Por una mesa de di¨¢logo 'a la irlandesa'
Despu¨¦s de su victoria electoral, el PNV ha mostrado una actitud inteligente al querer incluir a todas las fuerzas pol¨ªticas vascas, pidiendo una mesa de negociaci¨®n a la irlandesa. Por el contrario, el PP contin¨²a con su actitud herm¨¦tica y Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha llegado a decir que una mesa de negociaci¨®n significar¨ªa 'una rendici¨®n a plazos'. Precisamente, este tipo de vocabulario de confrontaci¨®n es el utilizado por los radicales lealistas del Ulster y no contribuye, de ninguna manera, a la pacificaci¨®n. Las palabras de Aznar denotan un escaso conocimiento de la realidad irlandesa, como he notado en otros pol¨ªticos y comentaristas espa?oles e incluso vascos. Es una l¨¢stima que no se haya utilizado la experiencia norirlandesa, que tanto tiene que ense?ar y ofrecer.
Algunas voces poco sensibles a fen¨®menos perif¨¦ricos dicen que la comparaci¨®n entre Irlanda del Norte y el Pa¨ªs Vasco no es posible. Como a toda comparaci¨®n, se le pueden encontrar diferencias: el conflicto norirland¨¦s es m¨¢s complejo porque ha sido m¨¢s largo y ha generado m¨¢s v¨ªctimas mortales, unas 3.500, algunas de ellas desaparecidas, y decenas de miles de heridos. Pero lo que claramente ha demostrado el caso irland¨¦s es que condenar la violencia no es suficiente. En primer lugar, es necesario aceptar el hecho de que hay que negociar con todas las fuerzas pol¨ªticas, aun con las que tienen v¨ªnculos paramilitares, precisamente porque s¨®lo en sus manos est¨¢ el poder de acabar con el uso de las armas.
Adem¨¢s, ser¨ªa muy efectivo conseguir una figura internacional e imparcial que dirigiera el proceso de paz, como el senador norteamericano George Mitchell hizo en Irlanda. En un proceso de pacificaci¨®n, como en toda escena pol¨ªtica, es necesario crear v¨ªas imaginativas, como lo fue en Belfast la creaci¨®n del Partido de las Mujeres, una de las aportaciones m¨¢s originales e importantes con vistas a la construcci¨®n de nuevos puentes de entendimiento en un mundo dividido y homog¨¦neamente masculino. Por otra parte, los irlandeses han sido muy eficaces a la hora de atraer fondos tanto de Estados Unidos como de la Uni¨®n Europea para contribuir a la reconciliaci¨®n, parte esencial de la pacificaci¨®n. En definitiva, es necesario ponerse a trabajar duramente, convocando tantas mesas de negociaci¨®n como sean necesarias entre todos los partidos pol¨ªticos sin excepci¨®n y marcando fechas l¨ªmite para que las reuniones no se prolonguen indefinidamente, construyendo un proceso similar al que se llev¨® a cabo durante los a?os anteriores al exitoso e internacionalmente aclamado Acuerdo de Paz de Belfast (10 de abril de 1998).
Hace cuatro o cinco a?os, en Irlanda del Norte nadie hubiera cre¨ªdo que se producir¨ªa un alto el fuego verdadero, que se podr¨ªa volver a formar un Gobierno aut¨®nomo, que los republicanos aceptar¨ªan la partici¨®n que afect¨® a la isla en 1922 y que ministros del Sinn Fein trabajar¨ªan conjuntamente con radicales unionistas. Pero el proceso de paz no ha acabado, ya que los republicanos y los grupos lealistas volver¨ªan a las armas en caso de que el ambiente de acuerdo se desvaneciera. Parad¨®jicamente, la violencia se dispar¨® despu¨¦s de la firma del acuerdo de paz y de la consiguiente formaci¨®n del Gobierno aut¨®nomo. Dos meses m¨¢s tarde, en julio del 1998, tres ni?os, los hermanos Queen, fueron quemados por lealistas mientras dorm¨ªan en su casa y un mes m¨¢s tarde la ciudad norirlandesa de Omagh era escenario de la peor tragedia que ha vivido el pa¨ªs. Un coche bomba explot¨® y 29 personas que hac¨ªan compras murieron esa tarde de s¨¢bado. Centenares de personas quedaron afectadas f¨ªsica y psicol¨®gicamente. Unas estudiantes m¨ªas de Omagh me dec¨ªan el otro d¨ªa que tienen diversas amigas con la cara totalmente desfigurada y que es normal ver por la ciudad a gente con todo tipo de desgracias f¨ªsicas que ya tendr¨¢n de por vida. La bomba fue puesta por un grupo escindido republicano, el IRA aut¨¦ntico. Hace pocas semanas, el programa de la BBC Panorama daba los nombres de las tres personas que cometieron esta barbarie; sin embargo, no han sido detenidas y la polic¨ªa lo justifica diciendo que no tiene pruebas suficientes. Muchos piensan que el verdadero motivo para no detener a los culpables de la masacre es evitar crispar el ambiente y perjudicar al proceso de paz. La violencia no termina aqu¨ª y desde 1998 se han producido m¨¢s de 500 ataques de los llamados 'cr¨ªmenes de castigo', que incluyen disparos o palizas con los cuales los grupos terroristas mantienen la autoridad en los barrios que dominan, donde la polic¨ªa normalmente no entra. En definitiva, desde fuera se ven los ¨¦xitos, pero hay que recordar el esfuerzo y las l¨¢grimas que est¨¢ costando conseguirlos.
A pesar de todo, se ha producido un cambio esperanzador. En Belfast se han abierto tiendas y restaurantes, la gente no tiene miedo a a salir. Se ha creado la espectacular sala de conciertos del Waterfront y los norirlandeses, gente caracterizada por ese sentido del humor tan sano que les ha ayudado a aguantar tanta desgracia seguida, ya no pueden hacer apuestas sobre cu¨¢nto durar¨¢ el edificio entero. Dos de los ministros actuales del Gobierno aut¨®nomo, Martin McGuinness y Barbara de Brun, est¨¢n vinculados a un grupo que sigue poseyendo un arsenal. Si los presos vascos no pueden volver a las prisiones vascas, no hay que olvidar que los centenares de presos irlandeses autores de los cr¨ªmenes m¨¢s sangrientos en los ¨²ltimos a?os est¨¢n en la calle o, como hemos visto en el caso de Omagh, no han llegado a ser internados.
Igualmente, ser¨ªa muy importante que ETA aprendiera de la lecci¨®n irlandesa. Est¨¢ claro que al IRA la experiencia armada no le ha dado resultados, ya que no ha conseguido su gran objetivo de reunificaci¨®n de la isla, y ha optado por el di¨¢logo.
En un contexto de gran tradici¨®n democr¨¢tica como es el caso brit¨¢nico, el Gobierno de Tony Blair se ha atrevido a negociar y a gobernar con los terroristas para conseguir que la violencia termine para siempre. ?No puede ser ¨¦ste un ejemplo?
Irene Boada es profesora en la Universidad del Ulster.
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