"Ganar¨¢ el Tour antes que la Vuelta"
Eusebio Unzue y Perico Delgado recuerdan c¨®mo era Miguel Indurain antes de conseguir su primer 'maillot' amarillo
'Miguel ganar¨¢ el Tour antes que la Vuelta'.
La profec¨ªa (acertada: Miguel Indurain nunca gan¨® la Vuelta) la hizo Eusebio Unzue. Dif¨ªcil de creer todav¨ªa aquel 1991 en que Indurain llegaba al Tour despu¨¦s de haber quedado segundo en la Vuelta tras Mauri.
Fue en 1986 cuando a Unzue se le escaparon las palabras hist¨®ricas. En el Izoard. Miguel Indurain, un joven de 22 a?os demasiado grande para ser ciclista, acababa de remachar su triunfo en el Tour de la Comunidad Europea (denominaci¨®n un par de a?os del veterano Tour del Porvenir) con un soberbio acto de afirmaci¨®n en el legendario puerto alpino. 'Solt¨¦ la frase', cuenta Unzue 15 a?os despu¨¦s, 'porque vi que Miguel que ten¨ªa la vitola de gran contrarrelojista y s¨®lo bueno en la media monta?a asimilaba a la perfecci¨®n la alta monta?a, la monta?a del Tour'.
La profec¨ªa marc¨® desde entonces el camino de Miguel Indurain. O no. O simplemente confirm¨® lo que la naturaleza ya sab¨ªa. 'Miguel fue un predestinado', dice Jos¨¦ Miguel Ech¨¢varri, el otro navarro a quien con Unzue, el destino se?al¨® para llevar a Indurain hasta el Tour.
El primer Tour de Indurain lleg¨® cinco a?os m¨¢s tarde, cuando Espa?a era a¨²n Perico, Perico, Perico y, aunque ahora suene raro, pocos estaban en el secreto de que el navarro moreno de ojos negros, tallado en la roca, gigante de 1,88 metros y 80 kilos, era de verdad el hombre Tour.
'Claro que era el hombre Tour', contin¨²a Unzue. 'Y claro que el 91 deb¨ªa ser su a?o, aunque ahora haya gente que piense que en el 90 ya debimos hacer el relevo. Pero 1991 era el a?o. Era inevitable'.
Indurain ya hab¨ªa corrido seis Tours antes de 1991. 'A?os en los que corr¨ªa, observaba y anotaba', dice Ech¨¢varri. A?os en los que acumul¨® experiencia, en los que conoci¨® todos los puertos, todos los trucos, todas las claves del Tour. 'Poco m¨¢s pod¨ªamos ense?arle', dice Unzue. 'Miguel, en 1991, sudaba Tour. Le marc¨® el Tour del Porvenir de 1985, donde empez¨® a construir sus sue?os; y los hizo realidad en el Tourmalet. Es la progresi¨®n m¨¢s l¨®gica, y espectacular, de la historia del ciclismo'.
Indurain ya hab¨ªa corrido seis Tours y en cada uno de ellos hab¨ªa mostrado un detalle. Pero fue a partir de 1988 cuando m¨¢s que detalles eran notas de alto ciclismo las que pulsaba el gigante navarro.
'Yo no le vi llegar', dice Perico delgado, el gran amor de la afici¨®n espa?ola. 'Yo le vi aterrizar directamente a un nivel medio-alto. Ya me fije en ¨¦l, que qued¨® segundo en el pr¨®logo de la Vuelta del 85, y vi en ¨¦l un rodador grandote, nada m¨¢s, el tipo que le gustaba a Eusebio por aquellos tiempos. De hecho, hasta que no volv¨ª al Reynolds y le vi de cerca no le vi en realidad'.
