De Niza a Berl¨ªn: oportunidades y riesgos
La Cumbre de Niza volvi¨® a modificar los tratados constitutivos de la Uni¨®n sin las reformas que la preparen para un futuro inmediato a 25 o 27 miembros. El resultado del refer¨¦ndum irland¨¦s alterar¨¢ la Cumbre de Gotemburgo y afectar¨¢ a los trabajos de la ampliaci¨®n, haciendo m¨¢s complejo y dif¨ªcil el proceso.
Sin embargo, esta original construcci¨®n pol¨ªtica que se inici¨® hace medio siglo como respuesta a la terrible experiencia de las dos guerras mundiales del siglo XX, resulta hoy el mejor instrumento imaginable para responder a los retos de la globalizaci¨®n. Ninguno de los pa¨ªses que componen la Uni¨®n actual, ni los que ma?ana la integren, tienen capacidad, por separado, de jugar un papel significativo en la nueva realidad del mundo. Y es precisamente el fen¨®meno de cambio civilizatorio vertiginoso el que est¨¢ acarreando mayor desasosiego e incertidumbre a los ciudadanos.
Por eso resulta tan interesante como urgente el debate abierto sobre el futuro de Europa. Schr?der, Jospin, Prodi, y otros responsables europeos, han hecho pronunciamientos de fondo. El Gobierno de Espa?a ha estado, una vez m¨¢s, ausente del debate que condiciona el futuro com¨²n, salvo para criticar con ligereza la propuesta de Rodr¨ªguez Zapatero, y, de paso, minusvalorar las aportaciones alemanas y francesas.
La ¨²nica 'ocurrencia' del se?or Aznar en estas primeras semanas del debate europeo ha sido plantear mal el problema de los fondos estructurales y de cohesi¨®n, teniendo que dar marcha atr¨¢s en asunto en el que Espa?a tiene raz¨®n. La falta de consistencia pol¨ªtica del se?or Aznar nos a¨ªsla y nos lleva a conformarnos con una piadosa menci¨®n de consolaci¨®n. El resumen no puede ser m¨¢s pat¨¦tico. En la defensa de los intereses nacionales concretos, el Gobierno se queda sin apoyos aun llevando raz¨®n. En aquello que nos afecta a todos, como la construcci¨®n del futuro de Europa, ni sabe ni contesta, pero descalifica al que aporta algo.
Pero, volviendo a lo que importa, el objetivo del debate sobre el futuro de Europa es la definici¨®n de un proyecto com¨²n que nos sit¨²e en una posici¨®n relevante ante los desaf¨ªos de la revoluci¨®n tecnol¨®gica que mundializa la informaci¨®n, la econom¨ªa, las finanzas, para una Uni¨®n a 25, 27 o m¨¢s pa¨ªses.
Estados Unidos es un poder global y una democracia local. Tiene la versatilidad de conectar lo local con lo global y un poder decisivo en el juego mundial. Sin embargo, ninguna de las cifras que manejemos, en el terreno econ¨®mico, del conocimiento, u otros -con la excepci¨®n de la defensa- , son tan distantes entre EE UU y la UE como para explicar la inmensa diferencia de poder, de influencia en la globalizaci¨®n o, si prefieren, en el destino de los asuntos mundiales.
Qu¨¦ tenemos que poner en com¨²n los europeos para que valgamos y pesemos lo que somos, en beneficio de nuestros pueblos, y, si creemos en los valores civilizatorios que definen Europa, en beneficio de un mundo m¨¢s pac¨ªfico, respetuoso de los derechos humanos, del medio ambiente, solidario...
El debate abierto debe evitar el error, si se quiere interesar a la ciudadan¨ªa europea, de plantearse como una discusi¨®n de reforma de los instrumentos sin aclarar los objetivos. La gente percibe que esos debates, como ocurri¨® en Niza, son m¨¢s que nada una discusi¨®n sobre repartos de poder y no sobre lo que queremos hacer conjuntamente para mejorar el futuro de los europeos.
Este error se agrava cuando se habla de presupuestos y s¨®lo se resalta lo que se pone y lo que se saca desde la estrecha perspectiva de cada cual. Tan equivocado enfoque produce resultados como el no irland¨¦s, incomprensible para los que creen -casi todos- que se est¨¢ o no con Europa en funci¨®n del saldo presupuestario.
Las reformas institucionales, como los presupuestos, s¨®lo son percibidos como necesarios cuando se sabe para qu¨¦ objetivos pol¨ªticos, socioecon¨®micos, culturales o medioambientales sirven.
El debate sobre la Europa Federal -versi¨®n alemana- o la Federaci¨®n de Estados Naci¨®n -versi¨®n francesa- no definir¨¢ los objetivos que queremos poner en com¨²n, sino la diferencia en el instrumento institucional para alcanzarlos. Por eso es m¨¢s determinante lo que cada cual propone hacer con el acervo comunitario, o lo que propone a?adir a las pol¨ªticas comunes.
El apriorismo del techo presupuestario del 1,27% del producto bruto de la UE, sin definir las pol¨ªticas que queremos hacer y afirmando que deseamos una Uni¨®n Europea ampliada, que no pierda profundidad, parece poco consistente, salvo que oculte el deseo de rebajar el grado de compromisos comunes para diluir la Uni¨®n.
