La belleza basura
Encuadrado en el new writing brit¨¢nico, movimiento que ha dado en la ¨²ltima d¨¦cada un buen pu?ado de excelentes textos dram¨¢ticos, probablemente sea el de Unes polaroids expl¨ªcites, de Mark Ravenhill, uno de los mejores y m¨¢s complejos que han llegado a nuestros escenarios. La obra es un retrato de dos generaciones consecutivas, la de quienes fueron j¨®venes en la d¨¦cada de 1970 y la de quienes lo fueron en la de 1990, habitantes de dos mundos irreconciliables, el primero plagado de viejas certezas que no se han cumplido; el segundo, vac¨ªo de cualquier otra cosa que no sea una inmediatez casi animal, la de la cultura basura.
Dos generaciones. Una formada por una concejal de transportes que, en la primera escena, recibe la visita de un viejo compa?ero de lucha, ex amante, reci¨¦n salido de prisi¨®n por atentar contra un capitalista, el cual tratar¨¢ de encontrar a su antiguo agresor a lo largo de la pieza. La otra formada por un grupito de chavales marginales, una chica que se dedica al strip-tease, un homosexual enfermo de sida y otro, llegado de Rusia, que hace de gog¨® en una jaula de alguna discoteca. La virtud de Ravenhill es hacerlos dialogar con inteligencia, eficacia, sensibilidad, sin que haya buenos ni malos, s¨®lo desencuentros.
Uno de los elementos m¨¢s eficaces del montaje es la escenograf¨ªa de Pep Duran, un espacio que reproduce una foto polaroid, dotado de pocos elementos esc¨¦nicos y animado por im¨¢genes proyectadas sobre el fondo de ladrillos blancos que retratan los espacios donde sucede la acci¨®n. Josep Maria Mestres, el director, ha trabajado con extrema ternura el desvalimiento vital de los m¨¢s j¨®venes, interpretados por Marta Marco, Ferran Carvajal y Quim Guti¨¦rrez. Juntos hacen un trabajo soberbio, especialmente Guti¨¦rrez, el gog¨® ruso. Resultan cre¨ªbles, ingenuos, pero de una ingenuidad filos¨®fica, desconcertados, pero s¨®lo porque el mundo ha perdido el sentido de la orientaci¨®n. Son representantes de una belleza, de una moral basura.
Seguramente son ya m¨¢s t¨®picos sobre el papel los personajes adultos: una concejal (Rosa Novell), un ex presidiario, antiguo revolucionario (Abel Folk), y un capitalista (Josep Montany¨¨s). Su verdad, tal vez porque es ya una verdad vieja, muerta, resulta estereotipada. Ante ellos no se abre futuro alguno, porque se han hundido junto con el muro de Berl¨ªn, se han quedado sin tierra bajo los pies.
La obra se compone de multitud de escenas breves, saltan de un lado a otro de la ciudad como quien hace zapping, una mirada mosaico, o cinematogr¨¢fica, que plantea la cuesti¨®n del paso del tiempo, la manera como cada ¨¦poca se enfrenta a su futuro y c¨®mo ¨¦ste se escurre sin cumplirse jam¨¢s, a no ser en la certeza de la muerte.
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