Perico Delgado, el hombre al que relev¨®, se convenci¨® pronto de que Indurain era de verdad algo grande. Fuen en 1998, el a?o de su Tour. 'Fue todo el Tour, un trabajo ¨²nico. Pero fue, sobre todo, la etapa de Luz Ardiden, la que gan¨® Cubino. Miguel estaba entonces en el segundo nivel, la gente que no trabaja en los primeros puertos, pero tampoco en los ¨²ltimos. Le tocaba hacer el Peyresourde, un puerto que no est¨¢ mal. En teor¨ªa deb¨ªa marcar un tren bueno, pero tampoco muy r¨¢pido. Para controlar a los fugados en la distancia y para castigar un poco a los del grupo. Y hacerlo s¨®lo unos cuantos kil¨®metros. Pues bien, Miguel se puso a tirar, uno, cinco, diez kil¨®metros, con esa marcha suya; y no s¨®lo cogi¨® a los escapados, sino que los alcanz¨® y los dej¨® tirados; y adem¨¢s, el grupo en que ¨ªbamos, que ¨¦ramos unos 40 lo dej¨® en 10 y hechos polvo. Aquel d¨ªa me demostr¨®, nos demostr¨®, se demostr¨®, que ten¨ªa una capacidad escaladora que se adaptaba muy bien al Tour'.
La evoluci¨®n no se par¨® nunca. A Indurain ya le tocaba ganar. Lleg¨® 1989. Otro detalle-exhibici¨®n. Tambi¨¦n, claro, en la monta?a. Fue una cabalga a lo Virenque, s¨ª, a lo Virenque. 80 kil¨®metros en solitario y ganado en Cauterets. Se acuerda muy bien, es imborrable, Eusebio Unzue. 'Salt¨® ya muy cerca de la cima de Marie Blanque y se lanz¨® en el descenso, y luego, solo, se hizo el Aubisque y Bord¨¨res hasta llegar a Cauterets, la cima de Cambasque. Y gan¨®. Este Miguel es el que nos rob¨® luego el amarillo del Tour, al que no se le volvi¨® a ver hasta la etapa de Lieja del 95, un Miguel al ataque, agresivo, como a ¨¦l le gustaba ser. Pero tambi¨¦n sab¨ªa que para ganar el Tour hab¨ªa que usar la cabeza. Y la us¨®'.
Perico Delgado tambi¨¦n se acuerda de aquel d¨ªa, de aquel Tour. 'Fue el Tour de Luxemburgo, de los 2.40 de retraso en el pr¨®logo y la necesidad de ganar tiempo todos los d¨ªas. Aquella etapa se lanz¨® Indurain en el descenso y no volvimos a verlo. Poco despu¨¦s se fue Fede Etxabe, y le dijimos desde el grupo que si estaba loco, que Miguel bajaba muy bien, que no le iba a coger. Poco despu¨¦s le pasamos a Fede. estaba parado en una cuneta, p¨¢lido. No lleg¨® a caerse, pero borde¨® el precipicio. Tanto arriesg¨® para intentar cazar a Miguel. Luego, en el ¨²ltimo puerto, cuando vi que no pon¨ªa en peligro la victoria, salt¨¦ yo, y saqu¨¦ casi medio minuto a LeMond y Fignon'.
Indurain crec¨ªa a la sombra de Perico. 'Fue su gran suerte', dice Unzue. ''Nunca fue protagonista porque por encima estaba el mito Perico. El anonimato le protegi¨®. Y estar sin presi¨®n en un equipo con Arroyo, Gorospe, Perico...'
