'?Impasse?'
Tres nacionalismos marcan el paso en la gobernaci¨®n de Espa?a: el espa?ol en Madrid, el vasco en Vitoria y el catal¨¢n en Barcelona. El socialismo domina en seis autonom¨ªas, aliado con nacionalismos o regionalismos en Andaluc¨ªa, Baleares y Arag¨®n, y en algunas grandes ciudades: Barcelona, A Coru?a, Santiago, Sevilla, San Sebasti¨¢n... El resto de autonom¨ªas y grandes municipios son gobernados por el Partido Popular o por los nacionalistas perif¨¦ricos: Madrid, M¨¢laga, Zaragoza, Bilbao, Valencia, Las Palmas...
Todo el pa¨ªs ha estado y est¨¢ pendiente de Euskadi. La situaci¨®n all¨ª es m¨¢s esperanzadora. Veremos.
Se acercan las elecciones gallegas para el 7 o el 21 de octubre de este a?o y luego ya nada hasta las locales, auton¨®micas y europeas de mayo de 2003. Seguidamente, en octubre del mismo a?o llegar¨¢n las elecciones catalanas y, finalmente, las elecciones generales en marzo de 2004. No se prev¨¦n grandes adelantos en esas convocatorias, excepto el posible adelanto de las catalanas si Aznar se cansa de Pujol o simplemente si prefiere distanciar las elecciones catalanas de las espa?olas. Pero tambi¨¦n es posible que la extra?a alianza del nacionalismo espa?ol y el catal¨¢n se consolide hasta el final para evitar riesgos mayores. Un resultado adverso para ambos en Catalu?a podr¨ªa dar la se?al de partida de un cambio general de escenario. Quiz¨¢s el cambio de viento se produzca ya en Galicia en oto?o. Veremos.
Entretanto, a partir del 1 de enero Espa?a presidir¨¢ la Uni¨®n Europea. Barcelona, hacia el mes de marzo, ser¨¢ el escenario de una cumbre significativa en la que se repasar¨¢ el legado econ¨®mico-social de la cumbre de Lisboa. Piqu¨¦, al que no deseo m¨¢s problemas que los derivados del cargo, podr¨¢ compararse entonces con el Solana de la Conferencia Euromediterr¨¢nea, cuyo ¨¦xito le proyect¨® primero a la OTAN y luego al quasi-Ministerio de Exteriores y Defensa de la Uni¨®n Europea.
En este contexto, Espa?a deber¨¢ comprobar la resistencia del mensaje popular y la solidez del nuevo lenguaje socialista.
El mensaje popular ha basado su ¨¦xito en Espa?a en la contundencia (a pesar de la ineficacia) de la respuesta pol¨ªtica al terrorismo, y en las emociones levantadas por la casi repentina comprobaci¨®n de que somos un pa¨ªs llamado a ser destino de importantes contingentes de inmigrantes extracomunitarios. La fijaci¨®n vasca de los espa?oles y el drama de El Ejido, con efectos muy fuertes a principios del a?o 2000, fueron decisivos en las elecciones de marzo de aquel a?o.
El mensaje socialista ha conseguido una resurrecci¨®n espectacular, de la mano de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, de menos de un a?o para ac¨¢. El buque no se hab¨ªa hundido, s¨®lo se hab¨ªa sumergido. Las cosas est¨¢n m¨¢s equilibradas. La Espa?a del barullo est¨¢ pasando a ser la del PP; la de Zapatero es clara como un vaso de agua. Y hablando de agua, la posici¨®n socialista es la que m¨¢s corresponde a lo que Joaqu¨ªn Costa dir¨ªa hoy. Costa y Ca?ete no acaban de ligar. Hoy Europa hace las cosas de otro modo y entiende mejor a Zapatero que a Aznar. La Espa?a de la confianza se entiende mejor con la Alemania de la lealtad federal que la secular Espa?a desconfiada y temerosa de sus propios demonios que Aznar representa a la perfecci¨®n.
