La sangre llega a Argel
La masiva explosi¨®n de ira en Argel -caos, dos muertos, centenares de heridos- ha puesto de manifiesto el aislamiento gubernamental y el peligro real de que la protesta de la Cabilia, iniciada hace dos meses, acabe en insurrecci¨®n popular, al estilo de 1988, contra el r¨¦gimen militar de fachada civil que encabeza Abdelaziz Buteflika. Los partidos pol¨ªticos, fragmentados y marginados, han sido desbordados por una muchedumbre joven y retadora que gritaba su frustraci¨®n a un Gobierno al que consideran represor y corrupto. En otras importantes ciudades -Or¨¢n, Jenchema, Annaba, Blida- se han repetido las protestas contra el sistema autista emanado de los clanes militares argelinos y personificado por el presidente Buteflika. Incluso Washington, que suele guardar un condescendiente silencio, manifiesta ya su inquietud por la violencia y tensi¨®n que envuelven a Argelia.
M¨¢s de dos a?os despu¨¦s de su singular elecci¨®n como candidato ¨²nico, el l¨ªder argelino ha defraudado todas las expectativas que ¨¦l mismo alumbr¨®, prometiendo pacificar un pa¨ªs con m¨¢s de 100.000 muertos y miles de desaparecidos en una guerra civil no declarada. Buteflika, el corredor de fondo a quien los militares otorgaron nominalmente el tim¨®n para dar alguna respetabilidad al sistema, ni ha detenido la sangr¨ªa iniciada con la anulaci¨®n de las elecciones ganadas por los islamistas en 1992 ni ha sido capaz de poner en marcha ninguno de los cambios sustanciales que su joven pa¨ªs necesita imperiosamente. Tampoco ha dimitido, aunque anunci¨® que lo har¨ªa si se pon¨ªan cortapisas a sus plenos poderes constitucionales.
El mismo silencio espeso sepulta tanto a la pregonada 'concordia civil' como a la democratizaci¨®n del sistema o las anunciadas reformas de la justicia, la ense?anza, la econom¨ªa o la corrupta Administraci¨®n. Los argelinos sin horizontes, cabile?os o no, son el magma de las protestas encadenadas en uno de los principales productores mundiales de hidrocarburos, donde m¨¢s del 70% de la poblaci¨®n tiene menos de 35 a?os y el paro ronda el 30%.
El manejo de una situaci¨®n tan explosiva necesita de un sistema de libertades m¨ªnimamente articulado. Pero nueve a?os despu¨¦s de su abortado experimento electoral, el opaco y arrogante r¨¦gimen argelino permanece aferrado a una concepci¨®n del poder en t¨¦rminos exclusivos de seguridad militar-policial. Los acontecimientos del jueves en la capital sugieren hacia d¨®nde conduce ese modelo.
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