Ser¨ªa razonable preguntarse por qu¨¦ el d¨®lar se fortalece frente al euro cuando la econom¨ªa americana va mejor que la europea, y tambi¨¦n cuando va peor. Tiene algo que ver, seguro, con una pol¨ªtica monetaria coherente con una pol¨ªtica econ¨®mica y presupuestaria. Por eso, es importante decidir si queremos una Uni¨®n Econ¨®mica, como preve¨ªa el Tratado, o s¨®lo una Monetaria, como se est¨¢ desarrollando. De la respuesta depende el futuro del euro en relaci¨®n con el d¨®lar.
El nuevo reparto de funciones y competencias entre los Estados y la Uni¨®n tiene una l¨®gica imparable, m¨¢s all¨¢ de la apelaci¨®n a la subsidiariedad. Ninguna empresa compleja habr¨ªa resistido los cambios del ¨²ltimo medio siglo, incluidos los derivados de la revoluci¨®n de la informaci¨®n, sin revisar a fondo sus funciones y sus estructuras. Sin embargo, la UE, la m¨¢s compleja de las empresas imaginables, ha ido acumulando 'acervo' durante medio siglo, sin plantearse seriamente su adaptaci¨®n funcional y estructural para enfrentar los nuevos retos.
Para los europe¨ªstas cl¨¢sicos, tocar el acervo es abrir la caja de Pandora que da la oportunidad a los antieurope¨ªstas de deshacer el camino recorrido. Pero si no asumimos ese riesgo, la par¨¢lisis en la construcci¨®n europea seguir¨¢ agrav¨¢ndose y 'Bruselas' continuar¨¢ siendo el chivo expiatorio de las incapacidades e ineficiencias de las pol¨ªticas nacionales. Se trata de definir cualitativamente lo que hacemos en com¨²n, m¨¢s que de acumular cantidad, incluso si no es relevante para los objetivos a los que me refer¨ªa al principio.
Como todo el mundo ha aceptado el principio de subsidiariedad -que no s¨®lo consiste en aproximar el poder al ciudadano, sino que cada poder ejerza las competencias que pueda desarrollar en mejores condiciones-, un nuevo reparto de competencias es inexorable. Este reparto ser¨¢ de doble v¨ªa entre los Estados Naci¨®n y las Instituciones de la Uni¨®n, puesto que algunas ser¨¢n devueltas desde el centro y otras ser¨¢n enviadas a ¨¦l.
Qu¨¦ queremos hacer juntos, como europeos, los 15 de hoy y los 27 de ma?ana, con una visi¨®n m¨¢s cualitativa que cuantitativa y a?adiendo a la subsidiariedad, la necesaria cohesi¨®n y el respeto a la diversidad de identidades.
Esta operaci¨®n tendr¨¢ consecuencias en la estructura del poder interno de Estados fuertemente descentralizados como Espa?a o Alemania, por lo que se convierte en la oportunidad de conformar la voluntad de nuestro pa¨ªs a trav¨¦s de un di¨¢logo entre el poder central espa?ol y los auton¨®micos.
Todo un desaf¨ªo interno, que si se hace con sentido de Estado y con un claro proyecto de la Espa?a diversa en la Europa del siglo XXI puede ayudar a superar los peligrosos desencuentros actuales. Aunque s¨®lo fuera por la propuesta de di¨¢logo contenida en la propuesta del Partido Socialista, un Gobierno sensible al problema territorial deber¨ªa haberla tratado con seriedad.
Tanto m¨¢s cuando la iniciativa de Rodr¨ªguez Zapatero en contraste con la ausencia de iniciativa de Aznar plantea los temas b¨¢sicos del debate sobre el futuro de Europa, adem¨¢s de uno crucial para nuestro proyecto interno como pa¨ªs.
Decidido lo que queremos poner en com¨²n -¨²nica lista competencial de la que merece la pena hablar-, el debate institucional cobra un sentido nuevo.
Cuando se habla de simplificar los tratados para hacerlos comprensibles a los ciudadanos, que se pierden en la fronda de seis tratados conviviendo simult¨¢neamente, parece l¨®gico plantearse un Tratado Constitutivo, que incluya la Carta de Derechos como definici¨®n de ciudadan¨ªa y como afirmaci¨®n de valores.
Los medios econ¨®micos a disposici¨®n de la Uni¨®n deben garantizar la suficiencia para la realizaci¨®n de las tareas comunes y la aplicaci¨®n de una pol¨ªtica solidaria en todas esas tareas, para darle sentido a la cohesi¨®n.
Los Parlamentos Nacionales, los Poderes Regionales, tienen que encontrar un engarce democr¨¢tico y eficiente en el proceso de construcci¨®n europea y en el desarrollo de las tareas, pero la respuesta no es f¨¢cil, si se quieren combinar las dos cosas.
El objetivo Berl¨ªn 2004 se puede convertir en la oportunidad recuperada para salir de la par¨¢lisis actual, o en el riesgo de que se deshaga -como temen muchos ciudadanos- la integraci¨®n europea con la excusa de la ampliaci¨®n, con la cual se muestran mayoritariamente de acuerdo.
Para nosotros, como espa?oles, es a la vez un momento clave para dar sentido a la Espa?a diversa, sin enfrentamientos in¨²tiles que hagan peligrar la unidad.
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno.
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