?C¨®mo siguen todas aquellas emociones ahora?
La inmigraci¨®n extracomunitaria ha enviado una se?al a nuestros inmigrantes interiores de los a?os sesenta en el sentido de que sus conquistas son precarias, m¨¢s precarias de lo que cre¨ªan. Los barrios de la antigua inmigraci¨®n son el escenario hoy de la llegada de los extracomunitarios. Y de improviso todo un pasado de sufrimientos se ha hecho presente. La derecha ha comprendido, tanto desde el nacionalismo espa?ol como desde el catal¨¢n, que ah¨ª tiene una baza, y ha extremado en algunos momentos (Ley de Extranjer¨ªa, declaraciones xen¨®fobas en Catalu?a) sus posiciones de rechazo a la novedad.
Lo que es m¨¢s grave: la buena voluntad y los indudables efectos positivos de la reforma educativa han sido desbordados por la realidad. La autoridad del maestro y del profesor es fr¨¢gil ante una juventud que es m¨¢s adulta m¨¢s pronto y a la que se alarga la presunta juventud en una ense?anza secundaria que muchos chicos y chicas no desean. A ello se a?ade la inadecuaci¨®n -real o imaginaria- de las ense?anzas profesionales y las dificultades materiales propias de toda reforma.
Ah¨ª la nueva inmigraci¨®n ha a?adido factores de complejidad. Y la dualidad escuela p¨²blica/escuela privada consolida el callej¨®n sin salida. La escuela tiende a dividirse en dos: la de los problemas y la de las soluciones, la que tiene problemas en las aulas y la que no, la que tiene inmigrantes y la que no, la que tiene circuitos desde la guarder¨ªa a la Universidad y la que no.
Inseguridad es la palabra para describir esa situaci¨®n. Lo que parec¨ªa ganado ya no es tan seguro. La tranquilidad y mejora de los barrios, y la educaci¨®n de los hijos, que parec¨ªan garantizadas hace 10 o 15 a?os, y que eran la raz¨®n vital de varias generaciones de espa?oles, ya no son tan evidentes. Barrios dignos y escuelas dignas son hoy la preocupaci¨®n de muchos ciudadanos.
Sin embargo, la clase media ha crecido de forma espectacular. (Y convive, con algo menos de ansiedad, con esa nueva incertidumbre). Los socialistas no nos dimos cuenta de ese crecimiento hasta que ya era demasiado tarde. El socialismo 'muri¨® de ¨¦xito' en el sentido de que no entendi¨® que el ¨¦xito de las pol¨ªticas adoptadas, y evidentemente el ¨¦xito de la econom¨ªa europea, hab¨ªan ayudado a crear un nuevo p¨²blico, deseoso de m¨¢s libertad, y de menos impuestos, o en todo caso de un Gobierno m¨¢s ligero y m¨¢s pr¨®ximo, m¨¢s amigo y m¨¢s c¨®mplice del ciudadano.
Las ciudades pasaron masivamente a votar a la derecha. ?Las ciudades! que hab¨ªan sido el basti¨®n de la izquierda. (S¨®lo en Catalu?a y Galicia, y en San Sebasti¨¢n, se salvaron los muebles en 1995).
Ahora mismo, la inseguridad en la calle, y el hast¨ªo que produce la violencia y que multiplican los accidentes y las cat¨¢strofes que nos visitan a diario en televisi¨®n, radio y prensa, afectan a unos y otros, trabajadores y clases medias. Ah¨ª la derecha tiene otra baza. En tiempos de inseguridad, no hacer mudanza, dir¨ªa hoy el dicho.
Curiosamente la inseguridad en la calle es uno de los mayores fracasos de nuestros gobiernos conservadores y nacionalistas. El alcalde de Barcelona, Joan Clos, no se cansa de denunciarlo. Y lleva raz¨®n. La Ley de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad se?ala que ¨¦sta es competencia del Estado y de las autonom¨ªas que la tengan transferida. La polic¨ªa local es s¨®lo coadyuvante en la medida en que sea requerida para ello.
