El historiador que cambi¨® su historia
Ellis, ganador del Pulitzer, admite que nunca estuvo en la guerra de Vietnam
El historiador Joseph Ellis adoraba el Premio Pulitzer que acababa de conseguir. Ya ten¨ªa en su vitrina el Premio Nacional, que consigui¨® hace dos a?os por una biograf¨ªa de Thomas Jefferson, pero el Pulitzer le parec¨ªa un reconocimiento mayor porque santificaba el m¨¦rito de haber convertido en best-seller un sesudo libro de historia sobre los acontecimientos pol¨ªticos que marcaron el nacimiento de EE UU hace dos siglos.
Con una envidiable facilidad gramatical y una incomparable capacidad para recrear acontecimientos de los que apenas existen retazos incompletos, Ellis era uno de los profesores m¨¢s adorados en la Universidad Mount Holyoke. Su curso sobre Vietnam siempre ten¨ªa el cupo cubierto. Para sus alumnos, las clases que impart¨ªa Ellis permit¨ªan admirar las ense?anzas de un aut¨¦ntico Pulitzer de trato f¨¢cil e impecable.
Cautivaba a sus alumnos al contarles c¨®mo los horrores del conflicto le llevaron a ser un activo pacifista
Ellis devolv¨ªa el entusiasmo con relatos floridos sobre los acontecimientos que provocaron y rodearon el conflicto de Vietnam. Decoraba la narraci¨®n con los detalles de su propia experiencia. Los estudiantes admiraban su valor cuando les contaba las misiones que tuvo que dirigir como jefe de batall¨®n en la guerra. Tambi¨¦n parec¨ªan cautivados cuando Ellis contaba c¨®mo los terrores de una batalla tan sanguinaria le convirtieron en un pacifista y activo luchador en defensa de los derechos civiles. Hasta fue detenido por participar en actos de protesta.
Ellis nunca estuvo en Vietnam. Y tampoco particip¨® en ning¨²n movimiento social en contra de la guerra. El Boston Globe ha descubierto que el historiador tergiversaba su propia historia para embellecer in¨²tilmente una carrera que hasta ayer era brillante. Ha reconocido las mentiras, ha anunciado que deja la universidad y la universidad se lo ha agradecido.
La ¨¦tica period¨ªstica y literaria es estricta en EE UU. Cualquier autor sabe que su obra se someter¨¢ a la lupa de la comparaci¨®n y la indagaci¨®n. Cualquier redactor de cualquier peri¨®dico puede ser despedido si una sola cita en un art¨ªculo menor no se ajusta exactamente a la frase que le confi¨® el entrevistado; eso lo saben especialmente bien los periodistas del Boston Globe porque la direcci¨®n ha sido implacable con algunas de sus firmas m¨¢s prestigiosas al descubrir peque?os desmanes que en otros pa¨ªses habr¨ªan recibido el perd¨®n inmediato, si no la felicitaci¨®n.
A Ellis le venci¨® su af¨¢n por convertirse a s¨ª mismo en una leyenda. No le val¨ªa con ser el historiador m¨¢s famoso del pa¨ªs, el ¨²nico que hab¨ªa colocado su ¨²ltimo trabajo en la lista de los libros m¨¢s vendidos desde hace 26 semanas. Adorn¨® su pasado con el fragor de una batalla en la que nunca particip¨®: su destino m¨¢s arriesgado en el Ej¨¦rcito fue el tiempo breve que pas¨® como profesor de historia en la Academia Militar de West Point.
Tirando del hilo, se comprob¨® que Ellis no s¨®lo hab¨ªa glorificado su propia historia en las conversaciones con sus alumnos, sino tambi¨¦n en entrevistas con varias publicaciones a medida que su fama iba aumentando.
El profesor Ellis, de 57 a?os, tard¨® s¨®lo unas horas en reconocer la veracidad y el da?o de la informaci¨®n publicada por el Globe. Envi¨® un comunicado al peri¨®dico con este texto: 'Incluso en la mejor de las vidas se cometen errores. Lamento profundamente haber creado y luego confirmado mi supuesta presencia en Vietnam. Por ¨¦sta y por otras distorsiones sobre mi vida privada, quiero pedir disculpas a mi familia, amigos, colegas y alumnos. Sin embargo, fuera de ese c¨ªrculo no tengo m¨¢s comentarios'.
La universidad que le daba trabajo, en las afueras de Boston, ha cambiado su perspectiva de un d¨ªa para otro. Cuando se public¨® la informaci¨®n, el centro sali¨® en defensa de Ellis por 'la reputaci¨®n lograda a trav¨¦s de su integridad, su honestidad y su honor'. Cuando Ellis reconoci¨® la invenci¨®n de su pasado, la universidad acept¨® su despedida y habl¨® de 'la reputaci¨®n lograda como profesor y como historiador'. Los elogios se cayeron del comunicado.
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