Abolici¨®n universal
Que Estados Unidos, la potencia planetaria de nuestros d¨ªas y modelo en muchos aspectos de su forma de vida, mantenga la pena de muerte representa un obst¨¢culo para que esta pr¨¢ctica inhumana, que transforma al Estado en criminal, desaparezca definitivamente en el mundo entero. No es extra?o que el primer congreso mundial contra la pena de muerte, reunido en Estrasburgo, haya enfilado especialmente sus cr¨ªticas hacia la r¨¦mora que constituye EE UU en la batalla por la abolici¨®n universal de la pena capital.
Sobre la ilegitimidad e inutilidad de la pena de muerte se ha dicho y escrito ya todo. En especial, sobre su presunto car¨¢cter de acto de justicia, encubridor, en la realidad, de un acto de venganza. Es cierto que el mapa de la pena de muerte se ha reducido sustancialmente en el ¨²ltimo siglo. En ese tiempo, los pa¨ªses que la han abolido han pasado de tres a 108; Europa entera figura como una zona totalmente liberada de la pena capital (excepto en el Pa¨ªs Vasco, donde la aplican los terroristas). Pero un total de 1.500 personas en 64 pa¨ªses han sido ejecutadas el a?o pasado: fusiladas, ahorcadas, electrocutadas. En lo que va de a?o, se ha aplicado a un millar de ciudadanos chinos.
Frente a esta realidad, el congreso de Estrasburgo ha propuesto una campa?a a favor de una moratoria de las ejecuciones pendientes en los pa¨ªses no abolicionistas (unas 3.700) y el rechazo europeo de las extradiciones a EE UU. Pero tal vez lo m¨¢s importante del congreso sea la conclusi¨®n de que la desaparici¨®n de la pena de muerte no es fruto de una evoluci¨®n natural de las sociedades ni de un mayor grado de civilizaci¨®n, sino el resultado de una potente y continuada voluntad pol¨ªtica en contra de su vigencia y aplicaci¨®n.
Nada evolucionar¨¢ en EE UU si su sociedad no se manifiesta m¨¢s clara y firmemente que hasta ahora contra la pena capital. S¨®lo el esfuerzo pol¨ªtico y la movilizaci¨®n social har¨¢n posible que un d¨ªa, es de esperar que no lejano, la abolici¨®n de la pena de muerte alcance al mundo entero, haci¨¦ndose por primera vez realmente universal. La cita de Estrasburgo debe ser el principio del final esperado de una pr¨¢ctica que ninguna sociedad democr¨¢tica de nuestros d¨ªas puede justificar como respuesta al crimen por parte del Estado.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.