En el caso de Catalu?a, nadie quiere ser el responsable: la polic¨ªa nacional, como va siendo sustituida por la auton¨®mica, no cubre vacantes; la auton¨®mica todav¨ªa no ha llegado del todo, y la local est¨¢ cansada de pagar el pato que la proximidad a la gente le obliga a no eludir, cosa que los alcaldes reflejan con indignaci¨®n.
La alcaldesa de Santa Coloma de Gramanet me dec¨ªa hace poco que en vez de los 130 polic¨ªas nacionales que corresponden al tama?o de su ciudad, tiene s¨®lo 85.
En realidad, como reflejaba hace poco un reportaje en Abc, la polic¨ªa considera que jueces y fiscales no dan abasto, y que en consecuencia el trabajo policial es in¨²til. El porcentaje de autos de prisi¨®n provisional sobre detenciones es irrisorio, seg¨²n la polic¨ªa de Madrid. La multirreincidencia no se castiga y ello perjudica la moral de polic¨ªas y ciudadanos. Esa es otra de las emociones o sentimientos extendidos por todo el pa¨ªs. Y es una sensaci¨®n compartida que va a hacer a¨²n m¨¢s dif¨ªcil la aceptaci¨®n de los nuevos inmigrantes extracomunitarios en nuestras ciudades.
La man¨ªa ib¨¦rica por la lejan¨ªa y lentitud de la justicia como prueba de ecuanimidad est¨¢ llevando a la desmoralizaci¨®n ciudadana. La justicia local duerme el sue?o de los justos en un caj¨®n del Congreso de los Diputados, encerrada en dos leyes que nunca se aprobar¨¢n: la Carta Municipal de Barcelona (?s¨®lo faltar¨ªa: qu¨¦ se han cre¨ªdo ¨¦stos de Barcelona!) y la Ley de Grandes Ciudades que hizo el secretario de Estado del PP, Francisco Camps, y que decay¨® al finalizar la legislatura pasada (?y la hab¨ªa hecho para extender los beneficios de la justicia local y otras innovaciones legales de la Carta a todas las grandes ciudades!).
Finalmente, el terrorismo, que ha perdido las elecciones vascas tanto o m¨¢s que el nacionalismo espa?ol, va a apretar fuerte para no quedar definitivamente vencido. Su ¨²nica esperanza es que sus ataques levanten de nuevo tal aversi¨®n por Euskadi en el resto de Espa?a que se vuelva a abrir la fisura nacionalista en el campo de los dem¨®cratas: abertzales en un lado y espa?olistas en el otro. Lo han dicho el otro d¨ªa en Gara.
Nuestra esperanza es que los terroristas, de tanto apretar se caigan, como ocurri¨® en Barcelona en 1992, antes de los Juegos Ol¨ªmpicos, y que los dem¨®cratas vascos de toda condici¨®n se unan, empezando, como propone Gemma Zabaleta, la secretaria de pol¨ªtica institucional del PSE, por los ayuntamientos y las escuelas, que es donde se fragua (o se pierde) la confianza entre unos dem¨®cratas y otros. La falta de aut¨¦ntica sensibilidad, compa?¨ªa y deferencia de algunos (si no muchos) ayuntamientos nacionalistas vascos con los concejales vascos populares y socialistas amenazados ha sido para m¨ª uno de los espect¨¢culos m¨¢s inmorales de estos ¨²ltimos a?os.
?stas son las emociones dominantes hoy, y probablemente lo ser¨¢n a¨²n por un tiempo. ?Impasse? No necesariamente.