Creci¨® tanto que hubo dudas en 1990, despu¨¦s de aquel Tour. ?Perico o Indurain? ?Qui¨¦n deber¨ªa haber sido el l¨ªder del Banesto? Algunos se lo preguntaron justamente despu¨¦s de la etapa de Alpe d'Huez. Aquel Tour Perico lo termin¨® cuarto a cinco minutos de LeMond e Indurain d¨¦cimo a 12 minutos. 'Y 10 minutos', recuerda Unzue, 'los perdi¨® en la etapa de Alpe d'Huez. Los perdi¨® despu¨¦s de hacer lo mejor que le hab¨ªamos visto hacer nunca en Francia. Fueron s¨®lo 20 kil¨®metros. Qu¨¦ 20 kil¨®metros. Miguel iba con un grupo de fugados desde el comienzo, el largu¨ªsimo Madeleine y el Glandon, y la bajada por la Croix de Fer. Acababan de bajar el ¨²ltimo puerto y ya ten¨ªan encima al grupo de los favoritos. Era un repecho de cerca de un kil¨®metro. All¨ª salt¨® Perico y enlaz¨® con el grupo de Miguel. Faltaban 20 kil¨®metros para el pie de Alpe d'Huez. Miguel tir¨® de Perico esos 20 kil¨®metros y le dej¨® en el ¨²ltimo puerto con 2.30 sobre LeMond y su grupo. Desgraciadamente Perico no pudo rematar'.
Aquel d¨ªa, aquellos 20 kil¨®metros, fueron fundamentales. 'Aquel d¨ªa Miguel confirm¨® lo que todos pens¨¢bamos. Aquel d¨ªa, Miguel se dio cuenta de que el Tour estaba en sus piernas', dice Unzue.
'Aquel d¨ªa', recuerda Delgado, 'yo estaba con gastroenteritis, aquel Tour no pude hacer nada. Pero aquellos d¨ªas hablaba bastante con Miguel. ?l me dec¨ªa que tem¨ªa a la monta?a, pero que ve¨ªa que la superaba; pero lo que m¨¢s tem¨ªa, me dec¨ªa, eran las tres semanas. 'Yo soy un corredor de una semana, a lo sumo de dos, pero con tres semanas no puedo', me dec¨ªa. Y aquel 1990 hizo lo de Alpe d'Huez. Y luego en los Pirineos le gan¨® un mano a mano en Luz Ardiden al mism¨ªsimo Greg LeMond. Ya, definitivamente, perdi¨® el miedo a la tercera semana'.
Lleg¨® 1991. La gran fortuna del Banesto. La llegada de Indurain era inapelable. ?Y el declive de Perico? ?C¨®mo podr¨ªan convivir los dos en el equipo? ?Qui¨¦n ser¨ªa el l¨ªder? 'Ten¨ªamos que nadar y guardar la ropa', dice Unzue. 'ten¨ªamos que gestionar el declive del mito Perico. En 1990 no hab¨ªa duda: el l¨ªder era Perico, pero en 1991 salimos con las dos cartas. hab¨ªa que seguir tratando a Perico, no lo pod¨ªamos enterrar. El relevo no pod¨ªamos hacerlo de antemano. Y tampoco pod¨ªamos decir de antemano que Miguel era l¨ªder y cargarle de presi¨®n: no, hasta que no estuviera de amarillo, la presi¨®n la cargar¨ªa Perico. Decidimos que fuera la carretera la que decidiera, pero nosotros en la cabeza ya lo ten¨ªamos hecho'.
La carretera, el Tourmalet, decidi¨® a favor de Indurain. El gran relevo del deporte espa?ol, el momento m¨¢s temido, la sucesi¨®n en un trono, un asunto que tantas veces se resuelve en golpe de estado sangriento, o en incomprensi¨®n hist¨®rica, se hizo de la manera m¨¢s suave e incruenta. Como si la llegada de Indurain fuera un designio hist¨®rico, una necesidad.
'La llegada de Miguel fue un b¨¢lsamo. En 1991 yo llevaba un a?o muy malo', recuerda Delgado. 'Me hab¨ªan hecho competir mucho, el Giro y no s¨¦ cu¨¢ntas carreras m¨¢s, siguiendo la moda de LeMond y Fignon. Pero ellos, el americano y el franc¨¦s, lo hac¨ªan porque se entrenaban poco. Y yo era al rev¨¦s: me gustaba coger la forma entren¨¢ndome y no compitiendo. As¨ª que ese Tour nunca fui c¨®modo'.
