insistencia del jefe del Pent¨¢gono, Donald Rumsfeld, en que la iniciativa europea, adem¨¢s de subordinada, se haga de forma que aumente la capacidad militar de la Alianza. El di¨¢logo de defensa transatl¨¢ntico se complica por el hecho de que Europa est¨¢ en pleno proceso de definici¨®n, no s¨®lo de su futuro perfil institucional, sino de sus mismas dimensiones.
No cabe esperar soluciones a los muchos desencuentros entre Bush y los europeos en una semana casi de presentaciones. Pero por encima de las discrepancias, que en ¨¢mbitos como el militar presumiblemente tardar¨¢n a?os en solventarse, est¨¢ el hecho de que EE UU y Europa se siguen necesitando mutuamente, aunque ya no del modo en que lo hac¨ªan durante la guerra fr¨ªa. Y que la tendencia aislacionista de EE UU bajo un presidente conservador, al que tantas cosas separan de los dirigentes centroizquierdistas que mayoritariamente gobiernan en la UE, no impedir¨¢ que llegado el momento se produzca una reacci¨®n sintonizada en los asuntos relevantes.
Macedonia, por ejemplo, donde la situaci¨®n amenaza con escapar de control, irrumpi¨® ayer inopinadamente en la cumbre de la OTAN. Hasta el punto de que la Alianza comienza a plantearse en los pasillos la posibilidad de una intervenci¨®n en ese m¨ªnimo pa¨ªs balc¨¢nico, donde los avances de la guerrilla albanesa acercan cada vez m¨¢s la posibilidad de un enfrentamiento civil. Para tranquilidad de sus aliados, confundidos sobre las verdaderas intenciones de Washington, Bush ha respaldado inequ¨ªvocamente las tesis de su ministro de Exteriores, Powell, frente a las del titular de Defensa, Rumsfeld: Europa y EEUU han entrado juntos en la regi¨®n m¨¢s explosiva de Europa y seguir¨¢n juntos en ella.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.