Miguel 89
La etapa que Indurain gan¨® en lo alto de Cauterets revel¨® su futuro de campe¨®n
Lo he escrito en mis libros: fue mi padre el que, en Aureilhan, en los Pirineos, me inspir¨® la pasi¨®n por el ciclismo.
Aureilhan era un pueblo, una casa, una cocina, una mesa, una botella de tinto y, sentado a esa mesa, con el rostro iluminado por la luz que entraba por la ventana, mi padre con sus palabras, con su voz.
Me habr¨ªa podido contar sus propias haza?as, pues ¨¦l, durante la guerra, luch¨® contra los alemanes y particip¨® activamente en la liberaci¨®n de Francia. Pero no, las ¨²nicas haza?as que consideraba dignas de ser contadas eran las que los campeones del ciclismo realizaban en el polvo del Izoard o en las curvas del Tourmalet. Mi padre dec¨ªa que Charly Gaul volaba en las monta?as, era un ¨¢ngel...
Lo he dicho a menudo: no hab¨ªa sitio, en boca de mi padre, m¨¢s que para las vocales: la i de Magni, la e de Trueba, la o de Loro?o y de Ren¨¦ Vietto...
Al hablar de los espa?oles, mi padre era inagotable. Pensaba que Dios cre¨® los Pirineos, no para separar Francia de Espa?a como pretend¨ªan los manuales de historia, sino para que se pudiera distinguir, en el pelot¨®n, a los escaladores de los no escaladores, los que se escapaban de los que se quedaban pegados al asfalto abrasado por el sol o lamido por las brumas que esconden la cima y la banderola. ?l fue el primero que me habl¨® de Indurain, de su belleza de atleta, de este campe¨®n 'escultural'...
Los espa?oles, a excepci¨®n de Luis Oca?a, eran pulgas, corredores de bolsillo, cochinillas con maillot del Kas, capaces de esprintar en las monta?as -lo que les permit¨ªa aspirar al Gran Premio de la Monta?a y conseguirlo- pero a quienes su pobre talento de rodadores y su debilidad en las contrarreloj alejaban del maillot amarillo.
Mi padre descubri¨® a Indurain entre Lourdes y Tarbes, en 1984, en la contrarreloj del Tour del Porvenir. Indurain: mi padre me habl¨® de su estatura, de su calma y de su maillot. 'Ver¨¢s, Trueba med¨ªa 1,54 y pesaba 50 kg empapado en el Aubisque... Este Indurain mide m¨¢s de 1,80, debe de pesar m¨¢s de 70 kg y corre para el Reynolds... Va a hacerles da?o a todos, cr¨¦eme...' Entre Tarbes y Lourdes, en 1984, en la crono en que venci¨®, ya les hab¨ªa hecho mucho da?o, mucho, a Jean Fran?ois Bernard, a Piotr Ugrumov y a Charly Mottet. '?Entiendes? Hay que tener su estatura y su postura sobre la m¨¢quina... Ese gigante no se separa, mete una marcha enorme, y su pedaleo sigue siendo ¨¢gil... S¨ª, les va a hacer mucho da?o...'
Un gigante, pues, como en los cuentos de los Pirineos, en las historias que se relatan a los ni?os, uno de esos gigantes surgidos del bosque de Irati, de Navarra, tierra de levantadores de troncos...
A ese gigante cuyo reinado no pudo saborear mi padre, fulminado por un ataque al coraz¨®n, le descubr¨ª yo en 1989, en la etapa del Tour de Francia, Pau-Cauterets. Aquel a?o el favorito era Pedro Delgado. Hab¨ªa ganado el Tour de Francia 88 por delante de Rooks, Parra, Bauer, Boyer, Herrera, Roux y Theunisse, Breukink y Cubino. Aquel a?o Perico se present¨® en la salida de la contrarreloj 2'40'' despu¨¦s de la hora prevista. A esos 2'40'', se a?adieron despu¨¦s los 4'32'' concedidos, en la contrarreloj por equipos, a Laurent Fignon y sus compa?eros. El Tour estaba perdido, hab¨ªa que salvar el honor, y fue Indurain quien lo hizo, en los Pirineos, en la etapa de Pau-Cauterets.
Miguel Indurain llevaba el maillot Reynolds-Banesto. El equipo Reynolds-Banesto dirigido por Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varry inclu¨ªa, adem¨¢s de a Delgado e Indurain, a Dominique Arnaud, Juli¨¢n Gorospe, Javier Luquin, Melchor Mauri, William Palacio, Jes¨²s Rodr¨ªguez-Magro y Abelardo Rond¨®n.
Miguel Indurain corr¨ªa al lado de Perico y Abelardo Rond¨®n, el ni?o de las chabolas de Bogot¨¢. Robert Forest y Adrie Van der Poel abandonaron el pelot¨®n al cabo de 25 km de carrera.
Primera altura del d¨ªa: la Marie-Blanque, cuya carretera corre a lo largo del Barescou, afluente del torrente de Aspe, antes de imponer unas pendientes del 12 y 13%. Gert-Jan Theunisse endureci¨® la carrera, se destac¨®, el pelot¨®n se deshizo. Miguel Indurain ten¨ªa a Theunisse en el punto de mira.
La cima de la Marie-Blanque. Miguel Indurain oscil¨®. ?Empezaba el ¨²ltimo combate!
El descenso de la Marie-Blanque es sinuoso, la carretera estrecha. Miguel esprint¨®. 'Les va a hacer da?o, mucho da?o...' Alcanz¨® a Theunisse y lo dej¨® atr¨¢s. Estaba solo, a fondo en el descenso, en la traves¨ªa de Benou y de Bilh¨¨res-en-Ossau (oso en gasc¨®n). Miguel pedaleaba en el pa¨ªs de los osos, en su casa, en el coraz¨®n de las leyendas. En Laruns, al pie del Aubisque, Miguel alcanz¨® y super¨® a Van der Poel. 'Les va a hacer da?o, mucho da?o...'
Los diecisiete kil¨®metros del Aubisque. Miguel rodaba, las manos cerca de la horquilla. Las piernas giraban. Era todo agilidad. Miguel alcanz¨® y super¨® a Robert Forest, se dirigi¨® hacia Arrens y el monte Bord¨¨res.
Miguel franque¨® la cima del Bord¨¨res con m¨¢s de 4' de ventaja sobre Lemond y Fignon. A la rueda de Fignon y Lemond; al acecho, Pedro Delgado. Roche y Breukink estaban a m¨¢s de 8'. 'Les va a hacer da?o, mucho da?o...'
Miguel rodaba hacia Argel¨¨s-Gazost, hacia Cauterets, hacia los 15 km de subida de Cambasque, en cuya cima se decid¨ªa la llegada.
El Aubisque estaba casi vac¨ªo, Cambasque estaba lleno. ?Y fue all¨ª donde le vi pasar! Y fue all¨ª donde Francia le descubri¨®, donde descubri¨® a ese busto que no se mov¨ªa, ese rostro impasible que buscaba la cima, esas piernas largas que eran como bielas, ese maillot Reynolds que se convirti¨® en Banesto.
Miguel lleg¨® destacado a Cambasque y, a cinco kil¨®metros de la cima, Perico hizo una arrancada a la que no respondieron ni Fignon ni Lemond.
M¨¢s de cien kil¨®metros en solitario, en las tierras verticales de los osos, de Coppi y de Bahamontes.
?Qu¨¦ significa Cambasque? Sencillamente, el campo del vasco, el terreno del vasco.
Christian Laborde es escritor franc¨¦s y autor de El rey Miguel.
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