Indiferencia de los alicantinos
Han aprobado las Cortes Valencianas la constituci¨®n de la Academia de la Lengua y la noticia, tan celebrada en Valencia, apenas ha despertado eco alguno en Alicante. Los diarios de la ciudad no han dedicado grandes espacios a este suceso, que han tratado con discreci¨®n. Desde luego, ninguno de ellos lo ha juzgado relevante como para dedicarle la primera p¨¢gina de sus ediciones. Ni siquiera esta vez las secciones de opini¨®n, tan apropiadas para las expansiones sentimentales, han recogido comentarios en torno a este asunto, sobre el que nadie se ha pronunciado. Este desinter¨¦s tan expresivo ha sorprendido a muchas personas -personas que viven habitualmente en la ciudad de Valencia- que no aciertan a explicarse la indiferencia de los alicantinos sobre un problema que all¨¢ tanto interesa.
A m¨ª, sin embargo, que los alicantinos hayan asistido con despreocupaci¨®n a esta bronquina de la lengua y a su remedio, no me sorprende en absoluto. En todo caso, lo extraordinario es ver a una sociedad enzarzada en torno a una gram¨¢tica. Lo otro, creo que es una cuesti¨®n de distancia y de capitalidad. Admit¨¢moslo, la percepci¨®n de los conflictos no es la misma en el centro que en la periferia. No pretendo yo afirmar con esto que el pacto sobre la Academia de la Lengua no sea una noticia de inter¨¦s. Es m¨¢s, creo que ha sido una noticia importante para los valencianos. Basta leer cuanto han escrito los comentaristas de la pol¨ªtica estos d¨ªas pasados, para advertir que se trataba de un conflicto dif¨ªcil, cuya soluci¨®n ha recibido todo el mundo con complacencia. Esto ya resulta notable: no es usual que un acuerdo pol¨ªtico despierte tanta unanimidad.
Pero es que, adem¨¢s, el modo como se ha llegado a este pacto es admirable y conviene destacarlo. La fotograf¨ªa que publicaba este diario, el pasado s¨¢bado, con los diputados valencianos puestos en pie y aplaudiendo, tras la votaci¨®n celebrada en las Cortes, es una de esas im¨¢genes que nos reconcilian con la pol¨ªtica. En esta ocasi¨®n, hemos vuelto a la pol¨ªtica como el lugar donde una sociedad resuelve sus problemas y sus enfrentamientos. Y esto nos sorprende porque no es usual. Desgraciadamente, el Parlamento se ha convertido en un plat¨® donde los diputados act¨²an para la prensa y las c¨¢maras de la televisi¨®n.
Alicante, la ciudad de Alicante, ha vivido ajena, completamente ajena al conflicto de la lengua. Y es que este enredo de la Academia que tantas pasiones ha despertado, es un problema exclusivamente valenciano. All¨ª ten¨ªa, naturalmente, un grand¨ªsimo inter¨¦s. Cien kil¨®metros m¨¢s abajo, carec¨ªa de importancia para la gente com¨²n. La situaci¨®n puede resultar llamativa para quienes desconocen la sociedad alicantina y prefieren recrearla en su imaginaci¨®n, pero ello no la hace menos real. En cuestiones de lengua, de lengua valenciana, Alicante es una ciudad dif¨ªcil. Incluso, me atrever¨ªa a decir, una provincia dif¨ªcil. Y todo ello, sin necesidad de cruzar la raya de Guardamar. Quienes se preocupan seriamente por el futuro del valenciano deber¨ªan reflexionar sobre este suceso y no despacharlo como una an¨¦cdota. La cuesti¨®n es compleja y yo no soy competente en estas materias. Pero, me temo que si no tenemos en cuenta esta complejidad a la hora de los acuerdos sobre l'¨²s del valenci¨¤, crearemos conflictos donde no los hay.
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