Las parab¨®licas
Las antenas parab¨®licas no son caras, ensanchan las fronteras de nuestro entorno y hasta sirven para la reflexi¨®n social o ling¨¹¨ªstica. Permiten, adem¨¢s, evadir el machaqueo de lo trivial, de im¨¢genes y m¨¢s im¨¢genes de la televisi¨®n auton¨®mica valenciana, saturada de programas rosas y amarillos en las horas punta o de mayor audiencia. El griter¨ªo, los malos modales, la banalidad que apunta a la bragueta de fulanito o a la parte de regocijo de zutanita desaparecen como por encanto si uno tiene el mando a distancia cerca. Sentado y c¨®modo puede viajar mediante un reportaje sobre ex¨®ticas islas del Pac¨ªfico, puede deleitarse con una buena pel¨ªcula o con un debate airado en torno al relevo de la derecha democristiana en el Senado de Berl¨ªn. Las antenas parab¨®licas nos acercan a otras realidades sin salir de casa, sin olvidar la calle inmediata y sin dejar de divisar los cercanos cerros mediterr¨¢neos que apenas se distinguen entre dos moles de cemento urbano.
Ese otro atardecer o noche de la pasada semana estaba uno pendiente de las idas y venidas de Eduardo Zaplana y Joan Ignasi Pla, que se afanaban por conseguir una lista de doctos varones y sabias mujeres; una lista que pusiera fin al incordio artificial del secesionismo ling¨¹¨ªstico: embrollo que ha tenido como protagonista a un sector muy significativo de la derecha valenciana del Cap i casal y sus alrededores. Expectante y tranquilo -porque en las comarcas norte?as valencianas y en la ciudad de Castell¨®n no tuvo el tema del valenciano connotaciones b¨¦licas o tintes de confrontaci¨®n social- vino uno a darle al botoncillo del mando a distancia, y se entretuvo con una pel¨ªcula de romances y amor¨ªos. Los protagonistas, austriacos y suizos, hablaban su alem¨¢n propio, el de Suiza y el de Austria, que no es exactamente el alem¨¢n de Hannover. Era como si el enamorado hablase el castellano de Carmona y la ni?a de los desdenes el castellano de Ponferrada, o el valenciano de Sabadell y el de Alcoy si la pel¨ªcula hubiese tenido una versi¨®n catalano-valenciano-balear. Lo cierto y destacable es que, en la versi¨®n que ofrec¨ªa la parab¨®lica, los di¨¢logos de la pel¨ªcula estaban subtitulados en alem¨¢n acad¨¦mico, es decir, en la lengua escolar que se aprende en el Tirol, en Friburgo, en Leipzig o en la escuela de idiomas de Navalcarnero. Las variantes habladas del alem¨¢n son muy pronunciadas entre s¨ª y se necesitan los subt¨ªtulos para facilitar la comprensi¨®n a todos cuantos utilizan a diario la lengua de Heine y del canciller Schr?der. Eso de los subt¨ªtulos es algo que no necesita el de Carmona o Ponferrada si hablan castellano, y tampoco el de Sabadell y la de Alcoy si la pel¨ªcula hubiese sido en valenciano. Pero en los pagos centroeuropeos no hubo secesionismo ling¨¹¨ªstico y aqu¨ª s¨ª. Y ese secesionismo resulta irrisorio cuando uno aprieta el botoncillo del mando a distancia y reflexiona sobre las ventajas de las antenas parab¨®licas mientras Zaplana y Pla se afanaban para poner fin a lo que nunca tuvo consistencia ni realidad.
Como no tuvo consistencia ni solidez social en el Pa¨ªs Valenciano, la confusi¨®n de la unidad ling¨¹¨ªstica con una hipot¨¦tica unidad pol¨ªtica, basada en unos hipot¨¦ticos pa¨ªses catalanes o alcoyanos. Los tiroleses, los sajones o los suizos hablan, tambi¨¦n en la Universidad, de deutscher Sprachraum, de ?mbito Geogr¨¢fico de la lengua alemana, cuando se refieren a sus respectivos pa¨ªses. Aqu¨ª, y en Mallorca y en Perpi?¨¢n se podr¨ªa empezar ya a hacer otro tanto con la lengua com¨²n, para la que, todav¨ªa, no se necesitan antenas parab¨®licas.
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