El coraz¨®n trotskista de Lionel Jospin
Con lo aficionados que aqu¨ª somos a las revelaciones (y confesiones) biogr¨¢ficas, llama la atenci¨®n el escaso eco que ha tenido entre nosotros la pol¨¦mica suscitada en Francia por el desvelamiento del pasado trotskista de Lionel Jospin. El primer ministro socialista y posible candidato a la presidencia de la Rep¨²blica lo hab¨ªa negado varias veces con rotundidad, pese a que no sea algo de lo que avergonzarse: entre un socialismo que hac¨ªa la guerra contra la independencia argelina y un comunismo que avalaba los tanques rusos de Budapest, el de militante trotskista de los sesenta es un pasado muy honorable para un franc¨¦s de su generaci¨®n con ideas de izquierda.
Pero entonces, ?por qu¨¦ lo neg¨® durante a?os? Porque el sector trotskista al que se afili¨® en 1963, el de los lambertistas (seguidores de Pierre Lambert), practicaba el entrismo, la infiltraci¨®n secreta en otras formaciones para influirlas desde el interior. Jospin ingres¨® en el Partido Socialista en 1971, accedi¨® a su direcci¨®n en 1973 y se convirti¨® en primer secretario en 1981. ?Es posible que actuara durante todos esos a?os como un submarino izquierdista en el seno del primer partido de Francia? El entorno del presidente Chirac guardaba esa bomba para soltarla en v¨ªsperas de las presidenciales, cuando ya no hubiera tiempo para desactivarla. Sin embargo, una cuesti¨®n parlamentaria planteada el pasado d¨ªa 5 por un diputado de un peque?o partido de la oposici¨®n, y el reconocimiento, por primera vez, por parte de Jospin de lo esencial de ese dato de su biograf¨ªa, la ha hecho estallar ahora, a un a?o de las elecciones.
Le Nouvel Observateur revelaba la semana pasada la existencia de una reuni¨®n celebrada en 1982 en la que Lambert habr¨ªa tratado de convencer a Jospin de que era el momento de lanzar al PS contra el Gobierno de Pierre Mauroy, que iniciaba su giro hacia el rigor. Jospin se habr¨ªa opuesto argumentando la prioridad de garantizar la continuidad de la izquierda en el poder.De familia protestante, ha explicado su resistencia a admitir lo que muchos sab¨ªan diciendo que ¨¦l no pertenece a la 'cultura de la confesi¨®n'. Pero que el asunto le roe por dentro lo demuestra su lapsus, el d¨ªa 9, cuando, hablando de las elecciones brit¨¢nicas, se le escap¨® una menci¨®n al partido trotskiste (en lugar de travailliste, laborista). Tras una nueva interpelaci¨®n ha afirmado con energ¨ªa que desde su entrada en la direcci¨®n del PS actu¨® plenamente como socialista. Seguramente no miente, pero se comprende su embarazo. Ha hablado de 'lenta evoluci¨®n', pero no ha aclarado en qu¨¦ momento dej¨® de considerar compatibles la identidad revolucionaria, trotskista, y la reformista. ?Existe una v¨ªa trotskista hacia la socialdemocracia, como atestiguan tantas biograf¨ªas? ?No ser¨¢ el suyo un caso como el del falso General della Rovere, aquel aventurero de la pel¨ªcula de Rossellini que acaba convirti¨¦ndose en el patriota cuya personalidad suplanta? En fin, ?no nos ense?¨® Carlos Marx, y corrobor¨® Le¨®n Trotski, que es la existencia la que determina la conciencia, y no al rev¨¦s?
En La homil¨ªa del rat¨®n, Rafael S¨¢nchez Ferlosio recoge una f¨¢bula china que asegura haber escuchado a su padre, el tambi¨¦n escritor Rafael S¨¢nchez Mazas. El emperador, queriendo casar a su hija con un hombre virtuoso, envi¨® a buscar por toda China al joven que llevase marcado en el rostro la imagen de la perfecta santidad. El as¨ª seleccionado hizo honor a esa imagen y feliz a la hija del emperador durante toda su vida. Tras su muerte, sin embargo, al ser amortajado, alguien descubri¨® junto a la sien el borde de una delgad¨ªsima m¨¢scara de oro que cubr¨ªa su rostro. Los mandarines se indignaron contra el impostor y le acusaron de farsante. Pero al retirarle la prueba de su enga?o comprobaron con estupor que el semblante del hombre era id¨¦ntico al de la m¨¢scara.
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