La derecha es lo que era
No pod¨ªa creerlo, pero la escena estaba ah¨ª. Las cosas nunca salen tan bien. A veces, enso?ando, uno imagina esa situaci¨®n o esa frase con la que se representa de modo inequ¨ªvoco, indudable y absolutamente probatorio, lo que representa otra persona u otra ideolog¨ªa. Recuerdo la secuencia de Annie Hall en la que Woody Allen, tras escuchar a un pedante explicar a su novia el pensamiento de McLuhan en la cola de un cine, le reprocha su desconocimiento y, al defenderse agresivamente el primero, Allen saca al propio McLuhan de detr¨¢s de una columna para que corrobore sus reproches; el pedante queda planchado. Y eso es lo que digo que nunca sucede: nadie te concede la opci¨®n de quedarse al descubierto de manera total, incontrovertible. Nadie hasta que el presidente absoluto del Gobierno espa?ol le dio una oportunidad a Juan Jos¨¦ Lucas.
Ya me hab¨ªa llamado la atenci¨®n ese adem¨¢n constante de admiraci¨®n vacuna que el se?or Lucas profesa a su jefe y mentor, pero ni en los mejores momentos de exaltaci¨®n pens¨¦ que llegar¨ªa a representar de manera tan ideal una de las caracter¨ªsticas de la derecha tradicional espa?ola: su enemistad con la cultura. No digo ya indiferencia o desprecio, sino enemistad. En Espa?a, tradicionalmente, el poder ha considerado a la cultura como un enemigo. El cerrilismo que contiene la emblem¨¢tica afirmaci¨®n del 'que inventen ellos' dominante en las ¨²ltimas ¨¦pocas en un pa¨ªs que se hab¨ªa autoconvertido literalmente en el culo del mundo occidental, no surge espont¨¢neamente, sino que es producto de una bien trabajada decadencia. El periodo m¨¢s interesante de la cultura espa?ola, el barroco -porque es el primero que comienza a cuestionarse la realidad de un imperio donde el sol comenzaba a ponerse-, fue tambi¨¦n, de modo inevitable, el primer atisbo de lo que se nos ven¨ªa encima por cerrar los ojos; y as¨ª, andando el tiempo, acabamos dando en la Espa?a con modos de cuartel y alma de mesa-camilla del franquismo.
As¨ª que ?qu¨¦ momento ese en el que el se?or ministro de la Presidencia, en el ciego af¨¢n adulador y agradecido de defender en todo y contra todo a su bienamado jefe, atac¨® al de la oposici¨®n porque a ¨¦ste se le ocurri¨® sugerir que hab¨ªa que ocuparse ya del 400? aniversario del Quijote! ?En un debate sobre el estado de la naci¨®n! ?Pero hombre -debi¨® pensar el buen Lucas-, a ver si ahora vamos a mezclar las churras con las merinas! Y se lanz¨® a la carga. Recordemos sus palabras. Dijo que el Quijote 'representa en la historia cultural de Espa?a algo as¨ª como los Harlem Globetrotters'. Los Harlem Globetrotters eran un equipo de exhibici¨®n y propaganda del baloncesto integrado por jubilados famosos de las ligas de baloncesto americanas; sol¨ªan jugar contra un equipo que viajaba con ellos y que se dejaba vejar en p¨²blico por los viejos malabaristas del bal¨®n. Una cosa m¨¢s bien penosa, pero que debi¨® dejar turulato al se?or Lucas cuando era ni?o.
Lo mismo el se?or Lucas ha querido hacer un elogio del Quijote y no nos hemos dado cuenta, pero, a juzgar por el acompa?amiento de risa enlatada de sus compa?eros de partido, me temo que se trataba de minimizar al contrario, aun a costa de Cervantes, para alegrarle la cara al jefe. Lo malo es que la ciega necesidad de adular que se esconde tras la mayor¨ªa de los pol¨ªticos del mont¨®n lleva al extremo de poner a Cervantes a los pies de los caballos para defender a tu venerado jefe. Hace 400 a?os que Cervantes es una cumbre en la historia del mundo y, en cambio, lo m¨¢s probable es que el jefe venerado no pase de ser una cagadita de mosca en el cuadro de la historia de Espa?a. Pero ah¨ª tenemos al valeroso ministro de la Presidencia poniendo a Cervantes en su sitio y a su jefe en el suyo.
Supongo que a estas alturas, cinco d¨ªas despu¨¦s del dislate, debe estar pregunt¨¢ndose a¨²n por qu¨¦ le han dado algunos de los suyos un pescoz¨®n en privado. 'Pero ?no era el enemigo?', pensar¨¢, rasc¨¢ndose dubitativamente la nuca.
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