Hay factores paralizantes, como las alianzas contra natura que he mencionado al principio. Ahora el Gobierno popular presentar¨¢ un acuerdo sobre la financiaci¨®n auton¨®mica en que se arreglar¨¢n los entuertos del pasado (?y qu¨¦ van a decir las autonom¨ªas si precisamente est¨¢n maniatadas por las deudas de ese pasado?), pero no se solventar¨¢n los problemas del futuro: la distancia entre los resultados del r¨¦gimen foral y el com¨²n, que ya vienen de Franco, en el caso de ?lava y Navarra; la lejan¨ªa de la financiaci¨®n local respecto a la que deber¨ªa ser; la arbitrariedad de la inversi¨®n estatal directa; el miedo a la transparencia de las balanzas fiscales, que en la RFA son aireadas sin rubor y aqu¨ª producen terror; y la falta de definici¨®n de un criterio de equidad a largo plazo basado en el pago por renta y el cobro por poblaci¨®n, corregida ¨¦sta por una serie de factores razonables.
Tendremos cesto de impuestos indirectos y especiales, poco dinero adicional (no est¨¢ el horno para bollos), flexibilidad de tipos impositivos... y una falta total de coraje para enfrentarse con la soluci¨®n del problema financiero del sector p¨²blico a tres niveles que mont¨® la Constituci¨®n y desarrollaron los Estatutos. Los tres nacionalismos que mandan, por la propia definici¨®n de nacionalismo, no se pondr¨¢n de acuerdo m¨¢s que en la asunci¨®n repartida de los errores del pasado, errores que, adem¨¢s, negar¨¢n como San Pedro, tres veces si es preciso.
La verdad es que el Estado, en los ¨²ltimos cuatro a?os, ha crecido m¨¢s que el producto nacional bruto y, por tanto, m¨¢s que las autonom¨ªas. La devoluci¨®n de recursos hacia la proximidad y la sociedad ha sido inversa, de abajo arriba. Por primera vez en los ¨²ltimos 22 a?os.
Pero la v¨ªa de la evoluci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs est¨¢ marcada.
- La reforma del Senado, empezando por la activaci¨®n de la Comisi¨®n General de Autonom¨ªas y del preceptivo debate auton¨®mico en sesi¨®n plenaria (no se entiende c¨®mo Aznar, que tiene por virtud el cumplimiento de lo que est¨¢ mandado, incumple en eso).
- La apropiaci¨®n y protecci¨®n de las lenguas y las se?as estatutarias (que son constitucionales) por parte del Estado, en todas sus instituciones y s¨ªmbolos, desde el euro hasta las matr¨ªculas -algo que han pedido todos los partidos menos el PP-, y la lealtad consiguiente de Catalu?a y las dem¨¢s nacionalidades hist¨®ricas para con los s¨ªmbolos de Espa?a.
- La presencia de las autonom¨ªas en Europa, de acuerdo con los Tratados, en aquellas materias en que tienen competencia exclusiva y capacidad legislativa -lo que obliga a una previa formaci¨®n de la voluntad estatal en el Senado y una lealtad horizontal entre las autonom¨ªas, pues ni las 17 autonom¨ªas espa?olas ni menos las 300 regiones europeas caben en los Consejos de Ministros de la Uni¨®n-.
- Finalmente, y casi m¨¢s importante, la traducci¨®n de esos principios pol¨ªticos en una real franqueza entre espa?oles de distintos pueblos ('los pueblos de Espa?a' de los que habla la Constituci¨®n).
- Y la traducci¨®n de todo ello en una aut¨¦ntica mejora de la vida civil, de la vida en nuestras ciudades y pueblos, con una imposici¨®n fiscal menos complicada y onerosa, con seguridad, justicia local y ense?anza local -seg¨²n el modelo anglosaj¨®n-, con colaboraci¨®n entre la ense?anza p¨²blica y la privada, y con devoluci¨®n de competencias a los territorios y a los ayuntamientos.
A 1 de enero de 2002, como tarde, habr¨¢ que ponerse a trabajar en todo ello. El impasse, el callej¨®n sin salida, no es tal. Hay una valla, pero no un muro. Al otro lado de la valla, la Espa?a plural y viva; de este lado, la peleada, asustada y dividida.
Pasqual Maragall es presidente del PSC.
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