Henry Fonda cruza Sabin Etxea
La calle, es hoy un fant¨¢stico plat¨® donde miles de c¨¢maras nos vigilan y observan
Desde que he sabido que diez mil c¨¢maras vigilan a los ciudadanos vascos en lugares p¨²blicos, no paro de sonre¨ªr,. Es m¨¢s, cuando detecto alguno de esos artefactos instalados en fachadas, o tejados procuro dar la talla y mostrar mi mejor perfil. Hoy mismo he pasado dos veces por delante del control de realizaci¨®n de Sabin Etxea y lo he hecho con naturalidad, sin concesiones a la sobreactuaci¨®n, sobrio, sin el menor tufillo exhibicionista, discreto, con fuste, tratando de parecer Henry Fonda en la Pasi¨®n de los fuertes.
Bilbao es un fant¨¢stico plat¨®. Solo en la Gran V¨ªa un largo centenar de objetivos indiscretos nos observan en secreto Hay que armarse de valor, contenci¨®n y sentido de la escena para ser retransmitido en directo por ese complejo dispositivo instalado en diez entidades bancarias con una media de cuatro videoc¨¢maras cada una: la Delegaci¨®n del Gobierno Vasco con media docena, las cuatro de la Seguridad Social y de la Subdelegaci¨®n del Gobierno, otras tantas de la Diputaci¨®n y algunas m¨¢s pertenecientes a comercios y particulares. Aprovechemos, pues, la ocasi¨®n para marcar el paso con la prestancia de Gary Cooper en Solo ante el peligro, sin dejar pasar la oportunidad de ser filmados como dios manda y no pescados in fraganti como panolis .
As¨ª que sal¨ª de casa dispuesto a enfrentarme a un universo lleno de ¨¢ngulos y tomas, de planos generales y medios, de picados y contrapicados, de zooms y de videotapes, correctamente peinado y maquillado, atento al sonido de la claqueta y a la orden de '?acci¨®n!', mientras en la calle cientos de figurantes cruzaban sem¨¢foros, miraban escaparates, empujaban coches de ni?o, paseaban al perro, com¨ªan helados, compraban el cup¨®n al ciego de la esquina, se apoyaban indolentes en las barandillas, discut¨ªan con el guardia por un mal estacionamiento, soltaban monedas a los m¨²sicos ambulantes, ocupaban las terracillas y miraban encantados las vacas de colores.
Y all¨ª estaba uno, con las c¨¢maras en los talones, en medio de la multitud, a punto de comenzar un interminable travelling, convencido de que el mundo es el gran escenario de Shakespeare patrocinado por la Tienda del Esp¨ªa. Nadie en su sano juico puede enfrentarse a tama?a superproducci¨®n sin haber tenido antes la ocasi¨®n de ensayar unos minutos ante el espejo ese amplio repertorio de gestos, poses, maneras y tics dignos de los mejores registros del Actor?s Studio. Para salir ah¨ª fuera prob¨¦ mil rostros, las mil caras de un h¨¦roe decidido a multiplicar caracterizaciones infinitas, ademanes tragic¨®micos y m¨ªmicas imposibles.
El itinerario comenz¨® frente a la explanada del Palacio de Justicia, El objetivo apuntaba desde lo m¨¢s alto, en un plano cenital hacia el cogote, muy poco adecuado para despachar una mirada enigm¨¢tica cargada de reproches, pero hab¨ªa que ajustarse al gui¨®n, de manera que tir¨¦ de repertorio cl¨¢sico, como ten¨ªa previsto, en una descarada imitaci¨®n del personaje que Joseph Cotten interpret¨® En la sombra de una duda. Fueron dos minutos intensos para recordar que hace unos a?os la Juez titular del Registro Civil de Bilbao prohibi¨® la publicaci¨®n de los nacimientos y defunciones en un peri¨®dico local, por considerarla 'una intromisi¨®n ileg¨ªtima en la vida privada de la personas'.
Aquel auto judicial oblig¨® a suspender mi admirada y cl¨¢sica secci¨®n 'Vida Social', ( hoy felizmente recuperada), y durante un tiempo vivimos hu¨¦rfanos de los nuevos nombres que llegan felices a este Valle de L¨¢grimas y de los viejos patron¨ªmicos que lo abandonan perdiendo definitivamente no s¨®lo su identidad sino tambi¨¦n su 'derecho a la intimidad , el honor y a la propia imagen', a juicio de la puntillosa magistrada. Si dej¨¦ que robaran mi imagen durante unos minutos juro que lo hice en homenaje a todas las Vanessas, Sabrinas , Jennifers, y a todos los Egoitz, Arkaitz, y Aritz que cada d¨ªa pierden su intimidad en los natalicios y tambi¨¦n en recuerdo respetuoso a las Doroteas, Hilarios, Franciscas, Justinas, Narcisas y Cecilios, que lo hacen en las defunciones.
El paso por el set de Hacienda tuvo un registro totalmente distinto. La escena debi¨® quedar convincente a juzgar por la at¨®nita reacci¨®n de los ciudadanos que la presenciaron. Fue cadenciosa, desgarbada, encogida, envuelta en ese aire de perdedor chiflado incapaz de sacar las manos de los bolsillos que hace Robert de Niro en Taxi Driver. Si la c¨¢mara esp¨ªa lleva sonido incorporado debe estar grabada la imponente frase que lanc¨¦ en versi¨®n original: '?Are you talking to me?' ('?est¨¢s hablando conmigo?').
Para la sesi¨®n ante el decorado de la Seguridad Social me inclin¨¦ por una secuencia un pel¨ªn tragic¨®mica, emulando a Tom Hanks en Forrest Gump. La caracterizaci¨®n fue sencilla. Sentado en un banco, con la caja de trufas en el regazo que hab¨ªa comprado en la pasteler¨ªa de Arrese y el bot¨®n superior del cuello de la camisa abrochado, musit¨¦: 'La vida es una caja de bombones: nunca sabes qu¨¦ te va a tocar'. Hab¨ªa que denunciar el extendido temor a la futura p¨¦rdida de las pensiones, por eso repet¨ª dos veces la frase.La primera no hab¨ªa quedado suficientemente rotunda.
De la interpretaci¨®n ante las entidades bancarias pueden dar fe las cintas que obran en poder de sus competentes servicios de seguridad..Hubo un primer arrebato de seguir la estela de Toma el dinero y corre de Woddy Allen, pero el efecto intimidatorio de las c¨¢maras interiores recomend¨® abandonar la complicidad de la comedia . Al fin y al cabo el dinero no lo es todo en la vida, 'sobre todo cuando se tiene', como dijo James Dean en Gigante. En cualquier caso creo que arriesgu¨¦ demasiado con el pasamonta?as.
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