Primero fue Jaca. El 19 de julio el Tour hac¨ªa etapa en la ciudad aragonesa. Espa?a entera esperaba una exhibici¨®n del periquismo. Pero nada. Protagonizaron la jornada actores secundarios franceses y suizos. Los del Banesto no se movieron. Fue el primer s¨ªntoma del cambio pero pocos lo supieron interpretar: llegaba la monta?a, se llegaba a espa?a y no se armaba espect¨¢culo para la afici¨®n espa?ola que llenaba las cunetas. Traici¨®n. 'La consigna era clara: ten¨ªamos que estar relajaditos y atentos a que no se fuera nadie importante, pero, sobre todo, ahorradores, no gastar muchas fuerzas, que al d¨ªa siguiente tocaba etap¨®n. Nos llovieron los palos'.
'La gente se volvi¨® loca porque hab¨ªamos ido con calma', dice Unzue. 'No entend¨ªan que no hubiera espect¨¢culo para espa?a y no estuvi¨¦ramos en la escapada. Fue uno de los d¨ªas dif¨ªciles de perico. Y fue uno de los m¨¢s tristes de mi vida. Por la incomprensi¨®n'.
13? etapa. 20 de julio. Jaca-Val Louron, 232 kil¨®metros. El etap¨®n que termin¨® con Miguel Indurain de amarillo. 'Fue una etapa de selecci¨®n natural. Una etapa de espera. Tanta monta?a que no hac¨ªa falta atacar', cuenta Unzue. 'La salida de Espa?a fue muy tranquila, por el Portalet; el Aubisque se subi¨® a ritmo, y el Tourmalet, sin ataques de nadie, puso a cada uno en su sitio. Hizo una radiograf¨ªa de toda la carrera, de toda la historia. Se hizo una peque?a selecci¨®n, con siete u ocho arriba. LeMond y Fignon se quedaron. Tambi¨¦n Perico. Una vez coronado, arranc¨® Chiappucci, y con ¨¦l se fue Miguel. El Tourmalet fue testigo del relevo. Yo iba con el coche por delante, con Miguel. Imposible seguirle en el descenso. hasta perdimos una bici que se nos salt¨® de la baca en una curva violenta. All¨ª la dejamos. Bajaban a 100. Por la radio hablaba con Jos¨¦ Miguel, que iba detr¨¢s de Perico y me ped¨ªa que le contara lo de Chiappucci y Miguel'.
Fue duro para Perico. 'Pero no tanto', dice Delgado. 'La consigna era atacar, empezando por gente como Gorospe. Y nada m¨¢s empezar el Tourmalet se me fue la fuerza y no aguant¨¦ nada. Se me vino el mundo encima. Toda la gente esperando a Perico y Perico, all¨¢ atr¨¢s. Ya subiendo Val Louron me enter¨¦ de que Miguel se hab¨ªa puesto de amarillo. Eso fue lo mejor que me pod¨ªa pasar. Yo estaba desanimado y deprimido, pensando que quiz¨¢s ya llegaba mi fin, pero trabajar para Miguel fue un aliciente para m¨ª. Desde entonces disfrut¨¦ con el ciclismo. Hice un ciclismo m¨¢s relajado. Miguel me hab¨ªa salvado. A partir de ah¨ª me agarr¨¦ al maillot amarillo de Miguel. La prensa me ayud¨®, me dio un papel ¨²nico en vez de machcarme: me convert¨ª en el gregario de lujo'.
Miguel Indurain se visti¨® de amarillo y gan¨® el Tour. Luego llegar¨ªan cuatro m¨¢s y la historia se transform¨®. Tanto que ya apenas se recuerda al Indurain anterior a su primer amarillo.
'Yo siempre lo dije', recuerda Delgado. 'Si Miguel cog¨ªa el maillot jaune no lo perder¨ªa. Le daba serenidad el amarillo. Era diferente a todos, le daba distancia, era su grandeza'.
'Es el corredor que mejor ha aguantado el jaune', explica Unzue. 'Sencillamente porque Miguel nunca cambi¨®. Estaba igual con el maillot burdeos de la Vuelta a Rioja que con el amarillo del Tour'.
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